Masiosare, domingo 6 de septiembre de 1998
Serán como las cuatro de la tarde, porque todavía hace bastante calor y desde el palacio municipal casi no se ve a nadie andar por las reverdecidas calles del pueblo. Sólo se escucha el bote continuo de la pelota de basquet que tres niños intentan meter al aro. El de huaraches ya metió una de tres.
Tengo la mirada perdida en el horizonte, entre la cadena montañosa que se ve allá, como a 30 kilómetros, viendo los zopilotes que se pasean por encima de donde dicen que pasa el río. Mientras, me quito las costras de pintura del pantalón. Santa María Alotepec Mixe es uno de los tantos municipios autónomos de Oaxaca que funcionan por el sistema de usos y costumbres, ya reconocido en la Constitución estatal.
Prácticamente perdido en la Sierra Mixe que se encuentra al noroeste de la ciudad de Oaxaca, Alotepec es un pequeño poblado habitado por unos mil indígenas mixes. Para llegar a éste nada más hay que soportar durante ocho horas el traqueteo del desvencijado camión que recorre, entre barrancas y espectaculares precipicios, un polvoso y estrecho camino de terracería. Al llegar, se pueden tocar las nubes del cielo.
En realidad, aquí los mixes son como reyes. El pueblo es dueño de las tierras hasta donde casi alcanza la vista. Cada miembro de la comunidad es libre de sembrar (maíz, frijol, chile, café...) en cualquier parte de los terrenos que abarca el municipio. Si alguien deja de trabajar sus sembradíos cualquiera puede ocuparlos (aquí si se aplica aquello de que, como diría Zapata, la tierra es de quien la trabaja). Además, algo que llama la atención es que aquí no hay clases sociales: todos son iguales, todos son mixes, todos merecen el mismo respeto y tienen las mismas obligaciones.
En cuanto a sus autoridades, en Santa María Alotepec las elige cada año la asamblea del pueblo, formada por todos los habitantes mayores de 18 años. La elección se realiza por medio del sencillo conteo de manos levantadas. Para cada uno de los cargos municipales -presidente municipal, síndico, tesorero, secretario- se propone a tres posibles candidatos y se elige a uno de acuerdo con su desempeño en su vida privada o en otros cargos públicos, como lo son las mayordomías. Por cierto, ninguna de estas autoridades recibe sueldo alguno. Su trabajo se considera un deber hacia la comunidad.
Aun cuando no soy antropólogo, resulta claro que las mayordomías y el puesto de síndico son, tal vez, los legados más importantes de la organización indígena prehispánica. El síndico tiene la importante tarea de organizar a la comunidad para realizar aquellos trabajos (tequio) que redundan en beneficio de todo el pueblo, como la construcción y limpieza de caminos, la construcción del mercado o, como sucedió hace algunos años, el transporte con mulas de todos los postes de alumbrado público desde el poblado de Ayutla, que se encuentra a unos 100 kilómetros.
Los mayordomos se hacen cargo de la limpieza y las ofrendas de los altares de la iglesia, así como de la organización de las festividades religiosas, como las de San Antonio, la Virgen de Guadalupe y el Señor de Alotepec. El cargo de mayordomo tiene una duración de un año y es por autopostulación.
A propósito de la iglesia (considerada un monumento colonial, pero sin sacerdote porque el último trató de llevarse las limosnas a la diócesis de Oaxaca y los mixes no lo dejaron), me llamó la atención que en Alotepec se encuentran totalmente mezclados el catolicismo con las creencias mixes, de manera que el sacrificio de animales, por ejemplo, se ofrece tanto al Señor de Alotepec como a los dioses que se encuentran en el interior del cerro del Zempoaltepetl.
La historia del Mural
Me acuerdo que un día Luis me habló: que no tenía coche, que qué iba a hacer, que si le daba un aventón y no sé qué. Total que como a las dos horas pasé por él. Lo acompañaba un ``compa'' que se sentó en el asiento de atrás. Entre la basura del asiento trasero, Adelfo encontró unas fotos de cuadros míos. Comenzamos a hablar de pintura y cuando llegamos a Reforma, Adelfo se despidió con una sugerencia: ``¿Por qué no pintas un mural en el nuevo palacio municipal de mi pueblo, Alotepec?'' Me quedé pensando con la convicción de que sería buena idea, pero ¿con qué dinero?
