Arnoldo Kraus
Que responda el responsable
No imagino ofensas más dolorosas e imperecederas que la violación. Si ésta es tumultuosa, lacera doblemente. Y si a la perversidad de un acto tan animal sigue la burla, la impunidad y el contubernio de una ley podrida aún antes de nacer, ¿en qué creer?, ¿qué hacer?
No es necesario ser padre para comprender la magnitud del daño ni para exigir castigo para los violadores. Tampoco es indispensable ser jurista o miembro de alguna Organización No Gubernamental para identificarse con las vejadas. Nunca está por demás transformarse en el lugar de la víctima para hablar. No sobra tampoco preguntarse qué haría uno como padre o madre si tras la violación los agresores son capturados. Y si a esto se agrega que los ultrajadores son los ejecutores de la ley, y que durante el careo, las niñas-jóvenes tuvieron que soportar el hostigamiento de los defensores de la policía, con la anuencia de la juez y el Ministerio Público, usted, como padre, ¿qué haría?
Es primigenio colocarse en el lugar del otro. Es imprescindible comprender que la violación es ``casi'' azarosa y que la víctima puede ser alguien tan cercano como uno mismo. Lo narrado por los reporteros de La Jornada no ha sido desmentido por la juez ni por el Ministerio Público de Tláhuac, por lo que la epopeya de las violadas y la impunidad con la que se llevó a cabo el proceso parecen incontrovertibles. ¿Qué tan lejos queda Tláhuac?, ¿qué opinará Samuel del Villar?, y sobre todo, ¿qué debe hacer la sociedad civil?
Es evidente que las agredidas contaban, sobre todo durante el juicio, con un elemento en contra, cuyo peso, es inconmensurable: ser pobres. Su indefensión y la humillación a la que fueron sometidas no puede explicarse de otra forma. Como tampoco puede entenderse que la audiencia se haya prolongado durante 16 horas y que en el recinto, en donde ni siquiera había agua para tomar, los cortes de luz hayan sido frecuentes. Esos son los escenarios de la justicia mexicana: paredes y sillas que conocen el veredicto aun antes del juicio.
Es incomprensible que los impartidores de justicia hayan permitido que se hagan preguntas como las siguientes --las copio del reportaje de Humberto Ortiz Moreno--: ``¿A que distancia en metros estaba la ventana por donde salieron de la malla ciclónica por donde escaparon del cuartel? ¿De qué grueso era el vidrio? ¿En cuántas partes estaba roto? ¿Qué estaban haciendo tus amigas cuando te estaba violando...? A las niñas-jóvenes violadas les realizaron más de 300 preguntas... ¿Dónde queda Tláhuac? ¿Qué haría usted si su hija hubiese sido violada por algunos de los 15 --quince en letras-- efectivos del destacamento 18 del Agrupamiento a Caballo? Reconstruyamos la escena. De la violación y del interrogatorio. La amoralidad, el sesgo y la dificultad para comprender las preguntas es demoníaco.
La posibilidad de que las niñas hayan mentido es nula: los peritajes ginecológicos son inequívocos. La probabilidad de que la ley en Tláhuac y otros sitios vecinos siga siendo huérfana depende del destino de ésta y otras historias afines. Y esta narración, y su destino, ahora son responsabilidad de la sociedad civil, pues la menor de 13 años, a las dos de la mañana del día del careo, modificó sus declaraciones y se retractó. Es probable que los policías-violadores obtengan su libertad. Y con ellos, la diosa impunidad, la inexistente justicia y la sinrazón prosigan su camino. ¿Qué haría usted si una de sus vástagos hubiese sido parte del festín de la policía de la vecina Tláhuac?
La miseria nos ha inundado. No tanto la económica, sino la de la cultura de la impunidad. Aparejada cabalgan la pobreza de la moral y la de la injusticia. Los violadores no son civiles: son quienes velan por los ciudadanos. No podría haber mejor argumento surrealista para comprobar el carácter saltimbanqui de nuestras leyes; policías violadores, juicios de 16 horas, 300 preguntas, tres niñas acosadas. ¡Pobre Clinton!
La perversidad de las leyes y su dismorfismo permiten todo. Todo. Lo imaginable y lo inimaginable. ¿Es insuficiente la evidencia ginecológica para aplicar la justicia? ¿Se requiere que alguna de las jovencitas se suicide para comprender la flagrancia de la barbarie?