Abraham de Alba A.

¿Ejecutivos con doctorado?

No sé si sea un proceso determinista de la evolución de la investigación en países en desarrollo, pero he notado que durante los primeros años del auge de la educación superior en México los que sobreviven no regresan a ejercer directamente para lo que estudiaron durante cuatro o cinco años de desvelos y hambrunas de diferentes tamaños, sino -sorprendentemente- a un puesto de mando medio tirando a alto.

Ante tal perplejidad, no me queda otra más que brindar alguna hipotesis de trabajo. Podría, por ejemplo, decir que es natural que después de tal nivel de intensa actividad, generalmente mal remunerada, lo que un sujeto quiere es, de alguna manera, resarcir los exiguos ahorros (si es que tiene); por lo tanto, es blanco fácil de un ofrecimiento a una posición administrativa.

Pero eso no explica por qué el superior pensó en ese sujeto, que tan costosamente se preparó con fondos públicos, privados y hasta propios, y no en uno que prefirió afrontar las eventualidades del lugar y el tiempo.

No encuentro explicación para que una persona con doctorado, digamos en nutrición animal, de pronto se considere idóneo para ser jefe de un campo experimental o que es más idóneo que otro sin doctorado.

Se podría argumentar que si el sujeto realmente tenía don de mando y carácter para dirigir a un grupo de investigadores, se le abrieran dos posibilidades: una, la obvia y la más ardua, ayudarle a arrancar su propio grupo de trabajo y laboratorio, y la otra, si de plano erró en la carrera, por qué no mandarlo mejor a una de tipo administrativo, que buena falta le haría a tanto investigador venido a menos que ahora dirige un instituto y raramente sigue al tanto en la especialidad de su campo, puesto que ninguno de nosotros podría soportar un ofrecimiento de tal magnitud.

Esto, que quizá no tendría mayor trascendencia, a menos que lo viéramos desde la perspectiva de los fondos públicos mal utilizados en entrenar a una persona que no va a ejercer en ese campo, tiene dos lados oscuros, aunque no dudo que existan otros: desperdiciar un contacto con un colega en otra frontera que pudo, si el estudiante fue merecedor de su confianza, haber apoyado la carrera inicial del compatriota que llega desconectado y generalmente sin muchas habilidades para lidiar con nuestro sistema, y no establecer un proyecto colaborativo con su antiguo asesor, publicable, de calidad y bajo costo para el país.

Pero también tiene sus lados brillantes, por ejemplo, las ventajas de contar con un superior que entiende la complejidad de la investigación y la futilidad de los tiempos o fechas de vencimiento en un ambiente tan caótico como el nuestro.

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