José Cueli
El dios Príapo, adolorido

Apuleyo llamó a la boca ``el vestíbulo del alma'', al igual que Bill Clinton. No porque es el primer sitio al que se apunta cuando se quiere romper el turrón con alguien o por existir la creencia de que es por la boca por donde escapa el espíritu al exhalar el último suspiro. Lo cierto es lo que se ha abusado de tal vestíbulo. Lo digo por la malicia universal que atribuye a algunas mujeres una extraordinaria afición a tal abuso.

Cervantes, quien además de genio tenía un gran sentido común que lo hacía sufrir tanto y fue tan atormentado en su vida, supo rendirle pleitesía a la boca de las mujeres al decir: ``Más vale un diente que un diamante''.

Instrumento tan precioso para la humanidad como es la boca, inicio de la caricia con la madre, ha inspirado gran interés por ser tema literario, psicológico, artístico y, hoy día, político. ¡Quién lo iba a decir! Lo trivial lo significativo.

De los groseros y toscos cuidados que los antiguos dedicaron a la puerta del discurso y del amor al pórtico del pensamiento. Así, Horacio le afeó a la vieja Lucía no sólo las arrugas de la cara y la nieve de sus cabellos, sino la inquietud de su boca, como lo prueba su sátira VII, al hablar de las hechiceras que acudían a los jardines de Mecenas a robar huesos y dientes humanos. Tales robos indignaron al dios Príapo, el cual creyendo lo contraproducente, aguda y pícaramente los amenazaba con lo mismo que ahuyentaba sus posaderas, estornudando tan fuertemente que espantaba a las viejas Camidea y Sagana, hasta el extremo de que se les cayeran los dientes, presas del pánico de Príapo con su pájaro al aire, altivo y noble.

A Clinton lector del Quijote se le olvidaron las enseñanzas de la vida del famoso hidalgo y tocado por la mano del dios Príapo, se le olvido estornudar para ahuyentar a la vieja Lewinsky y su carnal Starr, hasta el extremo de que se les cayeran sus afilados dientes con su pájaro al aire, altivo y noble. Lo que le llevó a que se burlaran de él, máxime cuando comprendió que sólo a la Lewinsky se le había caído toda la dentadura de tanto usarla, y la había recogido el perverso hechicero Starr, que se la puso en seco y aún no para de morder.

Gracias a este jueguito boca-pájaro- priapico, los escritores del mundo se han inspirado y le han, hemos, dado nuevas y jugosas funciones a la boca, incluida la política y la vomitiva. Tanto que ya es ``algo más'' que el vestíbulo del alma.

Si no, pregúntenselo al ex hombre más poderoso del orbe, tan adolorido y lastimado por las brujas y brujos derechistas, ladrones de dentaduras postizas.