El triunfo del socialdemócrata Gerhard Schroeder en las elecciones celebradas hoy en Alemania, y la derrota de Helmut Kohl, después de más de tres lustros de dirigir un gobierno democristiano y conservador, marcan un cambio en el panorama político alemán y europeo. Por un lado, tienen un contenido simbólico importante, en la medida en que marcan el fin de la ``era Kohl'', último sobreviviente político de los dirigentes de talla mundial -Ronald Reagan, Margaret Thatcher- que, en la década pasada, encabezaron y aplicaron la revolución conservadora y alteraron en forma profunda e irremediable la economía y el orden internacional. Por otro lado, este cambio en el gobierno alemán tiene implicaciones en la construcción de los delicados equilibrios de la integración europea y en la recomposición de la OTAN.
En el ámbito interno, Schroeder tiene ante sí, como desafío central, enfrentar y reducir el alto índice de desempleo que le hereda su antecesor y proseguir la homologación social entre las dos Alemanias: la región que fue la República Democrática y aquella en la que los aliados occidentales erigieron la República Federal. Entre una y otra existen todavía importantes contrastes en cuanto a desarrollo, nivel de vida y oportunidades económicas.
Debe destacarse, por otra parte, el hecho de que Schroeder tiene como asignatura pendiente refrendar la confianza mayoritaria del electorado alemán, toda vez que los sufragios que lo llevaron al poder fueron más una muestra de hastío político frente a los 16 años del gobierno democristiano de Kohl que una expresión de apoyo a las propuestas socialdemócratas, las cuales no presentan, por lo demás, diferencias significativas con respecto a las políticas seguidas hasta ahora por Kohl.
Si la llegada de un socialdemócrata a la cancillería alemana conlleva o no cambios sustanciales en lo interno y en el ámbito de la política exterior, ello dependerá, en gran medida, del tipo de coalición que Schroeder construya para gobernar. Una de sus opciones es aliarse a los verdes ecologistas, con los cuales podría conformar una mayoría parlamentaria frágil y de margen escaso, pero que probablemente daría cierta prioridad al bienestar social. La otra es optar por una alianza con los democristianos a los que derrotó en los comicios de ayer y establecer, con ellos, una mayoría sólida y un gobierno de unidad nacional, que se orientaría a una práctica similar a la del gobierno anterior y, tal vez, al inmovilismo.