Es lógico que en México, donde se produjo la matanza impune de Tlatelolco, todos concentren su atención sobre las cuentas pendientes sin prestar demasiada atención a qué produjo el 68, cuáles fueron sus consecuencias, qué efectos tiene aún a escala mundial, ni analizar a fondo el carácter internacional de ese terremoto que conmovió a Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Checoslovaquia, Yugoslavia, Argentina, Brasil y muchos otros países con enormes movimientos y grandes transformaciones sociales que en México se presentaron con retraso, en parte por la represión que las hizo abortar y también porque un sector de la izquierda siguió la vía muerta de la guerrilla. Recordemos que la lucha contra la guerra de Vietnam permitió pocos años después la victoria del David vietnamita contra el Goliath imperial y formó en Estados Unidos y en el mundo a toda una generación de pacifistas, libertarios e intelectuales progresistas, además de dar fuerte impulso al feminismo.
No olvidemos que en Italia y en Argentina el 68-69 dio origen a un potentísimo movimiento obrero-estudiantil, que en el primer país sacudió a las burocracias sindicales, preparó el enorme ascenso del Partido Comunista, el cual en parte cambió, generalizó la democracia sindical y los consejos de fábrica, creó una nueva izquierda no stalinista ni reformista, mientras en el país del Plata la lucha obrero-estudiantil liberó Córdoba y Rosario e hizo caer una dictadura militar, imponiendo la legalidad de los peronistas, el regreso de Perón, la radicalización extrema de la sociedad (todo lo cual tuvo que ser abortado por el golpe de 1976 a costa de decenas de miles de muertos).
Recordemos igualmente el prohibido prohibir, el seamos realistas, pidamos lo imposible, la liberación de las mentes producida en Francia que tuvo influencia sobre todo el mundo, cambiando el modo de pensar y de actuar y los valores. Y en Praga el intento de basar al gobierno y al Partido Comunista en los consejos obreros y en la libertad, todo lo cual tuvo que ser aplastado por la Unión Soviética a costa de la crisis de los principales partidos comunistas occidentales y de Polonia, por no hablar del descongelamiento de la izquierda en Yugoslavia con el grupo Praxis y de los estudiantes brasileños que desafiaron a la dictadura al igual que en Turquía.
El 68 fue la culminación de una fase, abierta con la derrota nazifascista en la Segunda Guerra mundial y la derrota de Estados Unidos en Corea, que se caracterizó por la lucha por la liberación nacional y social en el ex mundo colonial, por el nacionalismo antimperialista, por la renovación cultural y moral, por la sed de democracia, de laicismo, en todo sentido, y de independencia. Ese proceso tuvo incluso ecos enormes en el Vaticano y transformó profundamente a la Iglesia católica.
El 68 dio un nuevo aliento al feminismo, a la liberación de las costumbres y de las cabezas, a la lucha contra los totalitarismos, de la Iglesia, del stalinismo, del imperialismo, de los aparatos burocráticos de todo tipo y reveló que el Estado somos todos oponiendo la sociedad al aparato estatal. El 68 marcó la culminación de una época de ascenso de los derechos democráticos y de relativa prosperidad, que terminó poco después y fue enterrada por el choque petrolero de 1974 y la entrada en la crisis prolongada de la mundialización. Ahora la juventud no conoce los hechos que marcaron esa transformación mundial. Por lo tanto es tarea indispensable, en la época de la mundialización, dar conciencia a la gente de los procesos mundiales atrayendo la atención sobre los tiempos largos. Porque se está abriendo camino la necesidad de un nuevo 68 planetario que responda a la necesidad generalizada en las mayorías de futuro, justicia, dignidad y sea, un poco, también un 1848, una continuación de una Revolución Francesa mundial nunca culminada y que no ha asegurado al planeta ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad. El mundo actual, en efecto, podría presenciar en los próximos años movimientos de masa libertarios, entremezclados con las deyecciones del fascismo de hoy (racismo, chovinismo, xenofobia, totalitarismo decisionista). Los primeros deberán conquistar una hegemonía cultural sobre las otras, que se apoyan en los Estados. Para eso nada mejor que escuchar nuevamente la música del 68, y no me refiero solamente a los Beatles.