Aguilera: mensaje lamentoso; Altamirano Dimas: ``igual a otros''
Juan Antonio Zúñiga M y Raúl Llanos Ť Apenas habían transcurrido tres minutos de la sesión solemne en la que el jefe de gobierno, Cuauhtémoc Cárdenas, presentó su primer Informe de trabajo, cuando la bancada panista lanzó su primer disparo. ``Señor presidente, solicito hacer uso de la palabra'', pidió desde su curul Arne Sidney aus den Ruthen Haag.
La respuesta del presidente de la mesa directiva de la Asamblea Legislativa, Martí Batres Guadarrama, fue tan rápida como tajante: ``Señor diputado, en los términos del punto quinto del acuerdo de la Comisión de Gobierno, únicamente harán uso de la palabra los diputados que fijarán la posición de los grupos parlamentarios y el jefe de gobierno del Distrito Federal, por lo tanto, le ruego su comprensión. Vamos a continuar.''
Fue el preámbulo de la primera ocasión en que un mandatario local y nacional escucharía de frente y en persona la opinión de las fuerzas políticas representadas en las diputaciones acerca de su gestión gubernamental. En México esta práctica no existía hasta ayer.
Sin embargo, los legisladores panistas, desde Fernando Pérez Noriega hasta Armando Salinas Torre, pugnaban e interrumpían la sesión para exigir que se cambiara el acuerdo que ellos habían firmado y pedían más de lo que sus gobernantes panistas han podido ofrecer a sus respectivos congresos.
Martí Batres no dio concesión alguna fuera del acuerdo parlamentario, ni siquiera a Pérez Noriega , quien tomó por asalto la tribuna para exigir una ``moción de orden'' con la expectativa de abrir el desorden. Así que la sesión continuó y uno tras otro, sin tregua, los coordinadores parlamentarios de la oposición soltaron, a su manera, la crítica a los primeros diez meses de gestión del gobierno cardenista.
Regreso a los 70
José Narro Céspedes, coordinador de las tres diputaciones del Partido del Trabajo y ex candidato a la gubernatura de Zacatecas en la reciente contienda electoral, abrió boca con un clásico de los sesenta: ``El hombre se apropia de su naturaleza a través del trabajo liberado, y de la expresión de su propia condición humana a través del arte y la cultura: Che Guevara''. Pero el ejemplo de aquel revolucionario latinoamericano quedó lejos de la intervención del legislador petista.
En blanco y negro expuso: ``Quienes ayer atacaron con razón el autoritarismo y el centralismo de la acción gubernamental para denunciar la incompetencia, el abuso y la corrupción de sus autoridades, hoy no pueden ocultar su fracaso, la reproducción de prácticas y el temor a la crítica de sus resultados como gobierno. Es lamentable que quienes pretenden ser los conductores de la transición democrática en esta ciudad, justifiquen su forma de actuar con los argumentos del viejo régimen''.
Por parte del Verde Ecologista, Sara Castellanos dejó fluir sus palabras con la transparencia de un río desbordado y arrasó con todo lo que a su voz encontró: ``El día de hoy se puede señalar como el día del doble discurso; quienes antes exigían pluralidad, intercambio de ideas, rompimiento de inercias, cambios estructurales y respeto a las minorías, hoy se convierten en los más fieros opositores para que ello no ocurra (...). Las expectativas de su campaña, señor Cárdenas, llena de promesas, de corregir los errores del pasado, no se han cumplido; pocos o nulos son los avances y muchos los desaciertos. No podemos aceptar ya el recurso fácil de echarle la culpa de todos los males a otros''.
Las caricias del tigre
Los rumores sobre una presunta retirada de la bancada panista, que corrían entre los reporteros, se desdibujaron cuando el coordinador de Acción Nacional, Miguel Hernández Labastida, subió a la tribuna para fijar la posición de su partido. Más experimentado que sus correligionarios, su mensaje fue eminentemente político: ``Los citadinos eligieron a un jefe de gobierno de esta ciudad y no a un precandidato a la Presidencia de la República. Usted debe asumir democráticamente su responsabilidad''.
Más técnico que fajador, como aspiran a serlo Pérez Noriega y Salinas Torre, el coordinador panista tiró primero de frente. Recordó una cita textual de Cárdenas: Usted --le dijo-- declaró que en los principales cargos públicos se designarían a hombres y mujeres capacitados para ejercerlos, e incluso llegó a mencionarlos como los mejores para desempeñar dichas funciones.
