BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loria
El Estado y las crisis

Las entrañas del Fobaproa reflejan la indescriptible corrupción en los órganos del gobierno y al sumarse a la enorme criminalidad de algunos cuerpos policiacos han lastimado la confianza y la integridad de la sociedad. Todo esto claramente ha actuado en el sentido opuesto a lo que recomendaría la nueva teoría del crecimiento económico. La confianza (en los términos que utiliza Francis Fukuyama, Confianza. Editorial Atlántida, Argentina, 1996) es un componente crucial en el éxito integral de una nación. En ese libro, demuestra que las sociedades que han logrado desarrollarse exitosamente, lo han conseguido gracias a que Estados, mercados y sociedades han cumplido aceptablemente las funciones que establece el ideario liberal, y en gran parte ha sido así porque han gozado de ese componente esencial que lubrica las relaciones entre ellos y en el interior de cada uno. La confianza puede ser entendida como un capital social que se genera, se transmite y se potencia por la cultura, las relaciones sociales y también las relaciones económicas.

En ese sentido, la flexibilidad productiva de las empresas, la efectividad de las reformas económicas y sobre todo, el avance de la productividad social y de la equidad, empiezan y terminan por la confianza. En las sociedades que padecen déficit de ese importante activo, los costos de transacción son enormes y se convierten en deseconomías internas y externas que detienen cualquier intento de crecimiento o si éste se consigue, no logra expresarse en avances del desarrollo.

Paralelamente, la caída de los precios internacionales del petróleo y su enorme impacto sobre las finanzas públicas evidencian -ahora desde otra perspectiva- las debilidades, limitaciones y contradicciones de la aplicación las reformas neoliberales en nuestro país.

La ortodoxia económica considera que el equilibrio fiscal resuelve gran parte de los problemas económicos de una nación. Por eso, el gobierno ha reducido notablemente sus gastos, pero no ha realizado un esfuerzo correspondiente por elevar sus ingresos, y a pesar de que el déficit público no es elevado, existe una crisis fiscal que evidencia la reducción de los grados de libertad del gobierno mexicano. Para desgracia de las mentes simplistas, resolver este problema específico no se circunscribe al sólo ámbito de la imposición, sino de toda la reforma del Estado. En efecto, los actos de captar y gastar recursos públicos (que es el campo propio de la política fiscal) no son ejercicios técnicos, sino que tienen que ver con la ética y con la idea de soberanía y proyecto de una nación. De ahí que los cambios fiscales (y más aún las reformas) requieran acuerdos amplios entre el Estado, el gobierno y la sociedad. Ampliar la captación exige consensos amplios en los contribuyentes, que se construyen sobre la base de que éstos acepten que es útil y, más aún, necesario pagar impuestos. Pero ello se logra cuando consideran que con eso se amplían la defensa y el alcance de sus derechos ciudadanos y, sobre todo, cuando sienten que sus representantes son dignos y morales.

Las soluciones que ofrezca el gobierno a los problemas de Chiapas, Fobaproa y a la delincuencia institucional (en todas sus formas y manifestaciones), darán señales de la dirección que quiere emprender y, por ello mismo, delinearán su suerte en los próximos comicios.

Si bien la turbulencia financiera mundial es una variable que todos los países del mundo ahora incorporan en sus políticas económicas, nuestra nación tendrá fuerza para enfrentarla y, sobre todo, para evitar la tan temida crisis de fin de sexenio si y sólo si logra emprender con rapidez y decisión clara los cambios institucionales y de procedimientos internos mínimos necesarios.