Tiempo después me encontré en San Cristóbal de las Casas con otro habitante de Alotepec: Salomón Maximiano, en aquella época autoridad del municipio. Por lo visto, Adelfo ya le había platicado la idea del mural. Le comenté a Salomón que una manera de conseguir financiamiento era a través del Fonca y que haría falta una carta del municipio en la cual explicara los motivos por los que se requería del financiamiento. Meses después inscribí el proyecto en el programa de inversiones y coinversiones del Fonca, pero no salió ``premiado'', y pues yo fui a protestar. Total, a la segunda vez ya salió ``apoyado''.
Lenguas indígenas
Al pie del camión, junto con algunos pollos y costales de chiles, las cubetas y botes de pintura como que no desentonaban tanto. Atravesé la cancha de basquet y subí al palacio municipal. Ahí ya me esperaban el presidente municipal, el síndico y el alcalde.
Semanas antes, el 2 de mayo, había subido por primera vez al pueblo. Estaban en plenas fiestas del ``Señor de Alotepec''. Siete bandas de músicos se escuchaban por todo el pueblo convertido en un inmenso tianguis-estadio-hipódromo-pista-de-baile-cantina-adoratorio-jaripeo-etcétera. Con toda la fiesta encima y varios días sin dormir, Adelfo y yo nos reunimos con las tres autoridades para explicar el proyecto del mural: la conversación entre Adelfo y ellos era en mixe (¿por qué no tenemos una materia que se llame lenguas indígenas en la primaria-secundaria-prepa?). Al terminar, el presidente municipal me dijo, en español, algo así como: ``te agradecemos mucho que pintes el mural. No te preocupes, aquí te damos comida y donde dormir''.
Pero en mi nueva visita el pueblo lucía diferente. Casi no había nadie. Saludé a las tres autoridades y, eso sí, cerveza en mano, expliqué de nuevo el proyecto del mural (ahora entiendo que las autoridades te invitan una cerveza cuando llegas a cumplir con lo que dijiste que ibas a hacer, porque muchos vienen a decir que van a hacer algo y luego nunca regresan). Recuerdo que lo único que quedó claro es que primero pintaría de ``blanco'' (preparar los muros con gesso) el palacio municipal.
La charla de los topiles
Los topiles son jóvenes en su mayoría. Su cargo es por un año y lo ejercen durante una semana cada cinco. Son los vigilantes-recaderos-ayudantes del municipio y, mientras aplicábamos el gesso a los casi 400 metros cuadrados de paredes del palacio municipal, esto es algo de lo que me contaron:
En realidad no se sabe bien a bien de dónde provienen los mixes. Hay quienes dicen que provienen del Perú y otros que vienen de los valles de Oaxaca debido a la expansión de los reinos mixteco y zapoteco. De acuerdo con ésta última versión, los mixes se vieron obligados a emigrar hacia las montañas del Zempoaltépetl, la serpiente de las nueve cabezas. En su interior habitan las deidades mixes, tales como el rayo, el viento, la naturaleza, la lluvia... Desde el Zempoaltépetl, a través de los siglos, lograron vencer los intentos de conquista por parte de mixtecos, zapotecos y aztecas y, tiempo después, de los españoles. Orgullosamente dicen que nunca fueron conquistados.
En la lucha contra los españoles, al frente de los mixes estuvo su mítico rey Condoy, al cual se guarda una veneración inusitada al ser un símbolo y ejemplo a seguir dentro de la cultura mixe. Cuenta la historia que, una tarde en el río, un anciano encontró dos huevos y los llevó a su casa: de uno nació Condoy y del otro nació su hermana gemela, la serpiente. El niño creció rápidamente y alcanzó la altura de un gigante y tenía los pies igual que las patas de los guajolotes.
