ASTILLERO Julio Hernández López
En cuatro escenarios distintos ha exhibido el PRI el tamaño de su crisis interna. En Guerrero, con una demostración de coletazos entre dinosaurios; en Baja California Sur, regalándole al PRD la posibilidad de reproducir la experiencia zacatecana del monrealazo; en Quintana Roo, llenando de graves enconos a las principales familias políticas priístas; en Hidalgo, ofreciendo a cual más de mala opción.
Pero, sobre todo, las elecciones internas priístas de candidatos a gobernadores de cuatro estados mostraron sin disfraz la peligrosa realidad de la balcanización política de México. No hay poder, ni control, ni contrapeso central: las fuerzas políticas regionales están ocupando a golpes los espacios que ya no ocupa el dedo presidencial, cuyo retiro así, en estampida, sin construcción política de puentes ni de transiciones, se constituye en un platillo de regalo para la voracidad de las fuerzas caciquiles de cada estado o región.
El verdadero poder: los gobernadores
Así, en las cuatro entidades donde se realizaron este domingo pasado comicios internos, el verdadero poder ya no fue el del Presidente de la República, ni del secretario de Gobernación, ni del presidente del comité nacional priísta, sino de los controladores de los hilos del dinero y de la política de cada entidad; a plenitud, los gobernadores Jesús Murillo Karam en Hidalgo y Guillermo Mercado Romero en Baja California Sur; a medias, Mario Villanueva Madrid, que finalmente acabó apoyando la única opción que le dejaron que fue la de Joaquín Hendricks (pues su favorito original, Jorge Polanco Zapata, fue vetado en el PRI, aunque ahora está a punto de ser postulado por el pragmatismo del PRD); e, independientemente de quién sea finalmente el ganador oficial (René Juárez o Manuel Añorve), el reconocimiento de que en Guerrero hay dos poderes reales, el institucional y efímero de Angel Aguirre Rivero y el real y permanente de Rubén Figueroa Alcocer.
De esa manera, los comicios internos, que tan buen material teórico están dando para los irreales discursos de Mariano Palacios Alcocer, se convirtieron en una feria de trampas e ilegalidades: los gobernadores desviaron importantes recursos públicos para apoyar a sus favoritos, los mapaches compensaron la reducción de su mercado externo al encontrar una alta demanda de servicio en trabajos internos, y se consolidaron las peores tendencias políticas de cada entidad.
Calentando motores para el 2000
Por otra parte, las elecciones internas mencionadas sirvieron de campo de experimentación para la batalla del 2000. Desde ahora, el Presidente de la República está fuera de la jugada tricolor. A estas alturas, y en los procesos que más debían cuidar de iras superiores, que eran los de sus propias sucesiones, los gobernadores mostraron ya su desapego y rechazo a cualquier indicación de las alturas; que sean elecciones abiertas, en las que gane el mejor, se les dijo desde esas oficinas donde se vive la extrema inapetencia del poder y la patética falta de oficio político, pero esos gobernadores sólo hicieron como que oían y continuaron trabajando a favor de sus favoritos.
Si los de ahora son ensayos en el PRI rumbo al 2000, podemos prever desde ya los resultados: la coalición de grupos, cárteles y sindicatos de poder político y económico para sacar adelante a sus candidatos, al costo que sea, por encima de pretensiones de buena fe o de discursos democratizadores. Sin fiel de la balanza, ni árbitro, la pelea priísta por la candidatura presidencial será a navaja limpia, como bien ha caracterizado el dirigente panista Felipe Calderón Hinojosa la riña de este domingo en cuatro entidades.
Los guerreros de Guerrero
La batalla campal de Guerrero estaba más que cantada. Todo mundo lo vio venir pero no hubo ninguna autoridad política que la detuviese. Si no llegó a peores momentos de violencia física fue por mera providencia. El gobernador en funciones, Angel Aguirre Rivero, contra su antecesor, el mandatario con licencia, Rubén Figueroa Alcocer. Nunca antes se había dado un zafarrancho así en las filas priístas. Pero los tiempos han cambiado. Allá se vivió una lucha superlibre, sin réferi ni reglas.
Ahora tocará el turno a los perredistas, quienes aceptaron trasladar su elección interna una semana después de la de los priístas, pues conjuntar ambos comicios partidistas el mismo día hubiese sido una especie de guerra civil. Con un PRI desgastado, enfrentado, enconado, los perredistas tendrán la mejor oportunidad de alcanzar la gubernatura del estado. Lo único que los podría detener en ese camino sería justamente la reproducción de los errores del tricolor. Es decir, la división y la polarización serían los principales obstáculos para el PRD en esa inmejorable perspectiva de triunfo que se abre para ellos.
Un monrealazo en BCS
A la hora de escribir esta columna estaba por realizarse una concentración de simpatizantes de Leonel Cota Montaño en La Paz, para definir públicamente la postura que asumirá el alcalde con licencia de este municipio en su búsqueda de la gubernatura de Baja California Sur.
Cota Montaño habría quedado en una ligera desventaja numérica en las elecciones internas priístas (un virtual empate técnico) respecto al puntero Antonio Manríquez Guluarte, a pesar de que éste habría contado con todo el apoyo del aparato oficial que el gobernador actual, Guillermo Mercado Romero, le habría puesto a su servicio.
En caso de darse por bueno el cuestionamiento de Manríquez Guluarte (en cuya construcción se contó con los inmejorables oficios del delegado general del CEN del PRI, Norberto Mora Plancarte, depositario emérito de toda la historia de mapachería y alquimia del tricolor), se habrán creado también las condiciones para la escisión de dos cuadros básicos del priísmo sudbajacaliforniano como son el citado Cota Motaño y el general José Antonio Valdivia.
Ambos personajes coinciden en la lucha contra el fango que ha cubierto la vida política de aquella entidad durante los gobiernos de Víctor Manuel Liceaga Ruibal y del actual Mercado Romero. Gobernada como feudo, la porción sureña de la península de Baja California se ha convertido en plaza fuerte del narcotráfico y en paraíso de la corrupción impune.
Afectados por unos comicios internos sucios y manipulados, en los que se volcó el peso del aparato gubernamental a favor de Manríquez Guluarte, Cota Montaño y Valdivia tienen frente a sí el momento de las definiciones.
El PRD, por lo pronto, mantiene su oferta a Cota Montaño para que sea candidato a gobernador, y podría buscar la manera de incorporar al propio general Valdivia, o a su corriente, en la integración de una fórmula que busque derrotar a Manríquez Guluarte y su estela de continuismo.
El paso adelante, al menos del lado de Cota Montaño, está virtualmente dado.
Astillas: Cuauhtémoc Cárdenas sigue cuidando la vertiente militar como elemento definitorio de la transición democrática mexicana. Por ello, ha emitido su juicio condenatorio contra Gustavo Díaz Ordaz en cuanto al 68, dejando a salvo a la institución castrense... La única desgracia que faltaría de pasar lista en Los Pinos sería la caída del presidente estadunidense William Clinton. Buena parte de los hilos que sostienen la economía mexicana están en las manos del mandatario entrampado. México, y sus problemas, podrían convertirse en materia de litigio electoral en Estados Unidos en caso de producirse una renuncia o un juicio político que generaría reacomodos políticos en aquella nación y en sus posturas respecto a su vecino pobre...
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