La adversidad golpea otra vez a Chiapas. El embate de los elementos que se desbordaron sobre esta entidad federativa, indica que los hados no han sido propicios en los actuales tiempos. La zona costera, la sierra y el Soconusco sufren por las inundaciones y su trágica secuela. Ríos descendiendo de las montañas, con una altura de más de 2 mil metros, precipitaron unas corrientes enfurecidas sobre poblados desprotegidos. Muerte, angustia, desesperación. Cientos de habitantes aislados; pérdidas materiales, agricultura, ganadería y pesca devastados; muertos, desaparecidos y heridos se suman a la vastedad de la tragedia.
Duele ver a la tierra natal sumida en la desesperación, advertir la situación vulnerable de los pobladores. La magnitud de los daños es severa; por ende, atender lo inmediato debe ser tarea del gobierno, en sus tres niveles, y de las organizaciones civiles. La solidaridad nacional e internacional, evidentemente, no puede cuantificarse. Vale por sí misma. Por lo que las expresiones de cooperación colectiva pueden traducirse en elementos directos de fortaleza y reciedumbre, como fundamento mismo de la convivencia pacífica entre los pueblos.
Pero a pesar de la desgracia, Chiapas aún sigue en pie. Sigue vigente el vigor de los chiapanecos, la fuerza social necesaria que sirve para afrontar la adversidad. Las fuerzas naturales que Chiapas enfrenta, tampoco deben ser pretexto para que se levanten muros infranqueables que consigan debilitar o dividir más a los chiapanecos. Montarse en la cresta de la desgracia a nada conduce, tampoco levantar infundios o posiciones partidistas. Chiapas, afortunadamente, aún cuenta con su energía inconmensurable, con el deseo vehemente de continuar luchando por su auténtico desarrollo. Y eso es lo que se debe aprovechar.
La presencia del presidente Zedillo en la entidad, para atender la emergencia, debe ser tomada en su correcta dimensión. Los mexicanos, y los chiapanecos, por supuesto, tenemos voluntad y capacidad para salir adelante. Chiapas tiene, además, una raigambre histórica de primer orden, demostrativo del trabajo persistente de los chiapanecos de antaño; talento e imaginación tampoco han faltado, ni el deseo de salir fortalecidos frente a la desgracia. Por lo que Chiapas merece un futuro promisorio, otro destino. Y este debe ser forjado con la unidad de los mexicanos a fin de enfrentar los retos y desafíos, ya sean naturales o sociales.
Cabe resaltar que aunque pasó inadvertido para la opinión pública, el 14 de septiembre se cumplió el 174 aniversario de la federación de Chiapas a México, fecha histórica que sobra mayor relevancia en medio de la tragedia, cuando los chiapanecos demostramos una decisión inquebrantable y vocación democrática al manifestamos libremente.
Retomar el legado histórico que el pueblo chiapaneco dejó por la lucha libertaria en 1824, cuando proclamó, mediante plebiscito, su reincorporación a México, también resulta indispensable en estos tiempos. El pronunciamiento solemne ocurrió un 14 de septiembre, demostrando que la solución a los problemas sociales y políticos se encuentra en el diálogo democrático y no en el uso de las armas. Este es el legado de Chiapas que debe ser aprovechado por todos.
Chiapas, amante de la libertad, defensora de la democracia y de la autodeterminación, fue la primera provincia centroamericana que proclamó su independencia para separase de España el 28 de agosto de 1821, en Comitán. En la actualidad, también debe levantar su voz para dirimir sus conflictos no por el derecho de la fuerza, sino por la fuerza del derecho.
El Chiapas de hoy tiene la fórmula político-social correcta para solucionar el conflicto indígena-campesino: el diálogo democrático y la voluntad política, buscando la paz justa a través de los consensos necesarios. Chiapas, pese a los elementos naturales y sociales que pretenden frenar su crecimiento, pugnará por su reconstrucción, demostrando el más alto significado humano, solidario.
*Senador de la República