ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Como si lo que faltasen fuesen problemas, el presidente Zedillo se ha encargado de abrir cuando menos dos flancos más de batalla, obedeciendo a arranques personales de sinceridad declarativa que, sin embargo, disminuyen la figura presidencial, al enredarla en litigios menores por encima de los cuales debería estar siempre quien porta en el pecho la banda tricolor.
Contra la Cruz Roja Mexicana
Al hablar de esta institución de ayuda, deben diferenciarse, por un lado, el cuerpo entero de ella y, por otro, sus niveles directivos. Como en los demás organismos sociales, hay de todo entre sus integrantes. El cuerpo operativo está formado en su mayoría por miles de mexicanos de buena voluntad, que dedican tiempo, esfuerzo y conocimiento en el auxilio de sus semejantes, sin que tales características generales eliminen los riesgos de comportamiento indebido de parte de algunos de ellos.
Igualmente, al hablar de la élite directiva de la Cruz Roja Mexicana (CRM) es necesario evitar las generalizaciones. Hay en ese nivel un importante número de mexicanos y mexicanas que de manera notable se esfuerzan por mantener vigentes los principios de esa organización internacional pero, por desgracia, en tiempos recientes se han incrementado las conductas, las declaraciones y los indicios polémicos y preocupantes, sobre todo a cargo del presidente de ese rango directivo, José Barroso Diez.
En efecto, la gestión de Barroso Diez se ha enzarzado en discusiones respecto al uso del condón para prevenir el contagio de sida pero, además, ha recibido acusaciones de negligencia, malos manejos y politiquería. En el estado de Guerrero, por ejemplo, se cuestionó desde oficinas gubernamentales el uso de los recursos aportados por particulares, y canalizados mediante la CRM, para damnificados por el huracán Paulina. Las acusaciones no fueron plenamente desmentidas y los recursos anunciados no llegaron a su destino, así de simple.
Por otra parte, entre las organizaciones sociales solidarias con el zapatismo chiapaneco se tiene la convicción de que Barroso Diez ha jugado un papel deplorable al prestarse para boicotear la posibilidad de que la Cruz Roja Internacional pudiese servir como intermedio en el conflicto del sureste.
Evidenció la crisis de la CRM
Pero ha sido el presidente Zedillo quien más crudamente ha evidenciado la crisis de credibilidad que vive la CRM y los signos de ineficiencia o de corrupción que le afectan. Las palabras presidenciales pudieron parecer dirigidas a las varias organizaciones sociales no gubernamentales que recolectan ayuda para los damnificados de Chiapas, y habría quien entendería tales críticas en el contexto, ya común y frecuente, de las desavenencias profundas del zedillismo con los grupos proclives al zapatismo.
``...Hay organizaciones de carácter nacional que están diciendo en la ciudad de México que están haciendo grandes colectas, y que yo no he visto un kilo de esa ayuda que ellos podrían estar distribuyendo directamente aquí (...) yo me puedo hacer responsable por lo que se está recolectando por parte de organizaciones privadas, incluso poniendo grandes desplegados en los periódicos pidiendo la ayuda; y yo vengo y no encuentro ninguna de esa mercancía...'', dijo el Presidente el pasado jueves 17 en Mapastepec, Chiapas.
Hasta allí, el presidente Zedillo había avanzado en una denuncia que bien podría haber dejado en una cómoda indefinición. Pero prefirió la precisión quemante: ``Estoy hablando, por ejemplo, de esa organización, que dice que tiene mil toneladas de ayuda'', dijo, y tocó con el índice el escudo de la Cruz Roja que la señora Blanca Estela de Castillejo llevaba en su vestido, según la crónica de Rosa Elvira Vargas publicada en La Jornada. ``Y no ha llegado'', precisó doña Blanca Estela. ``Ah, bueno, pues explíqueselo a los periodistas'', encarriló Zedillo. ``Toda la ayuda de la Cruz Roja se quedó en Tapachula, donde no pasó nada'', concluyó la mujer.
Tan punzantes acusaciones presidenciales hacia una organización de tan larga veneración popular en México deberían pasar del impulso declarativo circunstancial al de las precisiones que ayudasen a corregir y acaso castigar errores. Con una frecuencia nunca antes conocida se han difundido en otros momentos informaciones en las que se da cuenta de la putrefacción y el abandono de recursos enviados a la Cruz Roja por mexicanos de buenos sentimientos para sus hermanos en desgracia. Trámites no realizados, pugnas burocráticas, corruptelas y desdén, son algunos de los elementos detectados en esos desagradables episodios.
Pese a todo se le tiene confianza
Ahora, sin embargo, es el Presidente de la República quien acusa, y la Cruz Roja Mexicana no puede quedarse sólo en una defensa tibia del asunto, o en la continuación del pleito menor, al señalar que Zedillo no ha viajado a los lugares a los que sí han ido los elementos de la benemérita institución.
Pocas instancias nos quedan a los mexicanos en las cuales confiar, y una de ellas sigue siendo, a pesar de todo, la CRM. Si existen en ella abulia, ineficiencia, displicencia u otros defectos peores, acaso algunos de ellos hasta punibles por la gravedad de sus consecuencias, es una obligación de salud pública esclarecerlos y corregirlos. Quien ha hecho un grave señalamiento no es un policía de crucero ni un activista del zapatismo, sino el jefe de las instituciones nacionales, el Presidente de la República.
Contra López Obrador
No hay una buena comunicación (ni buena química, como se acostumbra denominar la existencia de simpatía común) entre el presidente Zedillo y el dirigente nacional del PRD, Andrés Manuel López Obrador. En más de una ocasión, los encuentros personales de ambos han derivado en toscas confrontaciones de puntos de vista diametralmente alejados. El estilo político del tabasqueño, ajeno a elaboraciones complicadas, cercano a la pulsación del sentir popular, y tajantemente comprometido con valores históricos como la soberanía nacional y la justicia social, ha irritado algunas veces al titular del Poder Ejecutivo Federal, dándose fin a alguna reunión en condiciones tensas, agrias, difícilmente disimuladas.
En las semanas recientes el encono contra López Obrador se multiplicó, pues con la decisión de ir hacia delante con el caso Fobaproa, dando a conocer nombres de involucrados, y enlazando este asunto con la campaña presidencial zedillista, el tabasqueño fue víctima de enojos diversos, algunos de ellos verdaderamente preocupantes, por el riesgo de que personajes secundarios, deseosos de quedar bien a los ojos de sus jefes, convirtiesen en realidad los exabruptos que acaso fuesen sólo circunstanciales y no producto de deseos verdaderos.
Sin embargo, ahora, en el drama chiapaneco, el presidente Zedillo encontró manera de reanudar el litigio. ``Háblele a Andrés Manuel López Obrador y dígale cómo están las cosas aquí. Leí notas muy agresivas de él... se me hace que está mal informado'', le dijo el presidente de la República al perredista Gilberto Santos Cruz, quien es presidente del municipio de Pijijiapan.
Con tal recomendación, el presidente Zedillo pretende descalificar las críticas que a su vez le ha hecho López Obrador. Desinformado, desconocedor de lo que realmente pasa en Chiapas, sin las botas llenas de fango, el tabasqueño sería entonces un declarante de larga distancia, un irresponsable opinador al que un correligionario debería moderar y corregir para evitar más dislates.
Sin embargo, si alguien debería eludir el ping pong de las acusaciones, y evitar la tentación de convertirse en censor con argumentos simplones de la postura del dirigente de uno de los principales partidos del país, es justamente el jefe de las instituciones nacionales, el Presidente de la República.
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