El transporte público en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México está en crisis. Es otro legado de siete décadas de dominio del PRI, que el gobierno de Cárdenas en el DF no podrá resolver solo y en el corto tiempo que dura. A pesar de ser una sola ciudad, su regulación y gestión depende de dos gobiernos distintos: el del Distrito Federal y el del estado de México, con obvios límites en su coordinación. La situación en la parte mexiquense de la urbe es similar o más grave que la del DF, a la que nos referiremos.
En oposición con la racionalidad funcional y la lógica urbana, el microbús domina el sistema con un 55.1 por ciento de los usuarios, mientras el metro atiende al 13.4, el autobús al 6.7 y el trolebús al 0.6 (La Jornada, 14-VII-98). El microbús no tiene organización operativa adecuada; sus rutas se superponen y carecen de control; se detiene en cualquier lugar, incluyendo accesos de vehículos en grandes instituciones (UAM-Xochimilco, por ejemplo); por su reducido tamaño, consume más combustible y contamina más que otros medios como el autobús; sus conductores no tienen la calificación necesaria para atender un servicio público; entorpece el tránsito y eleva así la contaminación del aire; sus únicas ventajas son su menor costo unitario y su versatilidad operativa. Su forma arcaica de organización empresarial y la lucha por rutas y pasajeros, lleva a conflictos, en ocasiones muy violentos, y a plantones que frenan el tráfico vehicular
El metro y el autobús, más adecuados al funcionamiento urbano, más racionales en la relación entre consumo energético por usuario y contaminación, han perdido su lugar como estructuradores del sistema de transporte y medios dominantes en el movimiento de personas, para hacerse cada vez más marginales. En medio de la crisis de larga duración y por su alto costo, la ampliación del metro ha sido lenta e insuficiente para el crecimiento de la demanda; la no integración de su trama sistémica obliga a recorridos excesivos, al uso combinado de otros medios o a dejarlo de lado. El trolebús, pese a sus ventajas, no tiene la extensión, prioridad y eficiencia necesarias para ser preferido por el usuario, enfrentarse a la maraña del tránsito y brindar un servicio adecuado.
El congelamiento del crecimiento y modernización de Ruta 100 luego de la municipalización en los ochentas y su arbitraria liquidación por el anterior gobierno capitalino, sin una política previa para sustituirla, destruyeron el sistema de camiones. Hoy, el servicio es ocasional y desestructurado. El programa de privatización, luego del fracaso de las primeras concesiones, muestra que la empresa privada tiene poco interés en construir una estructura de servicio público de pasajeros a bajo costo, eficiente y adecuado a las necesidades metropolitanas. La sustitución de microbuses por camiones, anunciada en el programa de transporte de la última regencia priísta, dio poco resultado, por la elevación del costo de las unidades y el encarecimiento y escasez del crédito; hasta ahora no parece que este programa se dinamice lo suficiente para acabar con el microbús, considerado por la ciudadanía como un mal necesario.
El servicio de taxis presenta rasgos dramáticos: vejez, abandono e incomodidad de las unidades; impericia y agresividad de los conductores; individualización y falta de organización empresarial; presencia de miles de unidades piratas; conversión de muchos en instrumentos de la delincuencia, en ausencia de formas adecuadas de control; se ha vuelto el medio de transporte más peligroso en la gran metrópoli. La constante en todos los medios, es la debilidad de los instrumentos de control gubernamental sobre la organización del sistema y su operación; la policía en la calle no cumple aún con su función de aplicar los reglamentos, usándolos todavía como justificación de la ``mordida'' que se resiste a desaparecer.
Este es un cuadro preocupante para los ciudadanos. En el mediano plazo, el actual gobierno del DF podría actuar más activamente en la regulación del servicio de taxis, invertir directamente en el de camiones, ampliar el de trolebuses y acelerar el reemplazo de los microbuses, como acciones prioritarias.