La Jornada 7 de septiembre de 1998

El país se encamina a importar todos sus alimentos, señala un investigador

César Martínez Ť Debido a la crisis financiera y cambiaria, México se encamina a ser una economía que importará todos sus alimentos, como Taiwán o Hong Kong, pero con el agravante de que no tiene la capacidad de crecimiento de esos países, su ingreso per cápita ni sus niveles de vida, advirtió Felipe Torres, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Esta situación, advirtió Torres, pone en peligro la soberanía alimentaria y repercutirá en la inversión y el empleo; además, será una desventaja adicional ante la globalización y la competencia internacional.

México importa actualmente 22 por ciento del maíz que requiere, 40 por ciento del sorgo, 85 por ciento de las oleaginosas, y más de 30 por ciento de la carne. Se calcula que este año se importarán 16 millones de toneladas de granos, aunque algunos prevén que serán 20 millones, cuyo precio equivale a casi la mitad de los intereses pagados por la deuda pública.

En los últimos cuatro años, a junio pasado, las compras de productos agropecuarios fueron equivalentes a 4 mil millones de dólares anuales en promedio, y el saldo de la balanza comercial acumulado en ese cuatrienio fue deficitario en 9 mil millones de dólares, informó el economista.

De junio de 1994 hasta el fin del primer semestre de 1998, el país gastó en la compra de alimentos más de la mitad del monto de las importaciones hechas en los 16 años previos a ese periodo.

Luego de la crisis devaluatoria de 1994, la inversión en el campo cayó y no se ha recuperado ni se ha sostenido el ritmo de crecimiento de los años anteriores. Mientras en 1988 el gasto público destinado al sector agropecuario representaba diez por ciento del presupuesto total, hoy equivale a menos de la mitad, señaló Torres.

En tiempos de estabilidad económica, y pese a las crisis sexenales, la industria alimentaria de México había sido de las menos golpeadas, pero de 1995 a la fecha este sector también ha perdido dinamismo, lo que ha perjudicado a las pequeñas y medianas empresas alimentarias.

Luego de la crisis, la desaparición de 60 por ciento de los pequeños y medianos empresarios productores de alimentos se tradujo en la pérdida de más de 20 mil empleos directos en la agroindustria.

Este hecho contribuyó a que el poder adquisitivo de la población se redujera más de 60 por ciento en los últimos diez años, fenómeno que se ha agudizado a partir de 1994, explicó el economista.

Como consecuencia, las familias han adaptado su consumo de alimentos y se han deteriorado los niveles nutricionales, especialmente entre el 50 de la población considerada en situación de pobreza.

Por ejemplo, las familias dejaron de consumir carne y la sustituyeron por alimentos de menor calidad y por verduras y frijol. En conjunto, el deterioro alimentario y nutricional hizo que se regresara a los niveles y condiciones de consumo anteriores a 1970, advirtió Torres.