Rápidamente Condoy se ganó el respeto y admiración de los mixes y los comandó con gran sabiduría en la lucha contra los españoles. Se dice que Condoy tenía la capacidad de convertirse en pájaro u otros animales, como el jaguar, para así vencer a sus enemigos o realizar algún otro tipo de hazaña. Entre las leyendas que se cuentan de Condoy está la de que un día, camino a Oaxaca, enterró su bastón en la tierra para convertirse en pájaro y burlar así la vigilancia de los españoles. De ese bastón brotó el famoso árbol del Tule y cuenta la misma leyenda que, cuando se seque, será la señal de que Condoy dejó de existir.
Después de su victoria sobre los españoles, Condoy se habita en una cueva en el interior del cerro del Zempoaltépetl y prometió regresar para encaminar hacia la prosperidad al pueblo mixe.
Otra cosa que quedó clara acerca de Condoy: que casi nunca se le ha pintado. Sólo existe una antigua vasija de barro en la que, con un relieve, se representa el nacimiento de este mítico héroe y a partir de la cual se elaboró en los setenta un mural en Tlahuitoltepec Mixe, dentro de la escuela de Siqueiros.
El tiempo pasa
En cuanto terminamos de preparar los muros con gesso, a partir de todo aquello que me habían contado los de Alotepec, hice un boceto del mural y comencé a pintar un gigantesco guerrero mixe; mas cuál no sería mi sorpresa cuando de repente el síndico me dijo que ya no le siguiera, que porque a algunos del pueblo no les gustaba la idea de que se pintara el mural, sino que así, ya todo blanquito, se veía bien el palacio municipal.
En un principio no sabía ni qué hacer, hasta que uno de los topiles me explicó que en el pueblo hay una especie de tradición: siempre que se vaya a hacer algo para la comunidad en su conjunto, ``alguien'' se tiene que oponer, ya que esa actitud provoca que se discuta amplia y profundamente entre la población el proyecto. Y dicho y hecho, el interés por el mural aumentó de una manera notable. Se realizó una asamblea con los Principales, que son las personas del pueblo cuya opinión, ya sea por su cultura o conocimiento de la historia de Alotepec, es de importancia para el resto del pueblo. Les expliqué el motivo y contenido del mural y, algunos días después, quedamos en que, después de escuchar a los ancianos del pueblo, elaborara otro boceto acerca de la organización social de Alotepec para el salón de cabildos del palacio municipal.
Los ancianos de Alotepec son los guardianes de la memoria colectiva, de la historia y mundo mixes; son el libro abierto de la persistencia de una cultura milenaria, y los cargos municipales se encuentran representados por el alcalde, que funge como juez. Por lo general, a los dos cuartitos que forman la cárcel de Alotepec van a dar, para ``reflexionar'', aquellos borrachos escandalosos, los que no cumplen con los trabajos comunitarios, etcétera.
Para los ancianos, la organización social de la mayor parte de los pueblos de la sierra del Zempoaltepetl se fundamenta en el ser mixe: el trabajo colectivo, el respeto a las tradiciones, la igualdad y, fundamentalmente, en esa actitud altiva que se desprende de no haber sido conquistados. Esta actitud les ha permitido resistir los embates de la cultura occidental, gracias a lo cual ahora, en el fin de siglo, nos demuestran la validez de las formas de organización de las culturas mesoamericanas; una organización social que, paradójicamente, resulta ser una alternativa a la cultura occidental. Justo el tema que ahora tendrá la sección del mural del salón de cabildos.
* Antonio Ortiz, El Gritón, ha
realizado exposiciones individuales y colectivas en México, Canadá y
Japón, algunas de ellas dando vuelo al célebre personaje conocido como
El Candingas. El Gritón es físico por accidente y pintor por
culpa de una novela. Una de sus últimas instalaciones (que incluía
unos pollos muertos dentro de unas jaulas en el Parque del Reloj de
Polanco) fue secuestrada por el gobierno de Oscar Espinosa
Villarreal.