Arnaldo Córdova
Después del Informe
Todo el mundo, por lo que se vio, esperaba grandes cosas del Informe presidencial de este año. El Presidente debía hacer grandes pronunciamientos y grandes compromisos. Aunque muchos dudaban, no había quien no estuviera a la expectativa. Chiapas, el Fobaproa, el programa de seguridad pública, la pobreza y la miseria, la crisis económica y financiera, el campo, la mujer, el narcotráfico, la impunidad y la corrupción, todo, todo podía dar para grandes revelaciones y nuevos lineamientos. El único que no pensaba, ni por asomo, pronunciarse sobre nada ni comprometerse con nada era, precisamente, el responsable de rendir el Informe: el presidente Ernesto Zedillo.
En su mensaje advirtió que el mismo no resumía ni sustituía el Informe escrito que ya había entregado al Congreso. Así que leyó sólo el mensaje y no el Informe. Luego todos confundieron los dos y al terminar la ceremonia se sintieron algo así como ultrajados porque en el documento leído no se habían tocado los puntos que a cada uno interesaban. Las descalificaciones surgieron de inmediato. Y también las diatribas. No hubo nadie, por lo menos en los siguientes días, que pudiera hacer un balance objetivo de lo dicho por el Presidente y de las perspectivas que, a partir de ello, se comenzaban a trazar.
Lejos de hacer principismo de todo tipo, Zedillo deseaba hacer saber a la nación que su línea y sus posiciones estaban firmes y que no tenía intención alguna de cambiarlas. No decir nada sobre Chiapas significaba que lo que tenía que decir ya lo había dicho y que no había cambios. En su mensaje reafirmó su defensa del salvamento bancario y lo justificó, como siempre lo ha hecho: si lo que se hizo no se hubiera hecho, el país habría sufrido una catástrofe inimaginable. Igual fue con lo que llamó la ``emergencia'' de 1994-1995 y, en general, con todas sus políticas y programas. No sé quién ni por qué pensó que iba a hacer otra cosa. En mi opinión, decir que en su mensaje no informó de nada es una falsedad. Allí el primer mandatario siguió casi todos los rubros de su informe escrito (dos tomos de gran volumen) y vació, condensada, casi toda la información. Que esa información sea creíble o no es otra cosa. En gasto social, por ejemplo, las cifras que da Zedillo son de verdad pasmosas. Que ahora los estados y los municipios estén gastando más que la Federación representa un avance que no se puede negar. Tal vez el problema, como lo señala Julio Boltvinik, sea que el Presidente hizo cuentas en pesos de hoy y no de los de 1994.
De cualquier forma, lo importante es constatar que el titular del Poder Ejecutivo tuvo como mira consolidar en la opinión pública la visión de los trazos esenciales de su política general. Tres me parecen que son las vertientes principales de su política: en primer lugar, el modelo económico debe mantenerse a toda costa y más ahora, cuando las turbulencias en los mercados financieros y la recesión económica en gran parte del mundo amenazan letalmente a nuestra economía y, en particular, a nuestras finanzas; en esto el Presidente no está dispuesto a conceder nada. Quiere, empero, pactar una solución al Fobaproa y parece dispuesto a dar entrada a las objeciones que la oposición hace a su iniciativa. Eso ya lo veremos.
En segundo lugar, el primer mandatario no desea, como lo mostró desde el inicio de su gobierno, andar todo el tiempo mezclado con los avatares de la política nacional. En su óptica, creo, deberían ser el Congreso y los partidos políticos o las organizaciones sociales los que se hicieran cargo de esa problemática. A él no le interesa ni le inquieta que la oposición gane en cada elección nuevas posiciones. Ni siquiera quiere meterse con su partido. Jamás ningún Presidente hizo antes tantos reconocimientos al desarrollo político del país, democrático, pluralista, competitivo y cambiante.
Y, en tercer lugar, tampoco quiere tener nada que ver con la solución de conflictos como el de Chiapas. Esos conflictos no han puesto mínimamente en peligro su gestión ni el gobierno de la sociedad. Pueden quedarse ahí y desgastarse, agotarse o solucionarse por sí mismos. Se les puede enfrentar sin costos ni riesgos excesivos, dejándolos como están. Su verdadero asunto y la fuente de todas sus preocupaciones es la política económica. Se puede o no estar de acuerdo con Zedillo, pero pienso que eso es lo que menos importa en este momento. Lo verdaderamente crucial es saber a dónde nos quiere llevar y me parece que todas las coordenadas están tanto en su mensaje como en su Informe. La línea maestra es su política económica. Sólo espero que nuestros legisladores lleven a cabo un examen y una discusión de los documentos presidenciales que nos revelen más datos sobre ese punto.