La Jornada lunes 5 de octubre de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

El presidente de la Junta de Asistencia Privada (JAP), Víctor García Lizama, quiere agregar a la Cruz Roja Mexicana (CRM) a su feudo particular.

No se trata sólo de incrustar una joya más en la corona del hombre que parte y reparte los dineros de particulares, destinados a ayudar a algunos de los pobres del país. No. En realidad, la batalla por el poder derivado de las caridades y la filantropía está inscrita, para desgracia de las buenas conciencias, en la lucha por el 2000 presidencial.

En esa abierta pugna que sostiene contra José Barroso Chávez, García Lizama ha contado con los útiles oficios de voces cercanas al oído presidencial, que llevaron al doctor Zedillo a dar el banderazo de salida al linchamiento público del presidente de la CRM.

Acusada de no llevar a tierras chiapanecas ``ni un kilo'' de la ayuda que se jactaba recibir por toneladas, la CRM fue puesta así bajo la guillotina. Enseguida, como en los mejores casos de las cargadas priístas para apoyar o poner en marcha decisiones presidenciales, se desató una campaña contra aquel a quien el dedo superior había señalado como indigno de seguir viviendo en el paraíso en el que todos habían cohabitado sin reclamos públicos hasta antes de que el rayo divino iluminara el cielo. Renuncias de directivos, acusaciones de irregularidades administrativas, sospechas de malos manejos, y la aparición de la mano que mece la cuna: don Víctor García Lizama.

Hacer el bien, viendo exactamente a quién...

Es tanto el poder económico, político y social que producen las instituciones dedicadas a la filantropía, el altruismo, la caridad o la asistencia privada (la asistencia pública es otro caso aparte, del que bastaría recordar las truculentas historias denunciadas años atrás respecto a la Lotería Nacional, por ejemplo), que su manejo se ha convertido, por un lado, (para algunos, no para todos) en un instrumento de beneficios personales, familiares y grupales, y por otro, en codiciable mecanismo de influencia y control político.

El señor García Lizama, hechura y parte del sistema político mexicano (entre otras cosas ha ocupado la jugosa dirección de aduanas), se ha colocado como gozne entre los intereses de grupos políticos oficialistas y segmentos relacionados con la Iglesia católica, en particular con el arzobispo Norberto Rivera, y con miembros de familias como la González Torres (uno de ellos, rector de la Universidad Iberoamericana; otro, presidente del Partido Mexicano Verde Ecologista).

Hábil, García Lizama ha ido tejiendo lazos con personajes como, por ejemplo, el secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente, y con el de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma Barragán. Por otra parte, ha logrado neutralizar la animadversión que contra sus manejos existe en buena parte del gabinete de Cuauhtémoc Cárdenas, relacionado con asuntos asistenciales. El virtual candidato presidencial perredista para el 2000 no desea pelearse con el Ejército, pero tampoco con la cúpula de la Iglesia católica, así es que ha preferido posponer la decisión de buscar el relevo de don Víctor en sus pías tareas.

Sociedad civil organizada, pero no activista

El capital político de las instituciones de asistencia privada que controla García Lizama será muy importante para cualquier contienda electoral reñida. Podría decirse que es en estas tareas asistenciales donde se da la más amplia red de organización social existente.

Más que las ONG, teñidas con frecuencia por los tonos de la militancia y el activismo políticos, las instituciones de asistencia social han generado una forma de participación social muy importante. Mezclar los asuntos del poder público con las tareas de las beneficencias privadas no es una suposición malévola de este columnista: García Lizama lo ha hecho públicamente, e inclusive ha pagado desplegados periodísticos para vincular tales ámbitos.

Sin embargo, y a pesar del estilo compulsivo de control que ejerce sobre las instituciones bajo su mando, don Víctor no tiene en su poder todas las piezas del rompecabezas. Con más prestigio social, con abolengo familiar y con riqueza que no proviene de cargos públicos ni de negocios recientes, hay otros personajes que promueven también la ayuda al prójimo desvalido: Lorenzo Servitje, Gerónimo Arango y José Barroso son algunos de quienes se han movido a la distancia de los afanes monopolizadores de García Lizama.

De entre los organismos que están fuera del control de don Víctor se encuentra el Centro Mexicano para la Filantropía (con unas 300 agrupaciones), el Monte Pío Luz Saviñón (que preside Benjamín Trillo), algunas otras asociaciones civiles (que al definirse como AC se colocan expresamente fuera del marco de las instituciones de asistencia privada), y... la Cruz Roja Mexicana.

Necesario, un marco legal que dé transparencia

Los inocultables malos manejos que se dan en una parte del ámbito de quienes manejan a su criterio dinero para los pobres, y los problemas internos que están a la vista, obligan a legislar con rapidez para sujetar a esos organismos, y a sus directivos, a normas jurídicas claras y precisas.

Parte del jaloneo que hoy se vive se refiere también a los términos como deba darse ese marco legal. Es necesario englobar y regular las actividades de la Secretaría de Desarrollo Social -que en algunos puntos vitales de sus tareas no tiene referente jurídico apropiado-, de las instituciones de asistencia privada, de las asociaciones civiles dedicadas a esos mismos menesteres, y de otras instituciones como el DIF.

Por otra parte, es necesario impedir que el espectáculo de barandilla que hoy ofrecen García Lizama y Barroso Chávez (exigiéndose mutuamente auditorías, induciendo sospechas y maledicencias) dañe la organización ciudadana y las formas de participación social que ya existen.

En algunos sectores del gobierno federal se ve con beneplácito el escándalo actual, pues abona la tentación de suspender de un plumazo todos esos mecanismos de organización y participación, en el entendido de que muchos de ellos son meros mecanismos de evasión fiscal, o instrumentos de presión política izquierdista, o auténticas lavanderías de dinero, o feudos incubadores de ambiciones políticas y de corrupción.

El caso Barroso

Teniendo a la vista el contexto antes descrito, es conveniente ver con reservas la aparición de García Lizama como charro justiciero contra el supermalvado Barroso Chávez. Sin lugar a dudas, el presidente de la Cruz Roja Mexicana ha cometido deslices declarativos como el del condón, y existen indicios graves de que se han manejado con corrupción o con punible descuido los fondos y recursos donados a la institución, como en el caso del huracán Paulina.

Pero del otro lado las cosas son iguales o peor. La Junta de Asistencia Privada ha sido manejada como un coto familiar y grupal, y el dinero de esa institución se ha asignado con criterios clientelares y oscuros. En el Nacional Monte de Piedad, para no ir tan lejos, se han mostrado con claridad esos manejos torcidos.

Ahora, García Lizama lo que desea es dar la tarascada del tiburón con la que se engulla al pez más vistoso y nutritivo, que es la Cruz Roja Mexicana. Es una pugna por el poder, ni más ni menos. Y, en el fondo, se trata de posiciones rumbo al 2000 y, a la hora de hacer un recuento de los pertrechos de guerra, pasar lista con las provisiones propias y buscar, ya no una medallita en el pecho, sino un grado de mando más alto que el actual.

Muy malo que ha sido lo hecho por Barroso Chávez, sí, pero del otro lado -del que se ha maquillado de héroe salvador-, las cosas están peor, así es que, en este asunto, como dicen en los anuncios con los que se busca adiestrar a los pequeños para que no sean engañados y dañados por los malévolos con sonrisa de ángel y palabras endulzadas... ¡mucho ojo!...Fax: 5 45 04 73 Correo electrónico:

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