Bajo el diluvio y a la luz de las velas nacieron siete bebés en la sierra
Roberto Garduño, enviado, Comunidad Belisario Domínguez, Chis., 20 de septiembre Ť A la luz de las velas, en lo más alto de la Sierra Madre de Chiapas nacieron siete bebés. Uno, prematuro, sobrevivió entre bolsitas de agua caliente.
Al hospital básico de Siltepec llegaron ``cómo Dios les dio a entender'', entre la lluvia, siete mujeres parturientas. Sus hijos nacieron a pesar del corte de la energía eléctrica, el inservible equipo de esterilización y el reducido material curativo.
Camino arriba, en la cañada que encierra a Belisario Domínguez, Martina Salinas, enfermera que atraviesa la Sierra Madre, de Huixtla a Siltepec, para trabajar en el hospital básico, relata aquella historia de sobrevivencia en medio del desastre:
``Fue entre el 9 y el 14 de septiembre cuando los caminos se desgajaron. Llegaron las mamacitas para ser atendidas, pero no había planta de luz, y eso que ya se había pedido desde hace meses, pero no nos hicieron caso.
``Total que teníamos que traer a los bebés. Uno fue naciendo unas horas, otro después, y así llegaron, pero nosotros con el nervio porque no sabíamos si estarían bien, pues no funcionaba nada. Estábamos nerviosas porque utilizábamos muy cerca de las mamacitas unas velas... Y que se nos ocurre que los llamaríamos los románticos. ¡Por lo de la luz de las velas, ja, ja, ja!
``El último fue prematuro de seis meses, con poquito peso, y ni siquiera teníamos incubadora, ni a eso llegamos; se tenía que bajar a Motozintla o Tapachula, pero no se pudo. Sobrevive porque nos turnábamos para colocarle bolsitas de plástico con agua caliente. Fueron cinco días. ¡Y sobrevivió!''.
Martina Salinas bajó días después a su pueblo, Huixtla, y de nuevo este domingo remontó parte de la Sierra Madre a la espera de un helicóptero que la llevara a Siltepec. ``Espero que por fin nos lleven la planta de luz'', reclamó.
El saldo en Belisario Domínguez
Entre la abrupta geografía de los cerros y cañadas, decenas de villorrios desaparecieron, raquíticas siembras de café se perdieron y miles de coníferas y ceibas fueron arrastradas por la corriente. Ya no hay nada de lo que puedan vivir familias completas. Camino arriba, rumbo a Motozintla y Siltepec, no se sabe que pasó, es imposible llegar por tierra.
La maquinaria de la constructora ICA avanza muy lento sobre lo que fue la carretera, remueve toneladas de arenilla, lodo y fango sierra arriba. A un lado caminan mujeres, niños, ancianos y hombres. La señora Magdalena Robledo, viuda desde hace una semana, recuerda que el torrente arrastró a su marido... llora:
``El arroyo que viene de San José Ixtepec chingó muchas casas, hizo muchos destrozos, con la gracia de Dios no se llevó a mis hijas. Arrastró a mi esposo, lo fueron a encontrar muertito cerca de Huixtla. Se vino el barranco y arrancó mi parcelita de café. ¡Ay! ¿Por qué Dios nos mandó tanta agua?''.
La corriente del río Tuliman irrumpe con fuerza, terminó hace días con lo que encontró en su cauce. ``Se llevó mi barrio, El Naranjo'', platica Gloria Vázquez, quien también se acuerda de los villorrios cuesta arriba del río. ``Las comunidades de Honduras, San Lucas, Monte Estrella, Las Cruces, Benito Juárez, El Carrizal esperan poquita ayuda, no se puede pasar de Motozintla para allá porque hubo más de 100 derrumbes, y en uno de ellos está enterrada una maestra embarazada y su esposo... los agarró en medio del camino y no pudieron salir'', dice aún incrédula.
-¿Cómo está la gente allá arriba?
-Se necesita comida y medicamentos.
El Tuliman arrastró casas pobrísimas, como la de Elfego Lorca Figueroa, del barrio Toquian Cuauhtémoc, ejido San José Ixtepec, donde la loma se partió y no quedo nada, puro lodo.
``Somos refugiados, salimos de entre el agua, y cuando regresamos ya no había casa. La gente se condolió de nosotros, porque pensaron que nos había llevado el río, porque mire la corriente. Yo quisiera que usted le dijera al presidente del país que nos ayude con casa, con lámina y algunos palos. Ahora vivimos en una vega del río con el miedo de que regrese''.
Otra señora, como estatua mira y mira el caudal del río. Es Adelaida Robledo Robledo: ``Tengo 29 años aquí. Allá, al otro lado, estaba el río -señala a una distancia como de 200 metros- no pensamos que pasaría hasta acá. ¡Huy! Llovió muchísimo, lloró la gente. Se perdieron 175 casas''.
Al margen del cauce, otra mujer tampoco quita la vista del río. ``A nosotros no nos dan ayuda, sólo a los que se les fue por completito su casita. Mira: a mí sólo me quedó un cuarto. Estoy muy mal porque somos pobres, mi esposo está accidentado, no trabaja. Lo incapacitaron, y nada de dinero le dieron, que porque no tenía seguro, por eso no le dieron nada.
``Mis hijos estudian, pero ya no los voy a mandar a la escuela, porque como están las cosas ya no van a ir, ahora se quieren ir de militares para ayudarme, dicen...''
En Belisario Domínguez únicamente quedan mujeres solas, casi no se ven hombres. Algunos se fueron a trabajar, otros a recoger lo que pudieran de la margen del río, algunos más se emborrachan en el prostíbulo del pueblo, otros las abandonaron.
Ofelia Hernández, una viejita que apenas se puede enderezar, vigila que nadie le robe sus pocas pertenencias. ``Las piedras acabaron con todo, y mire, señor, no quedó nada, todo se acabó, ya no sabemos que pasará, pues no recibimos nada aquí...''
También se suma a la queja doña Zoila Velázquez: ``Yo perdí mis cosas, todos mis trastes no los pude sacar, perdí cuatro colchones, dos camas, todas mis cositas, ya no dio tiempo... ya no dio tiempo''.