La Jornada 27 de septiembre de 1998

Hoy, elecciones en Alemania: Schroeder o Kohl, la incógnita

Alejandra Dupuy, enviada, Bonn, 26 de septiembre Ť El suspenso y la incertidumbre aumentan en esta víspera de elecciones en Alemania, el gigante de Europa: ¿Podrá el Tony Blair local, el socialdemócrata Gerhard Schroeder, poner fin a los 16 años de mandato del conservador Helmut Kohl?

Aunque hasta hace un mes todas las cartas parecían jugar a favor de Schroeder, la distancia entre el Partido Social Demócratas (PSD) y la Unión Demócrata Cristiana (UDC) del actual canciller federal se redujo hasta quedar en sólo 1.9 punto.

Nadie se atreve a asegurar quién gobernará el país desde Berlín, y a la Alemania que dejará atrás el marco, la moneda sinónimo del milagro económico, para abrir paso al euro, que será el nuevo líder de este país de 82 millones de habitantes al que también recorre el fantasma de la globalización, con la crisis global financiera y el desempleo.

El triunfo hace poco más de una semana de la Unión Social Cristiana, el partido hermano de la UDC, en el próspero estado de Bavaria, revivió las expectativas en favor de Kohl, un peso pesado de la política que asegura que ``los otros ganan los sondeos, yo gano las elecciones''.

Los socialdemócratas minimizaron ese triunfo al considerar que se trató de un resultado regional.

La campaña electoral fue bastante vaga en lo que se refirió a las medidas concretas frente a los temas que preocupan a los alemanes: la situación cada vez más precaria del llamado ``Estado social'' debido a los problemas fiscales y un desempleo que afecta a 4 millones de personas.

La reforma fiscal socialdemócrata busca mejores condiciones para las pequeñas y medianas empresas, así como un mayor papel del Estado en la búsqueda de soluciones al desempleo, junto a empresarios y sindicatos, mientras que el gobierno conservador sufrió un mal paso cuando una de sus ministras ``se fue de boca'' al admitir que habría un aumento de impuestos tras un eventual triunfo de la UDC.

Pero en el resto de los temas no se perfilan grandes diferencias con la política de Kohl, el llamado ``canciller eterno'': Schroeder habla de ``modernización'' y ``responsabilidad social``, pero también de la importancia de la iniciativa privada.

El auge de la xenofobia, principalmente en el antiguo este comunista, y los problemas derivados de una sociedad cada vez más multiétnica es otro fenómeno de importancia en estos momentos de crisis social, al igual que en Francia y en Bélgica.

Los principales candidatos prefieren no ahondar en el asunto, aunque en su búsqueda de captar los votos Schroeder --un ex defensor de los extranjeros-- prometió endurecer las condiciones de asilo.

Kohl advirtió que los extranjeros que no obedezcan la ley serán expulsados, ``igual que en Francia o Suiza''.

El discurso es casi el mismo en esta campaña que comienza a parecerse más a la estadunidense, especialmente la de Schroeder, centrada más en su carisma que en el programa socialdemócrata.

Para muestra basta un botón: en su virtual cierre de campaña en el Velódromo de Berlín, Schroeder y la plana mayor socialdemócrata se presentaron en un escenario con un fondo azul y un círculo rojo, sobre el que se leía en grandes letras blancas ``Die neue Mitte'' (``Nuevo centro''); hubo grupos que amenizaron la velada del viernes, con un popurrí que fue desde Let it be, de los Beatles, a rolas de U2 (en inglés) y a versiones de Phil Collins en alemán.

Este fue el tono también durante la campaña: ``No haremos las cosas de manera muy diferente, pero las haremos mejor'', sostuvo uno de los lemas, mientras otro cartel proclamó: ``Gracias Helmut, pero ya es suficiente''.

La UDC jugó, por su parte, con el miedo al cambio de los alemanes, y así habló de ``seguridad en lugar de riesgo'' y difundió el eslogan ``la clase mundial para Alemania'', con el retrato de Kohl en primer plano, quizá para recordar que el canciller federal tiene ya un lugar en la historia y los años de experiencia suficiente como para enfrentar los temblores en Wall Street y la crisis en Rusia, a la que Bonn ha prestado miles de millones de dólares.

El partido del gobierno también ha insistido en el peligro de una alianza de los socialdemócratas con el antiguo partido de Estado de la desaparecida Alemania Democrática, el Partido del Socialismo Democrático, pero aunque los poscomunistas lograran entrar al Parlamento, posiblemente continuarían sometidos a una ley del hielo por parte de los socialdemócratas.

La UDC demoniza a los ex comunistas y compara incluso al régimen nazi con el alemán oriental, pero el fantasma de esta improbable coalición no tienen impacto.

Chiquitos pero sabrosos

Incluso una hasta hace poco predecible alianza con la actual tercera fuerza, Los Verdes, se opaca ante la malquerida posibilidad de una gran coalición entre rojos (socialdemócratas) y negros (democristianos), aunque Schroeder dejó claro que sólo dirigiría esa hipotética coalición como canciller federal, como prometió a sus votantes de Baja Sajonia.

Esta unión, que asusta ante la posibilidad de inmovilizar al país y dejarlo sin un gobierno y una oposición fuerte, se daría si ninguno de los dos grandes partidos tiene un puesto asegurado en caso de un empate: todo depende de los partidos pequeños.

El sistema federal que rige al país resultó de una modificación de mecanismos que llevaron al poder a Adolfo Hitler en 1933, y para evitar que algún partido goce de demasiado poder, la elección de los diputados para el Parlamento federal se realiza mediante un sistema de doble sufragio, según el cual cada votante deposita un voto para un partido y otro para un candidato en particular, que puede pertenecer a alguna agrupación o ser independiente.

El sufragio por el partido, el llamado ``segundo voto'', es el más importante porque decide con cuantos diputados un partido estará representado en el Parlamento, y estos legisladores decidirán a su vez quién será el nuevo canciller.

Si los partidos pequeños alcanzan a superar la barrera del 5 por ciento exigida por la ley para entrar al Parlamento, pasan a ser claves al decidir la formación del Ejecutivo e inclinarse por uno u otro candidato.

Los Verdes, que surgieron de un gran número de movimientos cívicos, ecológicos y pacifistas en los 80 y que desde las pasadas elecciones de 1994 se han unido con el movimiento opositor de la ex Alemania Democrática, confían en mantener su casi 6 por ciento, aunque durante la campaña uno de sus líderes advirtió que de llegar al poder impedirían que los alemanes utilizaran demasiadas veces al año la vía aérea para escapar al calor de Mallorca, y que la gasolina aumentaría a lo largo de cinco años.

Los liberales también disputan un tercer lugar, aunque sus posibilidades son escasas, y el Partido del Socialismo Democrático tiene el apoyo de la gran base nostálgica de quienes de golpe y porrazo gozaron de libertades individuales pero que también tuvieron que hacer frente a problemas desconocidos como el desempleo.

La extrema derecha, dividida en la Unión Popular Alemana, el partido nacionaldemócrata y los republicanos, no tiene muchas posibilidades de superar el 5 por ciento y entrar al Parlamento, pero se perfilan cada vez más como un peligro, especialmente entre los jóvenes del este.