Al Hudaiby, vocero de la Hermandad Musulmana, ``el principal y más importante movimiento integrista de Egipto'', y el superfiscal Kenneth Starr, están distanciados en sus creencias más profundas. Y los integristas católicos de la Santa Sede poco tienen que ver con los sunnitas y chiítas del Islam o con el ultraconservadorismo de Jesse Helms y Net Gingrich, presidente de la comisión de relaciones exteriores del Senado estadunidense y líder de la cámara baja, respectivamente.
En efecto, nada vincularía a esas fuerzas y personajes, excepto que todos responden a un denominador común: la tesis del complot contra las ``religiones reveladas'' y la necesidad de frenar ``la ofensiva de los laicos y los infieles''.
Desde enero de 1995, los políticos conservadores que dominan el Congreso de Estados Unidos han venido alentando a decenas de organizaciones de grupos racistas y de paramilitares neonazis: Patriotas de Arizona, Milicia de Montana, Hermandad del Silencio, Milicia Constitucional de Texas, America Nationalist Party of Filadelfia y muchas más que se declaran simpatizantes del nazismo, partidarias de la supremacía de la raza blanca y se comunican con radios de onda corta y videos para cruzar información y modalidades del entrenamiento militar.
Los neonazis estadunidenses aseguran que son herederos de las milicias populares de la guerra de independencia. Acusan al gobierno del presidente Clinton de intentar desarmar al pueblo para impedirle resistir la anexión a un ``megaestado'' (las ``Naciones Unidas''), por lo que su misión consistiría en impedir un ``nuevo orden mundial de izquierda''.
Las milicias se distribuyen mayoritariamente en el este más industrializado, aunque los grupos de Idaho y Montana (noreste), primeros en organizarse, tienen gran cantidad de adeptos. Los grupos más nuevos son filiales de otros como el Ku Klux Klan (KKK) y de iglesias del movimiento Identidad Cristiana, cuyos seguidores citan la Biblia como fuente de sus puntos de vista racistas.
En el este, el KKK tiene 65 grupos y en el oeste y centro, más de 13. En 1995 el FBI tenía localizados a 186 grupos (71 de neonazis y 37 de skinheads). En 1997 el organismo privado Southern Piverty Lawn Center, con sede en Atlanta, indicó que existen 474 grupos racistas.
Los skinheads podrían ser considerados el brazo urbano de las milicias, pues sólo comparten su racismo y no tienen el grado de desarrollo organizativo ni el arsenal de sus primos rurales. En cambio, tienen su propia grabadora de música racista: Resistence Records, con sede en Detroit, editora de bandas de heavy metal como Aryan, Bersekr y Aggravated Assault.
En Internet los neonazis cuentan con 163 sitios informáticos. En 1995 sólo había uno. Y en sus diarios han llegado a denunciar que ``policías de Hong Kong y gurkas de Nepal se entrenan en las zonas silvestres de Montana para despojar de sus armas a los estadunidenses''.
Samuel Sherwood, líder de la milicia Blackfoot, de Idaho, declaró en 1994: ``La guerra civil puede estar llegando y con ella la necesidad de matar a los legisladores de Idaho: podrían traicionarnos aferrándose a Washington y de ahí la necesidad de matarlos''. La abogada Linda Thompson, jefa de la ``milicia desorganizada'' (sic) de Montana, sostiene que todos ellos están en guerra contra el gobierno federal.
La ``milicia de Michigan'', responsable del sangriento atentado a un edificio público de Oklahoma (1995), asegura contar con 12 mil seguidores locales y 200 mil en todo el país. El comandante Norman Olson, pastor bautista de 51 años, dueño de una armería y fundador de la milicia consiente: ``Sólo somos un grupo de apoyo para los vecinos''.