La Jornada 30 de septiembre de 1998

``No hay confianza'' en radios de la firma sueca

José Galán Ť Para los agentes de la Policía Judicial del Distrito Federal, los sistemas de radiocomunicación representan la diferencia entre la vida y la muerte. Entre ser rescatados o enterrados. Para los cerca de 3 mil agentes, la confianza en el aparato de comunicación es similar a la confianza en sí mismos, en sus armas. Y esa confianza en los aparatos Ericsson ya no existe.

``Yo no voy a arriesgar mi vida. A ponerla en juego, por un aparato de comunicación que, francamente, no sirve'', acusa Enrique Aldana, comandante del sector Cuauhtémoc centro. Y tres de sus compañeros están de acuerdo: ``Un aparato que falla en el momento de la verdad, ante los delincuentes, es para la basura''.

El comandante Jack Semenow Panan, responsable de la Central de Telecomunicaciones, donde convergen todas las llamadas, órdenes, decisiones; la angustia de sus compañeros, resume en dos palabras el sentimiento de ``tener que lidiar'' con los aparatos proporcionados por Ericsso: ``Es impotencia''.

Los cuatro comandantes de la corporación, incluso el responsable del centro neurálgico de comunicaciones de los cerca de 3 mil agentes de la Policía Judicial capitalina, coinciden en que se ha perdido la fe en los equipos, ya que han estado a punto de provocar enfrentamientos entre los mismos compañeros o permitido la huida de delincuentes peligrosos, por ``lagunas'' en las comunicaciones.

El comandante Semenow Panan, con cerca de 37 años en la corporación, está a cargo de la central conocida como 7-4, es decir, la base de radiocomunicaciones de toda la PJ, y de su enlace con corporaciones que incluyen a la Cruz Roja. Trata de describir el sentimiento que le invade cuando escucha a sus compañeros en medio de una lluvia de balas, tratando de dar su ubicación, la cual no pasa por la saturación de las frecuencias.

``Es impotencia'', subraya. ``No saben lo que es estar en el 7-4 y escuchar a los compañeros que describen el hecho y, al momento de tratar de proporcionar su información, escuchar la invasión de señales extrañas que interfieren con datos vitales; dan ganas de patear los equipos''.

A su alrededor, cuatro comandantes de sector asienten la cabeza. Enrique Aldana, del sector Cuauhtémoc centro; Gilberto Reséndiz, de Iztapalapa; Humberto Arenas García, de Alvaro Obregón, y Ricardo Mateos, de Iztacalco. Los cuatro tienen agentes bajo su mando y en repetidas ocasiones han visto acción, pero ya se cansaron de enfrentar los problemas de coordinación, las quejas de sus subordinados y la espera de hasta 20 o 30 días en la reparación de sus equipos, precisamente en la empresa Ericsson, en Tlalnepantla.

Las comunicaciones de la base central, donde operan los equipos adquiridos a la firma sueca, deberían abarcar a las 16 delegaciones políticas que concentran 25 sectores de la PJ, y a 74 agencias investigadoras. Se trata, agrega Semenow Panan, ``del nervio principal de la Procuraduría, por donde se transmiten órdenes y decisiones en la estructura jerárquica, incluyendo llamados de auxilio y la comisión de los grupos de respuesta inmediata, conocidos como GERI''.

Agrega: ``La verdad es que el equipo Ericsson se desprograma, se satura, provoca lagunas y en partes de la ciudad carece de alcance, particularmente donde hay árboles altos y tupidos, y bajo los puentes. No es por nada, pero el anterior equipo llegaba hasta Cuernavaca, pero ahora ni siquiera llegamos a San Miguel Teotongo, en Iztapalapa, o a Lomas de la Estrella.

``Nosotros contamos con un promedio de tres minutos para acudir a una llamada de auxilio de compañeros o de la ciudadanía'', revela Gilberto Reséndiz.

Enrique Aldana es claro: ``Yo no voy a confiar mi vida a un aparato tan malo. Luego que se descompone lo llevas a Ericsson y tardan hasta 25 días en regresarlo para que al poco rato se vuelva a descomponer''. Lamentó, además, que las deficiencias de comunicación ``nos hagan de repente quedar como unos payasos. Llegamos tarde a los asuntos, la gente pierde la confianza y nosotros también. Yo debo confiar primero en mí mismo, luego en mi arma de cargo y en tercer lugar en el radio como vínculo con mis compañeros. Cualquiera que falle me pone en peligro''.

Humberto Arenas García añade que con las deficiencias en los sistemas de radiocomunicación ``corremos el peligro de enfrentarnos entre nosotros mismos, por errores en la transmisión de datos sobre la filiación de delincuentes.

Ricardo Mateos subraya que un buen equipo de radiocomunicación, junto con buenas armas, preparación y autoconfianza, ``marca la diferencia entre la vida y la muerte. Uno puede tener todo, pero en un enfrentamiento en desigualdad de circunstancias la radio es básica para pedir apoyo, incluso servicios médicos de emergencia para algún compañero caído. Si no sirven, como es el caso, alguien puede morir, incluso algún inocente''.

Todos coinciden en que no es necesario gastar otros 30 millones de dólares en nuevos equipos. ``Que se iniverta nomás lo necesario para que funcionen. No pedimos más que lo necesario, por nosotros y por la gente'', finaliza Semenow Panan.