Resulta confusa la participación del PRD en un ``pacto de estabilidad'' con el PAN y el PRI, luego de que llevara a cabo la consulta nacional sobre el Fobaproa. Aunque el acuerdo se realiza en aras de la ``gobernabilidad'', la estrategia es incomprensible porque deja escapar a los responsables de la quiebra y reproduce la misma estructura financiera que impide el desarrollo del país.
El pactismo resta fuerza a la consulta, pues convierte la opinión expresada en parte de una negociación cupular interpartidista que deja intacto el origen perverso del endeudamiento. El ``pacto'', definido como un nuevo esquema de solución al asunto Fobaproa, se ajusta a la iniciativa que desde Nueva York marcó William Clinton en el discurso del 14 de septiembre ante el Consejo de Relaciones Exteriores y que constituye --según intención confesa-- un golpe de timón estratégico ante ``el mayor desafío financiero en 50 años''. (Jim Cason y David Brooks, La Jornada 15/9/98)
La convocatoria de Clinton para que el Grupo de los Siete (los más ricos) y el de los 22, donde figura México, discutan la ``arquitectura financiera del siglo XXI'' en los próximos 30 días, tiene tres aspectos fundamentales: continuar la misma política económica basada en la libertad de mercados y la especulación; apoyar a sus ``clientes'' de América Latina a través del Fondo Monetario Internacional con 15 mil millones de dólares, pues ellos han hecho ``lo correcto'', y respaldar un aflojamiento en la política social en los mercados emergentes, aunque esto signifique mayor inflación. Según Clinton lo que está en crisis y peligro no es él, sino la globalización, y Estados Unidos tiene que mantener el liderazgo ``de una forma consistente con (sus) valores''. Un parteaguas.
Traducido a la realidad mexicana, el llamado de Clinton se inscribe en un nuevo marco de la crisis de México. Por una parte da el espaldarazo al sistema financiero, exime a Zedillo y a su grupo de responsabilidad frente al fracaso, y ordena que se amplíe la política social a fin de evitar estallidos o resistencias al modelo.
Para el PRI y el PAN el esquema es perfecto pues da la posibilidad de contar con recursos frescos y con permiso para gastarlos en una política social que les permita ganar votos en el año 2000, sirviéndose de las preocupaciones clintonianas por la estabilidad financiera del mundo globalizado. Esta ``nueva arquitectura financiera'' que trata de erigir Clinton requiere de pactos políticos de la misma manera que los propone al Partido Republicano (lo cual aliviaría la presión del escándalo sexual) y al Congreso, que recela de él y le juzga.
El PRI y el PAN también podrían resolver sus escándalos financieros al condicionar el pacto con el PRD saldando las corrupciones del pasado. ¿Para qué sirve al PRD un pacto de gobernabilidad cuando está a punto de lograr reformar al país en lo financiero y en lo político? ¿Por qué tras la audacia viene el repliegue inexplicable en un pacto confuso e inentendible?
El PRD cede al PRI la iniciativa para el año 2000, gracias al Pronasol imperial de Clinton con la cual se iniciara la moda mundial del neoliberalismo: preocuparse por los problemas sociales y la pobreza.
Zedillo y los priístas han de sentir que ésta es su salvación, pues la convocatoria de Clinton incide en la situación financiera de México, y en la política al avalar y defender a los gobernantes que han mantenido la disciplina neoliberal, pero que han sido víctimas de la globalización y de los errores de septiembre en Rusia. ¿Es correcto para el PRD sumarse a esta estrategia de unidad a toda costa con los responsables de corrupción e ineptitud financiera? ¿O la tarea es legitimar con fuerza la lucha social e impedir que se convierta de nuevo en un instrumento de manipulación?
Por lo pronto, Zedillo ya tiene como justificación que la crisis no vino de aquí, y que Lankenau, Cabal Peniche y El Divino son sólo un mito genial auditable.
El pacto PRI-PRD-PAN viene quedando dentro de la estructura de la nueva arquitectura financiera, la cual requiere un marco político que Clinton ya busca para remontar el escándalo sexual y la ofensiva de la ultraderecha estadunidense. Con esto se refuerza la idea de que la sucesión en México está atada al rescatismo y el pactismo clintoniano, el cual avanza hacia el gran vacío de poder que serán las elecciones en México y Estados Unidos en el año 2000.