Francisco Pérez Arce Ibarra
El auditorio se llama Che
Me alegra que la OFUNAM regrese al Justo Sierra, el auditorio principal de Filosofía. Que los universitarios se acerquen con mayor cotidianidad a la música sinfónica, como lo hicimos en los años setenta en ese mismo auditorio, cuando la Sala Neza no existía. Volvió la OFUNAM con un programa muy atractivo: la Quinta de Beethoven, la Primera de Malher, en justo homenaje a Eduardo Mata. Qué bueno que regresó la OFUNAM al Auditorio Justo Sierra, pero ese auditorio se llama Ché Guevara.
No tengo nada contra Don Justo Sierra. Reconozco su estatura como personaje de la historia, su presencia como filósofo y su labor educativa. No es mi intención restarle méritos, lleva su nombre una calle del Centro Histórico, precisamente la de la Escuela Nacional Preparatoria, después Prepa 1, antes Real y Pontificia Universidad, siempre símbolo de universidad, cultura, inteligencia. Contando callejones y cerradas, en la ciudad de México hay 57 calles que llevan el nombre de Don Justo (lo constaté en la Guía Roji), además de las obligadas Prolongación Justo Sierra o segundas y terceras cerradas Justo Sierra. Tal proliferación ni le quita ni le añade merecimientos.
Quizá bastaba con una, precisamente la del Centro, para conservar la memoria del maestro. De cualquier modo, insisto, no se trata de restarle méritos, sino de llamar a las cosas por su nombre, y el Auditorio Principal de Filosofía se llama Ché.
No da lo mismo llamarlo de un modo o de otro. Precisamente se trata del contenido histórico de ese nombre. Durante los meses de julio a octubre del 68, los estudiantes lo llamamos Auditorio Ché Guevara. No sé a quién se le ocurrió darle ese nombre, pero sin duda fue afortunado. Lo adoptamos sin dificultad porque ningún personaje nos representaba mejor, en ese momento, a los jóvenes que hicimos de los espacios universitarios nuestra casa, y a las calles de esta ciudad nuestro campo de expresión. El Ché era la figura exacta: admirable, heroica, generosa. Había muerto apenas el año anterior, lo reprodujimos en carteles y afiches, de la misma manera en universidades europeas y latinoamericanas. Lo hicimos encabezar, en nuestras mantas, manifestaciones callejeras. Era la mejor expresión de los movimientos libertarios de la época. Por eso cuando nos dijeron que el Auditorio Principal de Filosofía se llamaba Ché, nos pareció obvio: su nombre fue escrito con pintura negra en la entrada; desde entonces lo lleva de manera indeleble, sin ofensa para Justo Sierra.
Luego el gobierno y su prensa nos acusaron de extranjerizantes y comunistas; contestamos levantando las imágenes de Zapata, Villa y Flores Magón; pero sin abandonar las ideas que representaban Camilo Torres, Gramsci, Durruti, Sacco y Vanseti, Martin Luther King; todos ellos tuvieron su aula; pintamos su nombre con caligrafía apresurada en los salones de nuestras escuelas.
Después del 68 casi todos los nombres volvieron a su sitio, el salón 103 volvió a ser salón 103. Casi todos. Pero al menos uno, el Auditorio Principal de Filosofía, lo tenía tan pegado que por más que lo llamaran Justo Sierra, seguía siendo Ché Guevara.
En días de temor y penumbra, la querencia nos llevaba de nuevo a ese auditorio. Después del 10 de junio del 71, cuando el movimiento estudiantil quiso volver a las calles a ejercer su derecho, y el gobierno respondió con otra agresión criminal, y éstas no podían hacerse en el Justo Sierra no tenía sentido, las hacíamos en el Ché Guevara. También ahí hubo cantos libertarios, festivales campesinos, conferencias obreras, debates. Ahí fue el diálogo del CEU con las autoridades, transmitido por Radio UNAM.
Perdone usted la terquedad pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Las islas se llaman Las Islas, la explanada de rectoría se llama Explanada de Rectoría, y el Auditorio de Filosofía se llama Ché Guevara.
Contiene muchos significados, es parte de nuestra memoria.
El anuncio del concierto de la OFUNAM en el Auditorio Justo Sierra, está firmado por Difusión Cultural de la UNAM, y junto aparece un logo de los 30 años del 68.
Hay ahí una contradicción. A 30 años del 68 me alegra que la OFUNAM toque en el auditorio Ché Guevara. Ustedes perdonen, pero así se llama.