Teresa del Conde
Shit, trash o trans

Las fronteras no existen en el arte contemporáneo es el lema de la muestra Cambio que se exhibe en el Museo Universitario del Chopo y que reúne obra de 18 artistas mexicanos y 17 estadunidenses, bajo la curaduría del neoyorquino Kenny Schachter, quien se vio favorecido con el intercambio artístico propiciado por el Instituto Cultural Mexicano de Nueva York y con el apoyo de la Fundación Rockefeller.

Es cierto, las fronteras no existen pero ya estamos hartos de la escatología artística por más que sea ``espejo que refleja los tiempos'', sobre todo porque el reflejo lo tenemos por doquier, es idéntico a sí mismo y en algunos de los mejores casos lo que devuelve es esquizofrenia rampante. En los peores se detecta oficio cercano al cero, ideas machaconas que tienen años de vigencia, y algo que quiso ser humor y no llegó ni a balbuceo infantil. En este sentido todo es Dada, pero sólo en éste. Hablo en términos generales, pues se debe decir que hay particularidades en dicha exposición. Por ejemplo la participación de Carlos Aguirre con ¿Cómo te atreves? Alusiva al 68 es buena, como también tienen sentido las pirámides de Razo, una de las cuales ostenta El capital, de Marx, y de allí el mensaje deriva a las demás. Y si bien hay algunas otras cosas salvables, éstas se ``mimetizan'' con lo que les rodea.

No existió fórmula para elegir los trabajos incluidos en la muestra, aseveró el curador. Lo que sí hubo fue ``sensibilidad y emoción, vitalidad y energía''.

Energía y obviedad puesta en evidencia en su propio video Mulch. Es de lo poco que puede verse divirtiéndose con los clichés aunque no se trata de algo que posea originalidad. Un hombre trajeado y con corbata, tomado quizá de Magritte, proyecta los objetos que ornamentan un departamento kitsch, contra las paredes, las ventanas, hasta despedazar todo. ¡Qué bueno! Porque todo era horrible, hasta la escultura de escayola de tipo académico trepada sobre el pedestal que sirvió de proyectil, así como las sillas y los platos protegidos por una vitrina. En cierto momento los pies del protagonista arremeten a patadas contra un grabado en el intento infructuoso de estrellar el vidrio de una vez por todas. La trama es parecida (por desgracia) al performance filmado que presenta Minerva Cuevas en la exposición Ocho mujeres, del MAM. Sólo que ella se muestra quizá algo más energética y seria, dada su juventud.

Los trabajos de Cisco Jiménez (los que fetichizan los pies) siguen gustándome. Se trata de tallas en madera, bien realizadas, que funden el pie con la suela del huarache y están dispuestos con alguna artisticidad. La instalación con maletas y un tocadiscos viejo de John Roach me pareció deleznable (otro apelativo que le conviene a no pocos productos de esta índole, integraría la subcorriente suckart aplicable a ciertas piezas de Cisco). La instalación Cero, de Eduardo Abaroa, consiste en bolsas de plástico llenas de agua describiendo los límites del cero. Si lo que dice el inteligente Abaroa es que hay que esperar ``cero'' la cosa está bien. Brendan Cass describió arcoiris espaciales en cartones valiéndose de diamantina que me parecieron de escuela elemental, e Ilona Malka nos regala con un interminable perro de papel maché. Robert Chambers acumuló todo el trash imaginable en una esquina y tituló a su instalación Fiesta de belleza, aludiendo a las peluquerías femeninas llamadas ``estéticas'' y que, créase o no, han producido ciertas confusiones con la denominación del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Me ha sucedido que pregunten: ¿y donde está esa estética?

Hay al menos dos cabezas escultóricas, una de plastilina (bien hecha, con ojos incrustados) y otra recubierta con cera. Kenny aportó un Frida Kahlo con bigote rubio, digitalizada. Artemio ofrece un retratito de Mao supliendo sus ojos por los de una modelo que publicita maquillaje para pestañas. Esa mampara está recubierta de rojo y el autor la firmó como parte del objeto.

Los espectadores del Chopo, muchos de ellos amigos de los expositores, son jóvenes y benévolos. Sin embargo, uno escribió en la libreta de comentarios: ``qué mugrero tan cínico. Es una vergüenza el gasto excesivo para que se masturben los cuates''.

Se refiere probablemente al video de Vicente Razo que ostenta la siguiente advertencia: ``presenta escenas extremas que podrían ser inapropiadas para menores y personas sensibles''. Los menores no son tontos, son sólo eso: de corta edad. Las personas ``sensibles'' no se asustarán de que en vez de defecar, el protagonista incorpore por la misma vía objetos indigeribles. Eso lo hemos visto casi ad nauseam.

Otro espectador que firma Mazwrckiewicks, se pregunta si el Chopo es un museo o una guardería de objetos. Buena observación.