Luis Javier Garrido
El by-bass

Los tecnócratas salinistas, acusados de graves delitos contra la nación y en medio del desastre económico y social a que han llevado al país, no parecen preocuparse demasiado; siguen ignorando con desdén al PRI y centrando su preocupación en someter a la oposición a través de acuerdos, y a la sociedad por la vía del miedo, para poder seguir gobernando en el año 2000.

1. La propuesta de un acuerdo ``de gobernabilidad'' del gobierno con el PAN y el PRD, los dos principales partidos de oposición, reiterada ahora por los dirigentes de estos institutos políticos (7 de septiembre) plantea, una vez más, una cuestión central. ¿Puede haber en México un acuerdo para gobernar entre un grupo que por medios delictivos ha configurado una oligarquía política y financiera, cometiendo todo género de exacciones --y que sólo busca reciclar el ``sistema'' de poder-- y los partidos de oposición --que pretenden una transición hacia otro régimen político?

2. El anuncio del posible acuerdo entraña un doble engaño: a) aparece como una propuesta de los partidos de oposición, cuando no es más que la última versión de una demanda del gobierno, y b) se quiere presentar como la única salida posible ante una crisis financiera y económica mundial (o la versión en los noventa de ``la unidad nacional'' de los cuarenta), y no es más que una estrategia política del grupo tecnócrata para enfrentar su desastroso manejo del país, en especial ante los escándalos del Fobaproa, que comprobaron su colusión con el narco y su responsabilidad en la corrupción de las instituciones financieras.

3. El acuerdo formal, que en principio sería entre los tres partidos, no encubriría en realidad más que un acuerdo real entre el grupo salinista y el CEN del PAN, en función de lo que llaman ``gobernabilidad'', que es el proyecto para el cogobierno de tecnócratas y panistas en el sexenio 2000-2006, con el fin de llevar a cabo lo que denominan ``una política de Estado'', que no sería otra cosa que el respaldo de la oposición a las directrices del FMI. El pretendido acuerdo nacional para salvar al país no sería, por lo tanto, más que un arreglo entre los tecnócratas (ya que el PRI es sólo una base de apoyo) y la dirección del PAN (porque las bases panistas no cuentan), sin importar quién lo avale: aun cuando fuesen miembros del PRD.

4. En otras palabras, el posible acuerdo sería la salida política ideal para el grupo gobernante, pues le permitiría proseguir en la vía de la reconversión del viejo ``sistema'', garantizando al mismo tiempo su impunidad y asegurando su permanencia en el poder por un sexenio más: constituiría una valiosísima válvula de escape para el salinismo.

5. El escándalo del Fobaproa habría conducido en cualquier país democrático a la destitución y el encarcelamiento del responsable del Ejecutivo, ante la gravedad de los delitos cometidos, así como a retirarle el registro al PRI por haber trasgredido de manera flagrante la legalidad constitucional. Pero en México no está siendo más que la vía para que, una vez más, a través de un acuerdo, la oposición se subordine a la tecnocracia en aras de una supuesta transición política en la que ya muy pocos creen.

6. La dirección panista, que varias veces manifestó haber entendido la lección de lo que significaron sus arreglos con el salinismo, no parece tener más obsesión que la de impedir la llegada de Cárdenas a Los Pinos, y ahora pretende reformular esas políticas. El líder panista Felipe Calderón no ha hecho ningún esfuerzo para ocultar que el objetivo del posible acuerdo es el 2000, como lo dice en un reciente artículo (Reforma, 10 de septiembre), donde tras expresar su preocupación por la ``ingobernabilidad'', se esfuerza en explicar que el PAN no podría gobernar por sí solo al no contar más que con un tercio del electorado, lo que a su juicio hace necesaria una política de acuerdos, entre los cuales uno central sería el de establecer una elección presidencial ``a dos vueltas'', que como se sabe es un viejo reclamo del salinismo para sustentar una alianza con el PAN.

7. Los dirigentes partidistas parecen olvidar que el saldo de un acuerdo que no tuviera por objetivo transitar hacia otro régimen político, sino reciclar el mismo (y con iguales gobernantes), sería desastroso para ellos. Y ese es el principal riesgo de lo que acontece, y del caso Fobaproa.

8. La dirigencia del PAN no tiene presente que su partido podría correr la misma suerte de la Democracia Cristiana italiana, que de haber sido la principal fuerza política de la posguerra cayó en un absoluto descrédito por su connivencia con las mafias y el crimen organizado, y tuvo que desaparecer. No piensan más que en hacer realidad el viejo proyecto de Salinas: el Ejecutivo a cargo de Carlos Medina o de Vicente Fox, con una mayoría priísta en el Congreso; o a la inversa: en manos de algún tecnócrata con una mayoría ``de concertación'' PRI-PAN. A su vez, el PRD, de irse de bruces en este camino, identificaría su destino con el de Acción Nacional.

9. La única vía posible de transición política es la que se hace por la sociedad, y desde ésta para desmantelar al viejo régimen. Esa es la que los partidos tienen la obligación de respetar y no han querido impulsar: es la que pasa por la sociedad y se hace con ésta, de la que tanto desconfía.

10. Por eso, a nadie extraña, sin duda, que desde hace meses los miembros del gobierno actual llamen en sus discursos ``público'' al pueblo, reduciéndolo desde su perspectiva a ser un mero espectador, sin saber de lo que es capaz.