La Jornada 25 de septiembre de 1998

Barnés se opuso al aumento de cuotas en la era de Chávez, señala

María Esther Ibarra Ť La conferencia Ciencias en el 68. ¿Y ahora qué sigue?, no sólo sirvió para que tres ex líderes del movimiento estudiantil de 1968 hablaran ante un público de jóvenes universitarios sobre los aciagos sucesos de hace 30 años. Fue la oportunidad, tal vez esperada, por El Pino, Salvador Martínez della Rocca, para lograr que, por primera vez, Marcelino Perelló se achicara en su asiento.

En el auditorio de la Facultad de Ciencias de la UNAM, esta vez Perelló provocó que su versión light del 68, la del recetario de anécdotas -``muy bien contadas por cierto'', dijo El Pino- lo volviera a cubrir de sombras. A su lado, Ani Pardo -de la Coalición de Maestros- y Martínez della Rocca no disimulaban su enojo. Ella parecía no escucharlo, él a cada rato daba golpecitos en la mesa.

Perelló recetó muchas de sus tantas visiones: ``Fue un movimiento de fiesta que vino a iluminar de colores al mundo, porque antes todo era en blanco y negro''... ``No había símbolos patrios ni banderas, y si las hubo fueron rojinegras. Sí, se pedía justicia y libertad, pero el movimiento no fue por la democracia, fue libertario. Por eso, lo democracia electoral nos venía más que guanga, aun cuando quienes militábamos en el Partido Comunista veníamos pidiendo su reconocimiento''.

Una más: ``La libertad de prensa no se originó en 68. Lo que pasa es que ahora la prensa miente mejor. Antes las mentiras de la televisión eran más inocuas y estábamos inmunes a ellas''.

Impaciente, Martínez della Rocca seguía escuchando. ``El movimiento más que una lucha política fue una insubordinación socialÉ Y pedíamos cosas imposibles: la liberación de presos políticos que eran guerrilleros, incluido uno que había puesto una bomba en la embajada de Bolivia en México. Le pedíamos al Estado que dejara libres a sus enemigos, a quienes le habían dado en la madre, como Campa y Vallejo; pedíamos que no hubiera cuerpos de granaderos y El Pino ahora sabe que ningún gobierno puede dejar de tenerlos''.

El actual delegado político en Tlalpan no se contuvo: ``Es triste limitar al movimiento a un conjunto de anécdotas, pero más triste aún es que ahora resulta que el 68 fue un llamarada genética de amor y de petate, y luego ya no pasó nada. No, cuate, las cosas son bastante más complejas que hacer una anecdotario. La situación que vive el país es peor o igual que antes, y por eso desde entonces iniciamos un movimiento para tratar de detener la locomotora del PRI, y creo que ahí la llevamos''.

Prosiguió encolerizado: ``Bajo la lógica de Marcelino, a ustedes, jóvenes, no les llegó ningún gene de amor y tendrían que ir a algún instituto de esta Universidad para que se los implanten, y entonces sí haya algún cabrón que se levante y tome la torre de rectoría para sacar del castillo de la pureza a quienes deciden excluir a 90 por ciento de los rechazados de la UNAM''.

O bien, agregó, para cambiar este sistema príista que tiene ``a 50 por ciento de los mexicanos desnutridos, a los trabajadores con salarios de mierda, que se han deteriorado en un 90 por ciento en la última década, tanto de obreros como de profesores. No cuate: el 68 fue una lección de cómo históricamente se van conformando los movimientos sociales, y aunque hoy se teoriza mucho que los jóvenes están calmados, porque según tú no tienen ese gene de amor, y a todo mundo le vale madres que el acceso a la educación cada vez se restringe más, no nos sorprenda que cuando menos lo esperen (las autoridades universitarias) surja un movimiento como el del CEU, que en 86 levantó una lucha contra la política neoliberal que se trató de implantar en esta Universidad''.

Y se permitió una anécdota: ``Por cierto, en aquel movimiento que hicimos en contra del rector Chávez, cuando expulsó a varios estudiantes, había un muchachito aguerrido que se oponía al autoritarismo, al aumento de cuotas y defendía el pase automático. Ese joven era Francisco Barnés de Castro. Y si ahora dice que no es momento de incrementar las cuotas, tampoco se declara a favor y en defensa de una educación pública y gratuita''.

Marcelino, recogido prácticamente en el asiento, escuchaba. ``No cuate, dices que en 68 nadie se planteaba la democracia. Eso es falso, porque todas nuestras consignas y desplegados planteaban justamente la democracia frente a un Estado autoritario y opresor, que en todo utilizaba al Ejército para reprimir cualquier demanda justa e independiente.

``Cierto -reconoció-, hay muchas cosas por hacer, pero estamos en un gobierno muy trabado por un sistema normativo y sin presupuesto. Y sí, también hemos cometido muchos errores, pero tenemos que ganar el 2000 para que en este país no haya más pobres, y es en la democracia donde podemos discutir qué país queremos y luchar por él. No sé qué entiendas tú por democracia, pero ahí está la historia del movimiento que nos enseñó que vale la pena luchar por ese camino hacia la transición democrática''.

Con un apretón de manos ambos establecieron una especie de tregua, y quedaron comprometidos para continuar con el debate.