MAR DE HISTORIAS Ť Cristina Pacheco
Crónica de los pobres amantes
Escenario: Sala-comedor en la que abundan reproducciones de Frida Kahlo. Personajes: Marcela y Jorge. Ella, sentada en un sofá, se muerde el pulgar derecho; él da vueltas por la habitación. Ambos tienen más de cuarenta años y denotan la misma ansiedad.
JORGE: Date cuenta: ya no somos tan jóvenes. Piensa: ¿cuántos años nos quedan?
MARCELA: Me vas a deprimir más de lo que estoy.
JORGE: Quién iba a decirme que a estas alturas de mi vida, y en mi propia casa, tendría que andar escondiéndome como un muchacho para... (Oye la risa de Marcela.) Francamente no le veo lo divertido.
MARCELA: Ay, perdón. Me reí al acordarme de la forma en que gateabas buscando tus zapatos (Mira los pies desnudos de Jorge)... y ni los encontraste.
JORGE: Porque me pusiste nervioso con tus gritos. Lo bueno es que alcancé a meterme el pantalón.
MARCELA: Pero al revés.
JORGE: Ni se dio cuenta. Hazte para allá... (Pretende acariciar a Marcela. Ella lo rechaza.) ¿Por qué no quieres?
MARCELA: Puede regresar Sergio.
JORGE: (apartándose con brusquedad) ¿A qué horas? ¡No sabes! Fantástico: pasaremos otra noche esperándolo.
MARCELA: No lo creo. Mañana es lunes...
JORGE: Y eso ¿qué? Anda, Vámonos al cuarto. Cerramos con llave.
MARCELA: No la encuentro. ¿De casualidad no la tomaste?
JORGE: ¡Por supuesto que no! ¿Para qué iba a tomarla?
MARCELA: No sé, creí... (Se interrumpe al ver que Jorge corre al trinchador.) ¿Qué buscas?
JORGE: La llave, ¿qué más? Mi amor, no te quedes sentada, ayúdame. (Interrumpe su frenética actividad.) Inútil: no vamos a encontrarla. Sólo estamos perdiendo el tiempo. Mira, para que estés más tranquila, puedo atrancar la puerta con una silla. Te lo suplico, dime que sí.
(Marcela abre los brazos, en actitud de entrega total. Jorge la toma por la cintura y mientras la conduce a la habitación le susurra palabras de amor.)
Sentada en el lecho. Marcela observa los esfuerzos de Jorge para conseguir que el respaldo de la silla coincida con la manija de la puerta.
JORGE: ¿No tenemos una más alta?
MARCELA: No.
JORGE: Bueno pues entonces la dejo así, total...
MARCELA: ¿Y si Sergio regresa temprano? Le pedí que lo hiciera. Le recordé que mañana es lunes y le toca entrenar.
JORGE: Por allí hubieras empezado. Ese muchacho es un rebelde. Con tal de sentir que se manda solo, volverá tarde. Y si llega antes, ni modo: tiene la suficiente edad para suponer... (Ríe irónico.) O a lo mejor piensa que como tengo cuarenta y tres años ya no puedo...
MARCELA: No creo que Sergio ande pensando en esas cosas.
JORGE: Tienes razón: sólo le interesan las suyas. (Irritado por el silencio de Marcela.) Pero a ti como que todo esto no te preocupa.
MARCELA: Claro que sí, pero ¿qué quieres que haga?
JORGE: Nada, sólo piensa una cosa: los traumas pueden volver impotentes a los hombres.
MARCELA: ¿Cuáles traumas?
JORGE: ¿Se te hacen pocos? Cada vez que queremos estar juntos Sergio nos interrumpe.
MARCELA: Estás exagerando. El hecho de que hace rato haya entrado al cuarto sin tocar la puerta no significa que lo haga siempre.
JORGE: No, pero qué tal por teléfono... Acuérdate de lo que pasó antenoche: la tercera vez que me levanté a contestarle ya no pude... (Ve la expresión alarmada de Marcela.) No pongas esa cara: hay que llamar a las cosas por su nombre.
MARCELA: Nunca te había sucedido.
JORGE: Pero puede volver a ocurrirme y entonces sí... ¿Sabes lo que me contó mi hermano Javier? Que en dos años no pudo. Porque durante el tiempo que vivió con su suegra, apenas él iba a estar con Lucha, la señora entraba al cuarto a preguntarles algo.
MARCELA: Que le haya sucedido a Javier no significa que tenga que pasarte.
JORGE: Pues si seguimos así... (Se lleva las manos a la cabeza.) No te imaginas lo que es para un hombre quedarse frustrado.
MARCELA: ¿Y yo? Vivo con dolor de estómago... (Vuelve a morderse el pulgar derecho.) Deberíamos hacer algo.
JORGE: Sí: hablar con Sergio.
MARCELA: Bueno, con mucha delicadeza podrías decirle a tu hijo...
JORGE: No, perdóname. La situación nos afecta a los dos y debemos hablarle juntos.
MARCELA: ¡Estas loco! (Salta de la cama y habla para sí misma.) Ya parece que voy a ponerme a explicarle: ``Fíjate que Jorge y yo...''
JORGE: No seas absurda. Nadie está pensando en que le demos a Sergio un informe de nuestra vida sexual, pero sí aclararle que aunque seamos sus padres somos un hombre y una mujer; que de vez en cuando necesitamos privacidad; que si está en la casa no se meta en la recámara sin tocar y que si anda fuera no se pase la noche llamándonos para saber si tiene recados de Brenda.
MARCELA: Podría creer que nos estorba. Muchos jóvenes se vuelven drogadictos por eso.
JORGE: El sabe que hay situaciones... Que se acuerde nada más de una cosa: cuando estamos fuera y Brenda viene a estudiar con él, ¿no le decimos a qué horas regresamos? Hasta hacemos ruido en la escalera para no sorprenderlos.
MARCELA: ¿Crees que él y Brenda...?
JORGE: No sé, a lo mejor. Son jóvenes...
MARCELA: Ah, pues tenemos que aclararle que esto no es hotel. Además, son muy chicos. Imagínate si la embaraza: Sergio, ¡padre antes de los veinte años! ¿Con qué va a mantener a la criatura, dónde vivirán?
JORGE: Oye, no compliques más las cosas: Sólo puse un ejemplo. (Se acerca a Marcela y le toma las manos.) Ahora lo que importa es defender nuestro derecho...
MARCELA: Pero, ¿cómo?
JORGE: Ya te lo expliqué: hablando con Sergio. (Percibe el rechazo de Marcela.) De acuerdo: si no quieres hacerlo tú, lo haré yo. Se lo diré de la manera más simple: ``Mira, hijo, tu madre y yo necesitamos...'' (Insinuante.) Por lo menos quítate la blusa: déjame verte. Ay, qué linda.
MARCELA: (frotándose el cuello) Será tan liberador. Loco, ¿qué haces?
JORGE: Desnudarme... (Apenas arroja el pantalón, oye el ruido en la sala.) ¿Sergio? (Se viste. Sale. En la puerta de la recámara tropieza con su hijo.) ¿Qué pasó, campeón? ¿Por qué tan temprano?
SERGIO: Mañana me toca entrenar. Si no hubiera sido porque mi mamá me lo recordó, se me habría olvidado. (El muchacho mira de reojo a su padre y antes de seguir a su recámara le dice:) Ay papá, a ver si ya te fijas ¿no? De nuevo te pusiste los pantalones al revés. Que pasen buenas noches.