¿Acaso necesitamos esperar a que la Secretaría de Hacienda publique el
dato de que el Producto Interno Bruto ya no crece, sino se reduce?
¿Nada significan el dólar por las nubes y la Bolsa Mexicana de Valores
por los suelos? ¿Es necesario esperar a que el Banco de México
publique el repunte en el aumento de los precios para creer lo que
cualquier persona constata en tiendas y farmacias? Si ahora se agrega
el
Más que echar culpas de nuestros problemas, que no son de ahora sino
que hoy sólo se muestran de manera más aguda, es preciso buscar
soluciones. Más que presentar un panorama idílico en medio de la
tempestad, importa discutir cómo afrontar esos problemas. Más que
amenazar con un cuarto recorte presupuestal, vale la pena analizar los
efectos catastróficos de los tres anteriores. Más que medidas que
agravan la crisis y el desempleo, y reducen el gasto social, es
necesario ver cómo reactivar la economía.
Se deduce que esta cobertura ideológica tiene como fin persistir en
una política económica que ahora muestra, con mayor claridad que
antes, sus resultados. Pero el problema no se queda ahí. Una de las
razones del fracaso de esa política económica es la ausencia de una
política social. Y el desgarramiento del tejido social afecta, en
múltiples formas, las posibilidades de recuperación económica.
Para estar a tono con esta temporada de cuentos de hadas... Había una
vez un país en el que se construían grandes presas para riego y para
generar electricidad. Era un país en el que se levantaban unidades
habitacionales, cuyas viviendas se pagaban con intereses bajos y
constantes. También se hacían mercados nuevos. Se trataba de un lugar
en el que muchos habitantes tenían seguro social. Pero en ese país
había una serie de problemas, como eran, entre otros, la gran
concentración de la riqueza y del poder político, y la subsistencia de
importantes sectores margi- nados de esos beneficios.
Un día llegó a ese país una bruja llamada Tecnocracia o, como le
decían de cariño sus admiradores, Tecna. Sus poderes mágicos
provenían, precisamente, de los problemas no resueltos y de la
esperanza de que esa magia los resolviera. Los problemas no se
resolvían, y Tecna y sus poderes se fortalecían. Tecna decidió que la
causa de los problemas era que se gastaba demasiado en obras sociales
y de fomento económico. Con sus poderes, hizo desaparecer la
construcción de presas, unidades habitacionales y mercados, redujo el
gasto en seguridad social y, al no haber dinero para créditos baratos,
éstos se contrataron con los bancos.
Para sus ritos, Tecna se apoyó en un antiguo dios, llamado Hermes
entre los griegos y Mercurio entre los romanos: el dios del
mercado. Con sus poderes lo transformó para darle un aspecto de
modernidad. Este dios había mostrado su eficiencia regulando el
intercambio de mercancías y Tecna dijo que también resolvería los
demás problemas existentes.
Los créditos de los bancos, de por sí caros, aumentaban conforme al
mercado. Y cuando éste se enfermaba, los intereses cobrados aumentaban
más. Los habitantes de las grandes unidades tenían que pagar más, y
después de pagar debían más dinero que antes. Muchos dejaron de
pagar. Los bancos, luego de haber ganado mucho dinero, lo empezaron a
perder.
Tecna, para resolver este último problema, que le preocupaba más que
los otros, recurrió a una hija suya llamada Fobaproa, de cariño
Foba. Desde niña le enseñó a usar sus poderes mágicos. Foba, además de
poderes, tenía una gran avidez y fue creciendo rápidamente, hasta
llegar ser más grande que su mamá. Por un tiempo sus poderes bastaron
para aliviar la situación de varios banqueros y hasta la de algunos
deudores. Pero llegó el momento en que esa avidez se lo tragó todo, y
quedaron descontentos todos. Al ver que los problemas de antes no sólo
no se habían resuelto sino se habían multiplicado, se unieron para
buscar la forma de contrarrestar los poderes de Tecna.
Hasta aquí la parte del cuento que es compatible con el espacio de un
artículo periodístico. Dejamos la continuación, con nuevos personajes
como el Voto de los habitantes de ese país, con el frustrado intento
de Tecna de lograr que esos habitantes dieran parte de su comida para
alimentar a Foba y otros sucesos, a la imaginación de cada lector.