La Jornada sábado 26 de septiembre de 1998

José del Val
Los indios: ¿tamemes del cambio mexicano?

Por el respeto que don Pablo González Casanova se ha labrado entre nosotros, sus ideas merecen la más atenta lectura y nos invitan al más fraterno de los diálogos.

Nunca fue ``válido olvidar'' a los pueblos indios de México. No sólo no fue válido, sino que no fue certero. Nuestra historia patria se construyó sobre el terreno minado de ese ``olvido'' que ha sido en realidad una persistente negación.

El EZLN, los indios de Chiapas y los indios todos irrumpieron en la conciencia nacional hace pocos años.

No hemos tenido tiempo todavía de asimilar y comprender la historia de esa negación, menos todavía de reconstruir nuestra historia a la luz de esa presencia ignorada, pero ya les asignamos titánicas tareas de reconstrucción de nuestro futuro.

Este hecho no es nuevo, cada centuria con regularidad asombrosa los mexicanos depositamos sobre la espalda de los pueblos indios nuestras esperanzas de construir un nuevo México; así lo fue en 1810, se repitió en 1910 y parecería que queremos repetirlo en el 2010.

En síntesis magistral, don Pablo nos ilumina la tragedia mundial e inmoral de este fin de siglo: él nos habla de un ``cambio de las tendencias históricas'', a lo cual me atrevo a preguntar: ¿las tendencias históricas definidas desde cuál perspectiva?

Me explico. Desde las reflexiones de Marx, la única anomalía significativa en el desarrollo del modo de producción capitalista ha sido el surgimiento del llamado ``bloque socialista''.

La historia trágica y criminal de este periodo creó un impasse en las tendencias del desarrollo económico social claramente establecidas desde el siglo pasado.

Con la caída del Muro de Berlín se des-ataron los procesos históricos contenidos por la estructura bipolar del mundo, que reasumieron su marcha aceleradamente hacia la subordinación total del planeta por las fuerzas del capital.

Sin duda vivimos hoy la etapa final del proceso de subsunción real del mundo entero al capital. Desde la perspectiva de Marx este proceso estaba previsto: era un resultado necesario.

Marx mismo veía este proceso como promisorio, ya que sólo el triunfo total e indiscutible del capitalismo crearía las condiciones objetivas y subjetivas suficientes, a partir de sus contradicciones inherentes, para el advenimiento del socialismo.

Inexplicablemente, el derrumbe del Muro de Berlín sepultó bajo sus escombros al pensamiento mundial de izquierda, que hoy se sacude el polvo y también se sacude vergonzosamente las certezas históricas y científicas del desarrollo económico social.

Es a causa de esta penosa abjuración intelectual que ha florecido el triunfalismo del pensamiento (?) de derecha y la ``insólita'' incapacidad de explicación que se le atribuye a las ciencias sociales contemporáneas.

¿Dónde quedó el proletariado en su análisis, don Pablo? La evidente crisis de los sindicalismos nacionales no debe ocultarnos el sordo pero constante proceso de construcción del movimiento sindical posnacional que se gesta hoy en el mundo; los ejemplos sobran.

Este ``olvido'' en el análisis de los procesos que se desarrollan en la esfera de las relaciones de producción es una de las causas principales de la perplejidad del pensamiento social contemporáneo.

¿Qué podría disputar al ``complejo de complejos'' el establecer las reglas de un nuevo mundo? ¿Los pueblos indios?, ¿las sociedades civiles?, ¿los trabajadores calificados o no calificados?...

Evidentemente no. La ``madre de todas las batallas'' por la equidad y la democracia la dará el movimiento proletario mundial con el apoyo del resto de las sociedades.

Los únicos que pueden detener los brutales procesos contemporáneos de acumulación capitalista son aquellos que los hacen objetivamente posibles: el proletariado, a partir de las nuevas formas de organización y lucha transnacional que están en plena construcción.

El ``olvido'' inexplicable de estas variables determinantes en el desarrollo económico social del mundo y la consecuente pérdida de sentido que lo acompaña, han dado pie, paradójicamente, a que amplios sectores intelectuales empiecen a escuchar lo que los pueblos indios vienen diciendo de sí mismos y del mundo desde hace muchos años.

Las primeras aproximaciones a lo que los indios dicen han sorprendido y deslumbrado por la claridad de sus propuestas y por la inmensa reserva moral y ética que las sustentan.

Probablemente a muchos de nosotros nos gustaría vivir en mundos como los que alcanzamos a vislumbrar en sus propuestas. Está muy bien, imaginemos cómo en ``nuestras situaciones específicas'' deberían ser esos mundos e iniciemos su construcción, a la par de los pueblos indios.

¿No es ésta la gran lección autonómica?

Ellos llevan siglos bajo la losa de la represión, la miseria y el olvido, acorralados en lugares sin viabilidad para una vida humana digna. Tienen frente a sí retos para nosotros impensables. ¿Esperamos que además sean, otra vez, los ``tamemes del cambio mexicano''?