Raúl Cicero
¿De qué mueren los atletas?
La muerte inesperada de la gran atleta Florence Griffith-Joyner, quien ganó tres medallas de oro en la Olimpiada de Seúl, conduce a reflexionar acerca de la muerte en el deporte. En una carrera de maratón ecológico en Nueva York, en 1996, dos de los competidores murieron de infarto cardiaco. El hecho de que algún atleta pueda morir durante una competencia ha llamado la atención en los últimos años.
Desde luego, todo el que practica un deporte está expuesto a sufrir una lesión, ya que cualquier disciplina deportiva exige una coordinación neuromuscular perfecta que sólo un adecuado entrenamiento proporciona; quien no está entrenado, fácilmente se lesiona. Alpinistas impreparados han encontrado la muerte en los Andes y el Himalaya.
La muerte en los deportes ocurre casi siempre por traumatismos graves, particularmente en el cerebro. Así, un boxeador que recibe frecuentes golpes en la cabeza puede morir; los luchadores más raramente, como el caso de Oro a principios de 1996.
En el futbol americano ocurren conmociones que pueden matar al individuo. Los accidentes mortales en el automovilismo son relativamente comunes, al igual que en carreras de caballos y el ciclismo, donde casi siempre hay accidentes. Algunos esgrimistas han muerto atravesados por una espada que se rompe.
Además de esos accidentes, un atleta puede presentar lo que se llama muerte súbita, la cual se debe casi siempre a un inadecuado control médico de los atletas, que pueden tener diversas enfermedades latentes como cardiomiopatía hipertrófica, alteraciones de las válvulas del corazón o lesiones cardiacas presentes desde el nacimiento, y entonces el gran esfuerzo que exige una competencia deportiva sobrecarga al corazón y lo hace fallar por alteraciones del ritmo o del flujo arterial y puede presentarse un infarto.
Pero en ocasiones quedan secuelas que pueden conducir a la muerte años después, como en el caso de Florence. Recientemente, en Italia, al revisar las muertes ocurridas en atletas en un lapso de 16 años se encontraron 31 casos de esos trastornos. La muerte también puede competir y en ocasiones resulta vencedora.