Antonio Gershenson
Crisis económica... y social

¿Acaso necesitamos esperar a que la Secretaría de Hacienda publique el dato de que el Producto Interno Bruto ya no crece, sino se reduce? ¿Nada significan el dólar por las nubes y la Bolsa Mexicana de Valores por los suelos? ¿Es necesario esperar a que el Banco de México publique el repunte en el aumento de los precios para creer lo que cualquier persona constata en tiendas y farmacias? Si ahora se agrega el en Estados Unidos a la larga lista de culpables externos de nuestros problemas, ¿por qué no se devalúa el dólar frente al peso si allá está el problema, sino el peso frente al dólar?

Más que echar culpas de nuestros problemas, que no son de ahora sino que hoy sólo se muestran de manera más aguda, es preciso buscar soluciones. Más que presentar un panorama idílico en medio de la tempestad, importa discutir cómo afrontar esos problemas. Más que amenazar con un cuarto recorte presupuestal, vale la pena analizar los efectos catastróficos de los tres anteriores. Más que medidas que agravan la crisis y el desempleo, y reducen el gasto social, es necesario ver cómo reactivar la economía.

Se deduce que esta cobertura ideológica tiene como fin persistir en una política económica que ahora muestra, con mayor claridad que antes, sus resultados. Pero el problema no se queda ahí. Una de las razones del fracaso de esa política económica es la ausencia de una política social. Y el desgarramiento del tejido social afecta, en múltiples formas, las posibilidades de recuperación económica.

Para estar a tono con esta temporada de cuentos de hadas... Había una vez un país en el que se construían grandes presas para riego y para generar electricidad. Era un país en el que se levantaban unidades habitacionales, cuyas viviendas se pagaban con intereses bajos y constantes. También se hacían mercados nuevos. Se trataba de un lugar en el que muchos habitantes tenían seguro social. Pero en ese país había una serie de problemas, como eran, entre otros, la gran concentración de la riqueza y del poder político, y la subsistencia de importantes sectores margi- nados de esos beneficios.

Un día llegó a ese país una bruja llamada Tecnocracia o, como le decían de cariño sus admiradores, Tecna. Sus poderes mágicos provenían, precisamente, de los problemas no resueltos y de la esperanza de que esa magia los resolviera. Los problemas no se resolvían, y Tecna y sus poderes se fortalecían. Tecna decidió que la causa de los problemas era que se gastaba demasiado en obras sociales y de fomento económico. Con sus poderes, hizo desaparecer la construcción de presas, unidades habitacionales y mercados, redujo el gasto en seguridad social y, al no haber dinero para créditos baratos, éstos se contrataron con los bancos.

Para sus ritos, Tecna se apoyó en un antiguo dios, llamado Hermes entre los griegos y Mercurio entre los romanos: el dios del mercado. Con sus poderes lo transformó para darle un aspecto de modernidad. Este dios había mostrado su eficiencia regulando el intercambio de mercancías y Tecna dijo que también resolvería los demás problemas existentes.

Los créditos de los bancos, de por sí caros, aumentaban conforme al mercado. Y cuando éste se enfermaba, los intereses cobrados aumentaban más. Los habitantes de las grandes unidades tenían que pagar más, y después de pagar debían más dinero que antes. Muchos dejaron de pagar. Los bancos, luego de haber ganado mucho dinero, lo empezaron a perder.

Tecna, para resolver este último problema, que le preocupaba más que los otros, recurrió a una hija suya llamada Fobaproa, de cariño Foba. Desde niña le enseñó a usar sus poderes mágicos. Foba, además de poderes, tenía una gran avidez y fue creciendo rápidamente, hasta llegar ser más grande que su mamá. Por un tiempo sus poderes bastaron para aliviar la situación de varios banqueros y hasta la de algunos deudores. Pero llegó el momento en que esa avidez se lo tragó todo, y quedaron descontentos todos. Al ver que los problemas de antes no sólo no se habían resuelto sino se habían multiplicado, se unieron para buscar la forma de contrarrestar los poderes de Tecna.

Hasta aquí la parte del cuento que es compatible con el espacio de un artículo periodístico. Dejamos la continuación, con nuevos personajes como el Voto de los habitantes de ese país, con el frustrado intento de Tecna de lograr que esos habitantes dieran parte de su comida para alimentar a Foba y otros sucesos, a la imaginación de cada lector.