Septiembre nos evoca a la patria e induce al recuento histórico de los actos heroicos protagonizados por relevantes mexicanos, quienes a la vez nos heredaron principios políticos que fueron perfilando un proyecto de nación.
Pero también este mes patrio debiera estimularnos para reflexionar en torno de nuestro presente y futuro.
Con esa intención, de manera más que sucinta, menciono en tres tiempos, encuadrados en la ciudad de México, algunos hechos significativos del pasado, de la crisis presente y lo que puede venir; realidades que se concatenan y entreveran en nuestro destino común.
Septiembres del pasado: no sólo el 15 de septiembre de 1810, con toda su luminosidad de independencia y libertad, es la única fecha cumbre, aun acompañada por los Sentimientos de la Nación de Morelos, que debiéramos recordar. Hay otras en el mismo mes que se vinculan a la soberanía y defensa nacionales. Un elevado ejemplo sería la lucha de 1847 al 48 contra la intervención norteamericana, engendro de un imperialismo voraz e insaciable, que partió a la mitad al país limítrofe. Aquí, en el Distrito Federal, miles de hombres y mujeres combatieron con palos y piedras a esas fuerzas invasoras, que cañoneaban directamente a las casas de donde provenían gritos de indignación y rabia patriota.
Esa generación de mexicanos nos dejó una gran lección, y sin su sacrificio y testimonio de verdadero y profundo nacionalismo, lejano a patrioterías gritonas, no se entendería que existiera México, a pesar de la mutilación territorial.
Septiembres del presente: los enemigos no sólo están afuera; también históricamente han actuado impunemente adentro, incluso como ahora, en el propio sistema de gobierno.
Son los robots neoliberales de la deuda externa, la pobreza creciente, el depredador modelo económico, el desempleo rampante, la inseguridad pública, la contaminación ambiental y la última versión de su gobierno deformado llamado Fobaproa.
En contrapartida, aquí en la capital, la ciudadanía empezó a desactivarlos con el voto abrumador del 6 de julio, alzando el estandarte de la democracia.
Septiembre del futuro: Tan sólo imaginar lo que viene de aquí al 2000 generaría pronósticos diversos y hasta contradictorios. Nadie podría decir con precisión lo que acontecerá con el inicio de siglo, aun cuando puedan trazarse escenarios posibles, que oscilan del optimismo razonable al pesimismo, pero vacunado contra el apocalipsis.
Tenemos millones de pobres que difícilmente, por desgracia, podrán redimirse en su totalidad de la miseria. Pero pueden ser mucho menos. Y tenemos así graves problemas, diez al menos, que debieran convertirse en prioridades.
La gran acción consistiría en definirlos, diagnosticarlos y orientar todos nuestros recursos para frenarlos y solucionarlos, aunque sea gradualmente.
Estaríamos entonces refiriéndonos a un verdadero cambio que nos sitúe en las inmediaciones de un nuevo modelo político, económico y social, de acuerdo con lo que hemos querido ser y ahora debemos y podríamos ser.
Nacer a más tardar en septiembre del 2000 con un renovado proyecto de nación, que en otros septiembres del calendario patriótico también otros mexicanos propusieron y defendieron.