DE CUBA VINO LA MUSICA
Arturo García Hernández, enviado, Aguascalientes, Ags. Ť Fue como si Dios, empeñado en demostrar su propia existencia, hubiera dicho: ``¡Hágase la música!''. Y --señoras, señores-- la música se hizo. O, para decirlo breve y fácil: ¡qué chingonería! Apenas tomó asiento frente al piano, Rubén González aventó (quién sabe a dónde) la engañosa fragilidad de sus 81 años, y con Siboney (esa especie de himno nacional que Ernesto Lecuona compuso para Cuba) sus dedos empezaron a bordar prodigios sobre el teclado, seguidos por el canto sublime de Ibrahim Ferrer y siete señores músicos (mejor dicho: ¡señores músicos!) de la orquesta Afrocuban All Stars, participantes todos en la trilogía discográfica apadrinada por Ry Cooder: Buena vista social club, Presentando a Rubén González y A toda Cuba le gusta.., hoy a nuestro alcance gracias a Word Circuit y Discos Corason.
Chico, vengo a trabajá, no a pasearme
Teatro Aguascalientes. Primer concierto en México, y en Latinoamérica, de la agrupación que ha contribuido al revival mundial de un patrimonio sonoro que las veleidades de la política (¿qué culpa tiene la música?) relegaron durante décadas a un plano marginal. Esta noche memorable del 3 de septiembre de 1998, mil 190 afortunados conocieron o se reencontraron con ese patrimonio.
Cuando iban del DF a Aguascalientes en el camión que les mandó el gobierno de aquel estado (organizador del concierto por interpósito Instituto de Cultura), se les notaba la fatiga producida por meses de trabajo, con 80 conciertos a cuestas en Estados Unidos y Europa (donde hoy los descubren y llegan a ofrecer hasta 400 dólares por un boleto para ver a González), claustrofóbicas sesiones de grabación y breves paradas en La Habana. Peor aún: Ibrahím mal pasaba los residuos tercos de una gripa que ponía en peligro su actuación. Lamentaba: ``Chico, yo vengo a trabajá, no a pasearme''. No lo confortaba ni la presencia de Kim Bassinger en una película de acción frenética con que se distraían el resto de los músicos. Rubén González, por su parte, mejor depositó su mirada autista en la lejanía del paisaje que atardecía.
Eso fue el miércoles. Pero el jueves sobre el escenario se operó la transformación. Rubén e Ibrahim emergieron gigantes de su añosa y pequeña humanidad. Cosa --señoras, señores-- de verlos y oírlos. El primero, raudo, loco, creativo, impredecible en su pulcra y sonera cadencia. El segundo, con la boca estriada por una sonrisa niña, sólo interrumpida por esa voz que llegaba plena, potente, desde remotas e intensas vivencias: Dos-gardenias-para-ti... ¿Qué hace, a sus 72 años, para mantener su voz a salvo de la erosión del tiempo? ``Nada, chico. He tenido de todo: mucho ron, mucho tabaco, muchas malas noches, muchas mujeres. Nunca he hecho nada para cuidarme''. Ahora ya disfruta de un sabio apaciguamiento.
Otras voces, otras tonadas
Empezaba la década de los cuarenta cuando Rubén González decidió abandonar la medicina por la música. Fue --reconoce-- una decisión de orden práctico: velar por la salud de los enfermos le dejaba 100 pesos al día; disipar penas y alegrar corazones, hasta 2 mil dólares por noche. Ya por esa vereda, conoció mundo y fama al lado de monstruos como Arsenio Rodríguez y, posteriormente, Enrique Jorrín, el creador del cha cha cha, a quien estuvo ligado durante 30 años. Así fue que González se hizo un lugar entre los tres mejores pianistas soneros de Cuba. Los otros dos, dicen quienes dicen que saben, fueron Lilí Martínez y Peruchín, hoy difuntos.
Con el bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba, la gran industria del disco dio la espalda a los músicos que permanecieron en la isla. Entre esto y el auge de la Nueva Trova Cubana (la música que mejor se avenía con las causas de la Revolución), los géneros tradicionales, a los que Cuba debe parte importante de su gloria musical, fueron gradualmente desplazados. Dadas las circunstancias y tras la muerte de Jorrín, Rubén González prácticamente había dejado de tocar.
Pero he aquí --señoras, señores-- que un día, hace más de dos años, apareció un tal Juan de Marcos --ingeniero civil experto en mecánica de fluidos, ex jipi, ex rockero, ahora manager y líder de Afrocuban All Stars. Tenía dos obsesiones: rescatar la música tradicional cubana y la dignidad del músico popular cubano. Su propósito concreto era juntar y hacer un disco con músicos de varias generaciones. Es el autor intelectual, verdadero artífice, de las producciones apoyadas por World Circuit, Ry Cooder y Discos Corason.
A González lo encontró inactivo; al contrabajista Orlando Cachaíto López (también presente el jueves), desperdiciando su inmenso talento (se asegura que es mejor que su tío, Cachao) en bares de medio pelo; Ibrahim Ferrer subsistía boleando zapatos. Por eso no puede menos que agradecer este giro en su vida: ``No, no llega tarde. Estoy vivo ¿no?''.
Hoy Juan de Marcos sigue con justificado entusiasmo la prolongación de su sueño cumplido. Agotada la salsa (la vertiente made in USA de los ritmos afroantillanos) en su reiterada monotonía (renovarse o morir) ``estamos asistiendo --sostiene De Marcos-- al principio del fin del aislamiento de la música tradicional cubana en el mundo''. Así sea.
Por lo pronto, la coyuntura se antoja propicia para reanudar el diálogo musical que en repetidas ocasiones han sostenido Cuba y México y que el experimentado timbalero Amadito Valdés ilustró ante la prensa aguascalentense con elocuente claridad: ``Es esa música que se parió en Cuba y se le dio el biberón en México''. Y a la memoria se vinieron los nombres de Pérez Prado, Benny Moré, Mariano Mercerón, Acerina y, entre otros, el mismo Jorrín..
Después del concierto, la madrugada del viernes alcanzó a los músicos cenando con sus anfitriones mexicanos y algunos paisanos miembros de la comunidad cubana residente en Aguascalientes. La velada se consumió entre recuerdos lejanos, viejos dolores, nuevas esperanzas, renovados entusiasmos por Tongolele, referencias a Paz, citas de Germán List Arzubide e incontables anécdotas de por allá y de por acá.
Unas pocas horas de sueño y de regreso al DF, donde anoche se presentaron en el Hard Rock Café y esta noche en el Teatro Metropólitan. Señoras, señores que los vean y los oigan, podrán sumarse, si les parece pertinente, a esta voz: gracias Cuba, por la música.