La Jornada 3 de octubre de 1998

Verdad y justicia, exigieron miles en Tlatelolco

Andrea Becerril y Mireya Cuéllar Ť Como hace 30 años, los discursos, las arengas, fueron para exigir justicia. Ayer, para Demetrio Vallejo, Valentín Campa... hoy, para los indígenas de Chiapas, los muertos de Acteal, los de Aguas Blancas.

Las nuevas voces llegaron desde la selva, del EZLN, a través de un mensaje del subcomandante Marcos --leído por Raúl Jardón--, separando a los dos Méxicos; ``el de arriba'' y ``el de abajo'', el que ``reprime y agoniza'', y el de los que ``vuelven siempre a levantarse''.

Y este dos de octubre, como hace 30 años, una multitud, básicamente de jóvenes, volvió a escuchar a Raúl Alvarez Garín, uno de los líderes del Consejo Nacional de Huelga, al demandar del gobierno ``la verdad''.

Apuntó: ``Han pasado 30 años y todavía seguimos registrando con indignación como se escamotea la justicia, como se esconden las pruebas y los archivos, indispensables para conocer la única parte oscura de la historia; las responsabilidades concretas de todos aquellos individuos que actuaron en el ejercicio de sus funciones, cometiendo aquí mismo, donde estamos reunidos una vez más, un crimen de Estado, con todas sus agravantes''.

Alvarez Garín, a quien correspondió abrir la larga lista de oradores --13--, advirtió que ``más temprano que tarde los archivos del 68 tendrán que ser abiertos, y ahí va a culminar el juicio de la justicia y de la historia, porque así ya podrá juzgarse con todo conocimiento de causa a los homicidas de hace 30 años''.

También como hace 30 años, las exigencias se lanzaron desde el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua. Los gritos de ¡Goya!, ¡Goya! se volvieron a escuchar y se mezclaron con los ``todos somos Marcos'' que recorrieron los pasillos y escaleras, para inundar después la Plaza de las Tres Culturas

Como en los últimos años, dijo Alvarez Garín, cada dos de octubre han ido a denunciar ``los agravios acumulados, los fraudes electorales, la violación descarada a la voluntad popular, la situación de miseria y opresión de los pueblos. A demandar respeto a la vida de los pueblos indígenas, y a solidarizarnos cabalmente con todas sus demandas''.

La demanda hoy, agregó, sigue siendo de justicia, y se va a levantar con toda la energía necesaria. Anunció entonces que horas antes el Comité 68-98 --organizador de la marcha--presentó una denuncia de hechos en la Procuraduría General de la República para que se determinen las responsabilidades penales en las que incurrieron los más altos funcionarios del régimen de Gustavo Díaz Ordaz.

Echó en cara al gobierno no haber cumplido su ``palabra, empeñada hace cinco años'', de abrir los archivos oficiales del 68 al cumplirse 30 años de los hechos. ``Se nos ha querido engañar, pues sólo han entregado información parcial, en desorden y con ninguno o muy escaso valor judicial'', abundó.

Ahora dicen que los documentos reclamados no serán dados a conocer nunca, pues ``se trata de asuntos militares, de documentos clasificados como secretos'', porque al conocerse ``se pondría en peligro la seguridad nacional''.

Equiparó el ``pretexto del secreto militar'', que se esgrime para mantener cerrados los expedientes del Ejército, con el del ``secreto bancario'', que se argumenta para proteger a los banqueros en el caso Fobaproa.

Advirtió que si el gobierno mexicano no resuelve ``con toda pulcritud y garantías de imparcialidad absoluta'' el tema de la apertura de los archivos del 68 y castiga a los responsables, se recurrirá a instancias internacionales, ``de eso no debe caber ninguna duda a nadie''.

Dijo que el restablecimiento del Estado de Derecho tiene que empezar por la apertura de los archivos del 68 y de toda la información correspondiente a los demás casos de ``las largas etapas represivas''.

Apenas el segundo orador había tomado el micrófono --el representante de los estudiantes politécnicos, Erick Márquez--, cuando el conductor del acto, Jorge Pérez Vega, lo detuvo para recordar que a esa misma hora, seis de la tarde, hace 30 años, tres luces de bengala surcaron el cielo y anunciaron el inicio de la muerte.

Con Erick Márquez inició el recuento de las demandas estudiantiles, centradas en dos grandes aspectos; más recursos para la educación pública y eliminar a los grupos de golpeadores, conocidos como porros, que operan en las instituciones de enseñanza media y superior. ``El gobierno debe tener como prioridad la educación y no el rescate de banqueros corruptos y torpes'', dijo.

Los discursos siguieron cayendo, como la lluvia fina que no asusto a la multitud congregada en cada uno de los mosaicos de la plaza y los andadores de los edificios de la unidad habitacional. Así llegó Rodrigo Figueroa, del CCH Sur, para hablar a nombre del Consejo Estudiantil Universitario (CEO) y sostener que valió la pena luchar por las libertades democráticas. ``La sangre derramada ayer florece hoy en esta ciudad que ahora es nuestra, en los claveles rojos que miles de corazones portan en sus solapas'', señaló.

A él correspondió traer hasta Tlatelolco un mensaje de Erika Zamora, la estudiante detenida en el penal de Acapulco, acusada de pertenecer al EPR y participar en los hechos de El Charco, donde otro estudiante, Ricardo Zavala, resultó muerto.

Enrique Avila, en representación de la Escuela Normal Superior; Ricardo Pérez Flores, del CCH Vallejo; Iván García, de la Universidad Iberoamericana; Héctor Jiménez Acosta, de la Universidad Popular de la Chontalpa; Héctor Mora, de la Asamblea Nacional de los Trabajadores, y José Jiménez, por el Movimiento Urbano Popular, recorrieron la abultada agenda de demandas nacionales.

Detener los efectos del neoliberalismo, no dejar todo el peso de la crisis en las espaldas de los trabajadores, mejorar salarios, desechar ``las falsificaciones'' que pretenden justificar los asesinatos de Estado. Un recuento que, por otra parte, acabó cansando a los manifestantes, algunos de los cuales empezaron a retirarse o a chiflar.

La mayoría de los oradores incluyeron en sus discursos el tema zapatista, incluso Fausto Trejo Fuentes, que no pudo concluir su intervención porque el sonido fue cortado. Esto fue el colofón de un estira y afloja por el control del micrófono que se dio en el balcón del tercer piso del Chihuahua a lo largo de las más de dos horas que desfilaron por ahí viejos y nuevos líderes. Roberta Avendaño,Tita, fue de las que se quedaron con las ganas de hablar.

El poeta Leopoldo Ayala cerró el mitin leyendo a toda voz su ``Yo acuso'', escrito en octubre de 1968.

Yo acuso a mi siglo donde se apilan a los vivos/ y se abren las esclusas que queman los párpados/ y se grita a los muertos/ y se mata y se derriba al hombre...