Luego, agregó zumbón: ``A nueve meses de gobierno se han suscitado 14 bajas de alto nivel y otras de mandos subordinados, más por ser señalados como cómplices o por contar con antecedentes delictivos o ineficaces, que para mejorar las funciones públicas. Ingeniero, ¿continúa considerando y confiando en que dichas propuestas fueron acertadas? Ingeniero, usted debe hacer a un lado su política de ensayo y error''. La sutileza fue más contundente que las interpelaciones de sus compañeros de bancada.
Las baterías del PRI
La veteranía de Manuel Aguilera lo llevó a concentrar sus baterías en la forma. Ni sutil ni grosero, sin altanería ni humildad, reclamó en otros lo que en su tiempo como regente no dio y como priísta, tampoco. ``Quienes en otros tiempos se presentaron como defensores de la democracia y de las libertades públicas, hoy se muestran conservadores y autoritarios''.
Sin embargo, supo bien lo que planteó: ``Nos preocupa que en círculos influyentes del gobierno capitalino impere una actitud autocomplaciente, renuente a todo ejercicio de autocrítica, indiferente a admitir omisiones, proclive a atribuir los acontecimientos de la ciudad a imaginarias conspiraciones. No es acudiendo al fácil expediente de repartir culpas a diestra y siniestra, como se pueden ocultar la impericia política y la falta de vocación de servicio de muchos funcionarios públicos''.
Al fijar la posición de su partido frente a la gestión cardenista en la ciudad, no fue muy crítico a las aportaciones de gobernabilidad desde su condición opositora. Dijo primero, en un movimiento de tres tiempos: ``Hace un año dije, desde esta tribuna, que la sociedad había tomado su decisión acerca de cuál corriente política deseaba que la gobernace, y nosotros la acatamos. Los legisladores del PRI, movidos por un genuino propósito constructivo presentaríamos abierta, claramente, nuestras discrepancias y, ajenos a toda mezquindad, reconoceríamos los aciertos gubernamentales''.
En crescendo, en el segundo movimiento planteó: ``Hace un año dije que los diputados del PRI nos proponíamos ser artífices de la construcción y no protagonistas de la destrucción. Algunos interpretaron ese pronunciamiento como debilidad en nuestras filas, pero a nuestra sincera intención de cooperación se respondió con arrogancia y autosuficiencia''.
El tercer movimiento fue molto moderato: ``Hoy afirmo que los costos del incierto modo de gobernar no deben ser pagados por la democracia, pues es el único método legítimo para elegir a nuestros gobernantes''.
Y así, el posicionamiento de los partidos de oposición en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, terminó pian pianito.
Bienvenida la crítica: Arce
A René Arce, vicecoordinador de la mayoría perredista en la Asamblea Legislativa, apenas la cupieron las palabras en los 20 minutos con que contó cada representante de fracción parlamentaria para fijar la posición de su partido. Rápido repelió la ofensiva opositora desde sus primeras palabras: ``En política la insidia es grave porque no pretende construir o proponer, sino desvalorizar y descalificar con mala intención''.
Luego de pintar su raya dejó sentir el peso de la posición perredista. Dijo: ``Estos nueve meses han sido fiscalizados como jamás ninguna otra administración (en el país) lo había sido. Ello por sí mismo es un valor de la democracia y no debe ser preocupante si se actua con honestidad y transparencia, aun cuando la vigilancia sea tendenciosa y mal intencionada''.
Procedente de la generación de la crisis, René Arce puso a tiro lo que ha sido el primer gobierno electo de la ciudad de México. ``Durante estos nueve meses, hemos visto y escuchado críticas implacables en contra de las acciones del actual gobierno; en algunos casos con una lógica incorrecta, según la cual, si se hace, está mal y si no se hace, también está mal'', planteó.
Pero no apeló a comprensión alguna y sí a definir un principio fundamental del fin de siglo capitalino: ``Incluso en la aplicación de normas vigentes ha habido acres reacciones de grupos y personas que, tratando de proteger intereses clientelares, corporativos y corruptos, se dedican a denostar al gobierno democrático. Aquí, el criterio perredista es claro: siempre será preferible exponerse a soportar el abuso de las libertades, antes que intentar siquiera limitar éstas''''
Después de esas palabras, todo fue calacas y palomas.