La Jornada 25 de septiembre de 1998

Díaz Ordaz, Echeverría y García Barragán decidían todo, afirma

Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 24 de septiembre Ť El jefe de la estación de la CIA en la embajada de Estados Unidos en México manejó personalmente la relación entre su gobierno y el presidente Gustavo Díaz Ordaz durante 1968, y los funcionarios estadunidenses suponían que este último, Luis Echeverría y el general Marcelino García Barragán, eran los únicos que definían la respuesta gubernamental al movimiento estudiantil, afirmó el ex agente de la CIA Philip Agee, en entrevista con La Jornada.

Sobre la respuesta militar en la Plaza de las Tres Culturas, Agee afirmó: ``Yo creo que esa fue una decisión adoptada por el propio Díaz Ordaz, García Barragán y Echeverría Alvarez. Este comité de alto nivel estaba tomando todas las decisiones. No creo que hubiera mucho debate fuera de este grupo de tres. Ellos daban las órdenes''.

Agee, agente de alto nivel de la CIA en varios países de América Latina en los sesenta, y que estuvo en México durante gran parte de 1968 (tenía la cartera de ``agregado cultural'' y oficial político, entre otros disfraces diplomáticos), ya había decidido retirarse de la ``agencia'' ese año, y poco después provocó una de las mayores crisis de la CIA al divulgar y criticar sus operaciones en varias partes del mundo. Desde entonces odiado por sus ex jefes, está entre los críticos más famosos de la agencia secreta.

Entrevistado telefónicamente desde Europa, Agee cree que el gobierno estadunidense no fue alertado antes de los hechos sangrientos del 2 de octubre, pero señaló que los vínculos entre su gobierno y Díaz Ordaz eran tan cercanos que existe la posibilidad de que días antes los estadunidenses supieran lo que se aproximaba.

Agee recordó a estos reporteros que los vínculos estadunidenses con el gobierno de México eran muy cercanos en esos tiempos y que la relación personal con Díaz Ordaz fue manejada directamente por la CIA. El jefe de la estación de la agencia en México en 1968, Winston Scott, tenía una relación personal -casi exclusiva- con el primer mandatario mexicano, mayor de la que gozaba el propio embajador.

``Cuando el embajador Fulton Freeman llegó a México en 1964, descubrió que el contacto con Díaz Ordaz era el jefe de la CIA allí'', explicó Agee. Freeman se quejó de este arreglo y hasta apeló la situación directamente con el presidente Lyndon Johnson. ``Johnson, en la Casa Blanca, dijo, `mire, señor embajador, usted se ocupa de los asuntos diplomáticos, el jefe de la estación de la CIA continuará siendo el contacto gubernamental estadunidense con el presidente (de México)''', dijo Agee.

La CIA también ofrecía sesiones informativas diarias al presidente mexicano, incluyendo información sobre las actividades de grupos mexicanos de oposición, dice Agee. La agencia incluso le instaló a Díaz Ordaz un sistema de comunicación para su uso exclusivo, para que contactara a sus más allegados.

``Era un sistema especializado con el que podía sostener comunicaciones seguras con su gente más importante -dijo Agee-. Pero cuando se hace eso, naturalmente, la agencia lo arregla para poder escuchar''.

Al responder a la pregunta de a qué grado tenía conocimiento Estados Unidos de las decisiones clave del 68 y en particular lo de Tlatelolco, Agee dijo que pensaba que Díaz Ordaz no hubiera alertado ni a sus aliados estadunidenses. Pero reiteró que existe la duda sobre si Washington pudo interceptar conversaciones u obtener otra información para enterarse de lo que podría ocurrir el 2 de octubre.

``Los informes de inteligencia se enviaban a Washington casi a diario desde la estación de la CIA en México -recuerda Agee-. Yo vi la mayoría de ellos, en la estación había una colección de los cables y uno podía entrar a verlos para mantenerse al tanto''. Dice que en esas fechas, el enfoque era sobre el impacto de las protestas estudiantiles en la ``estabilidad política''.

En su famoso libro Inside the Company, Agee describe la lectura de uno de estos cables secretos a mediados de septiembre de 1968: ``Un informe fue sobre una reunión entre Scott (el jefe de la CIA en México) y el presidente Díaz Ordaz en la cual Scott tuvo la fuerte impresión de que el Presidente está confundido y desorientado, sin un plan o decisión sobre qué hacer.

``Creo que los reportes de inteligencia desde México probablemente fueron considerados como de buena calidad'', agregó Agee en la entrevista. Señaló que el jefe de la CIA en México también había sido cercano del presidente López Mateos, y después de Echeverría, cuando ocupó la Presidencia, aunque recordó que la CIA sintió que Echeverría mantuvo a sus agentes más distantes, y que había más incomodidad.

La CIA también desarrolló excelentes relaciones con la Dirección Federal de Seguridad (DFS). ``Había gente trabajando tiempo completo con la DFS, dos o tres, más un técnicoÉ todos (de la) CIA -explicó Agee-. Todos estos contactos dentro del gobierno estaban produciendo información de inteligencia, y por lo tanto nuestra agencia del gobierno y sus servicios de seguridad era bastante buena''. Sin embargo, la CIA no gozaba de muy buenos contactos con la Secretaría de Relaciones Exteriores ni dentro del PRI.

Agee dice no recordar datos específicos de las actividades de la CIA o la embajada en los momentos de Tlatelolco. ``Para entonces yo ya había decidido renunciar'', explicó. Pero sí recuerda que la matanza en la Plaza de las Tres Culturas tuvo un impacto profundo internacionalmente y que casi llevó a la cancelación de los Juegos Olímpicos que estaban por iniciarse 10 días más tarde.

``Poco después de la masacre, el Comité Olímpico Internacional se reunió en la ciudad de México. Fue la siguiente mañana en un nuevo hotel -explica-. Discutieron sobre cancelar los juegos por completo y lo sometieron a voto''. Según Agee, la cancelación se evitó por un solo voto. Para los estadunidenses era importante que las Olimpiadas se realizaran y el Comité Olímpico emitió una declaración afirmando que ``los problemas estudiantiles'' no tendrían ningún impacto sobre los juegos.

``En una manifestación salvaje de fuego en la Plaza de las Tres Culturas, el gobierno destruyó el movimiento de protesta y probablemente varios cientos de vidas'', escribió Agee en su diario (que se convertiría en su explosivo libro), el 3 de octubre de 1968. ``Oficialmente el costo fue establecido en 28 muertos y 200 heridos, pero probablemente mataron a varios cientos y muchos más fueron heridos. Más de mil 500, hechos prisioneros. Hoy reinó la confusión masiva''.

Treinta años después del 68, señala Agee, los funcionarios estadunidenses a todos los niveles entienden la importancia de la estabilidad en México. ``Sin duda alguna, este tiene que ser el país más importante de América Latina para Estados Unidos, y estar entre los diez más importantes en el mundo. En esos términos, la recolección de información y asegurar la estabilidad es una prioridad. La razón hoy día no es el comunismo, sino las insurgencias y los mercados''.