BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
Es tiempo del plan B

La crisis financiera mundial ha adquirido tintes inimaginables, sobre todo para los economistas ortodoxos, quienes pensaban que aplicando en Asia las mismas recetas que se usaron para México en 1995, resolverían y aislarían el problema de la región con rapidez.

Primero la teoría económica heterodoxa y luego la desgarradora realidad que se está viviendo ahora también en otras áreas del planeta -aunque no en el primer mundo todavía-, han sido necias e invitan nuevamente al debate frontal. Las ganancias del proceso de desarrollo del este asiático de 30 años, prácticamente han desaparecido en sólo un año. Esto demuestra las asimetrías en los procesos económicos.

En un artículo reciente (Fortune, 9 de septiembre) Paul Krugman plantea que los programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional, lejos de haber cumplido su cometido, son en gran parte los causantes de la intensificación y de la difusión de la crisis asiática a una buena parte de los países emergentes.

George Soros (The Ottawa Citizen, 16 de septiembre), también ha hecho declaraciones profundas en ese mismo sentido y hace un urgente llamado al Congreso de Estados Unidos para: a) ofrecer gran liquidez inmediata al Fondo Monetario Internacional y b) replantear a nivel mundial la institucionalidad financiera y monetaria, en que la supervisión y los controles deberán ser las bases de los nuevos acuerdos. De no ser así, afirma, la desintegración que está viviendo el sistema capitalista podría tener consecuencias imprevisibles.

Soros señala que, por suerte, hasta ahora esta crisis no sólo no ha afectado a la economía estadunidense, sino que la ha beneficiado por tener importaciones más baratas de bienes y energéticos. Pero advierte que esta doble situación no puede permanecer por mucho tiempo, y el problema de Asia podría llegar muy rápidamente a América Latina y después a Estados Unidos. A partir de ese punto, tendríamos que hablar de una crisis mundial ampliamente generalizada.

Por ello, Krugman -y también en forma implícita Soros- afirma categóricamente que es el momento para volverse radicales (de hecho, ese es el título de su artículo) y replantear con actualidad ciertas medidas keynesianas relativas a establecer controles de cambio. Sobre todo, lo que hay que evitar a toda costa es que con el afán de evitar las salidas de divisas de los países emergentes, éstos tengan que incrementar sistemáticamente sus tasas de interés, porque ello ha tenido efectos devastadores sobre la producción y el empleo. De lo que se trata en este momento es de regresar a un sistema de tipos de cambio fijos y con tasas de interés a la baja. Es decir, el punto central que debe definir la agenda de política económica mundial es parar en seco la actividad especulativa internacional que saquea las reservas internacionales de los países emergentes, bajar las tasas de intereses de todos los países y reiniciar un proceso mundialmente acordado de crecimiento. No parece haber de otra.

En palabras de Krugman: ya hemos tenido suficiente (quizás suficiente) del plan A. Es tiempo de aplicar el plan B.

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