La Jornada lunes 5 de octubre de 1998

Héctor Aguilar Camín
Remanso

La volatilidad externa y la incertidumbre interna también tienen remansos. La última semana trajo noticias apaciguadoras en ambos frentes.

El presidente Clinton hizo al fin un esfuerzo de liderato financiero mundial, convocó a los países mayores a un esfuerzo estabilizador de los mercados y garantizó un rescate por 30 mil millones de dólares para la naufragante economía brasileña.

En el frente interno las autoridades, el PRI y el PAN, le dieron una vuelta completa a la tortilla del rescate bancario, sin alterar, en lo fundamental, los montos ni los objetivos del alivio, aunque sí a los beneficiarios. Los negociadores acordaron separar del paquete todos los créditos superiores a 5 millones de pesos y dedicar todo el monto del rescate a apoyar a pequeños deudores. Lo anterior quiere decir que los bancos recibirán las mismas cantidades previstas en el proyecto de rescate original, pero éstas serán aplicadas a apoyar sólo a los deudores pequeños, no a los grandes.

No está muy claro si eliminar los créditos grandes del paquete del rescate ayuda a transparentar o a ocultar las irregularidades y privilegios de que parecen haber gozado algunos deudores de alto vuelo. Sacarlos del paquete de rescate los saca también del escrutinio público, devuelve las irregularidades que pueda haber a la relación bilateral entre los propios bancos y sus clientes. Sacarlos del rescate es sacarlos del ojo de la inspección pública. También, desde luego, es sacarlos de los beneficios del rescate. Esa puede ser suficiente pena, pero no satisfará las expectativas creadas en el público de que habrá castigo a los abusos plutocráticos de la crisis bancaria.

Los banqueros parecen satisfechos con este arreglo y recuerdan a sus interlocutores que no fueron ellos quienes eligieron los créditos que debían ser parte del paquete bancario, sino las autoridades. Los partidos parecen también estar de acuerdo, salvo el PRD, y las autoridades están de plácemes, porque en medio del arreglo, o por extensión de él, tienden a diluirse las presiones para que el rescate cueste sangre oficial y haga rodar cabezas.

Inconvenientes no faltan en el acuerdo, pero son postergables. La decisión de apoyar sólo a los deudores pequeños parece más equitativa y más justa socialmente. Lo es, salvo en los efectos que pueda tener la decisión de no rescatar a pequeñas y medianas empresas que puedan deber más de 5 millones de pesos y se vean inducidas a la quiebra por falta de apoyo, con la consecuente cadena de desempleo. De por sí la crisis bancaria traerá ajustes de personal en los bancos y en muchas empresas grandes. Negar el rescate a medianas y pequeñas empresas fundamentalmente sanas que sólo requieren un salvamento financiero, multiplicará ese efecto.

La ampliación del número de deudores rescatables ampliará también los sujetos de cobranza porque pulveriza, en lugar de concentrar, las tareas de cobro. No hay organismos oficiales capaces de hacer esa cobranza. Sólo podrán hacerla en realidad los departamentos de cobranza de los grandes bancos. El acuerdo de rescate bancario, si se llega finalmente a él, debería incluir alguna previsión en este sentido. Habrá que facultar a las autoridades para apoyarse en los departamentos de cobranzas de los bancos y poder reducir al máximo la cartera vencida de una miriada de pequeños deudores, lo cual implicará suspender el recelo hacia los bancos, que ha sido una constante a lo largo de todo el camino.

Si el acuerdo cuaja, lo menos que podrá hacerse es reconocer la seriedad de los negociadores, su imaginación para alterar los factores sin cambiar el producto y para satisfacer los justos agravios y las legítimas sospechas del público, con una solución que puede tener defectos, pero es mejor que la que originalmente propuso el gobierno. Habrá que vindicar también el valor democrático del debate y la negociación, por encima de las decisiones perentorias e inconsultas venidas de la autoridad.

Por lo que toca a la incertidumbre mundial, el peligro más visible, que es la crisis fiscal y bancaria de Brasil, parece recibir el apoyo externo que requiere para desembocar sólo en un ajuste interno y no volverse un hoyo negro de las economías latinoamericanas. Falta ver si la convocatoria de Clinton a los países desarrollados para estabilizar la situación alcanza a desatar acciones que contengan los otros hoyos negros de la economía mundial -Rusia, Japón y la bomba oculta de la devaluación china.

``Luce demasiado bien para durar demasiado'', me dijo un amigo, sugiriendo que los desarreglos mundiales son profundos y que tarde o temprano habrá que pagarlos. Puede tener razón, pero así son los remansos: interrupciones, no abolición de las corrientes del río.