La Jornada 2 de septiembre de 1998

Con eufemismos y sesgos se esbozó un México virtual

Elena Gallegos Ť Los protagonistas de la escena nacional atestiguaron un cuarto Informe de Gobierno -comienzo de final de sexenio- en el que no encontraron respuestas a los temas que mantienen al país en el sobresalto. Peor aún, tampoco escucharon que se llamara a las cosas por su nombre.

Así, en el discurso presidencial nunca se pronunció la palabra Chiapas, menos, mucho menos, se aludió al Fobaproa como Fobaproa y el escándalo Casablanca asomó al texto sólo como unos ``momentos difíciles que se encararon con Estados Unidos en los renglones de migración y combate al narcotráfico''.

Quizá por eso, malhumorados, los legisladores -incluyendo algunos priístas vergonzantes que se ampararon en el anonimato- ``dispararon'' cualquier número de adjetivos: ¡Medroso! calificó Porfirio Muñoz Ledo. ¡Mediocre! lamentó Santiago Creel. ¡Plano! resumió Demetrio Sodi. ¡Aburrido! bostezó Pablo Gómez. Con gesto de enfado, Ricardo García Cervantes nada más meneó la cabeza y Leonardo García Camarena se burló del ``México virtual'' del que se habló en la tribuna.

Y es que en medio de una de las más virulentas confrontaciones oposición-Ejecutivo y su partido, con asignaturas pendientes, y frente a una situación económica atada hoy a un hilo, los hacedores de la política no pudieron evitar hacer expectativas con miras a la fecha en la que antaño, en el clímax del presidencialismo, se rectificaban caminos, se desgranaban soluciones y hasta se hacían anuncios espectaculares.

Nada de eso. Ni siquiera se sintió ayer el ¡viva México! con el que el Presidente remataba su intervención y lograba sumar todas las voces a pesar de los enconos.

Todavía no daban las 21 horas de este martes de Informe, cuando esos hacedores de la política admitieron que no había lugar para las expectativas, ``ni siquiera para la esperanza'', sintetizó Andrés Manuel López Obrador, y Felipe Calderón criticó ``las graves omisiones'' en las que incurrió Zedillo, aunque se alegró de que no ``defendiera lo indefendible, como la ilegalidad del Fobaproa''.

Como mago, Arturo Núñez -cuya atípica respuesta al Informe dejó en el pasmo a muchos- sacó de la chistera un buen número de frases para explicar lo que nadie podía explicarse:

-¿Y Chiapas? -Atosigaban los reporteros.

-Bueno, es que el Presidente ha hecho tantas convocatorias al diálogo que...

-Oiga ¿y por qué tan breve y tan sin sustancia su paso por la tribuna?

-Porque la ley dice que se debe ser general y conciso.

Para todos los cuestionamientos Núñez tenía justificaciones.

Cuatro horas antes del desenlace, rodeados de cámaras, entre abrazos y preguntas, los miembros del gabinete hicieron su aparición en el remodelado vestíbulo del Palacio Legislativo que José López Portillo concibió -y Pedro Ramírez Vázquez concretó- para el México que administraría la riqueza.

Rigurosos, los hombres de la seguridad verificaron identidades, nombres, franquearon el paso sólo cuando se cercioraban del peso de la figura en turno. En primera fila, los secretarios se dispusieron a escuchar las posturas de las bancadas.

Por azares del destino o por cuestiones del protocolo, Oscar Espinosa Villarreal -mortificado porque a cada paso le inquirían sobre los dineros que El Divino dijo haberle dado al PRI cuando fungía como secretario de Finanzas-, quedó entre el procurador general de la República, Jorge Madrazo, y el contralor, Arsenio Farell, lo que provocó risas y bromas.

Jorge Emilio González, del PVEM, quien ya no podrá quitarse el mote de El Niño Verde, inició la ronda. No conmovió a nadie. Vino luego Ricardo Cantú Garza, del PT, quien de entrada se fue contra el lema de la campaña zedillista y redujo a un ``fracaso rotundo'' la oferta de ``bienestar para la familia''. En esas estaba cuando llegó al salón el secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, último miembro del gabinete en ocupar su lugar.

Las punzantes palabras de Jiménez Remus

A Labastida ya no le tocaron las frases de los ``chiquitos''. Pero sí alcanzó a escuchar los punzantes cuestionamientos del líder del PAN en el Senado, Gabriel Jiménez Remus, quien señaló que el régimen acusa un serio déficit de credibilidad y advirtió que entre más se tarde el Ejecutivo en asumir y rectificar mayor será el daño al país.

Frente a los rostros congelados de los secretarios -quienes en primera fila capeaban el temporal-, el panista se refirió a las maneras en las que el Presidente envió en marzo pasado la iniciativa del Fobaproa para convertir en deuda pública el rescate bancario, como ``un indicio más de la arrogancia con la que el Ejecutivo se conduce en este asunto y el desprecio al Congreso en el ejercicio del poder''.

No paró ahí y aludió a ``la actitud jactanciosa de ponerse por encima de las reglas que rigen para todos los presidentes, pero no para él, en este momento histórico''. Esteban Moctezuma se removió en su asiento, José Antonio González Fernández se detuvo la mandíbula con la mano y, enojado, Labastida agachó la cabeza. Gurría permaneció sumido en la butaca.

Así lo observaron varios reporteros que lograron evadir los controles y recibieron el apapacho lo mismo de priístas que de perredistas. ¡Viva la libertad de prensa! les dio la bienvenida en el salón un eufórico Armando López Romero. Muchos otros, como Fidel Herrera, Javier Santillán, Lázaro Cárdenas y Alfonso Ramírez Cuéllar, se preocuparon porque ya no los echaran.

Mientras tanto, en la tribuna, por el PRD la senadora Rosa Albina Garavito, enumeró agravios: Casablanca, Acteal, la militarización en los estados del sur, la falta de convocatoria del Ejecutivo, el fracaso de la política económica gubernamental. En el renovado salón -se estrechó el amplio pasillo central- se hizo el silencio.

Sin estridencias, la senadora siguió: ``Fobaproa sintetiza todas las dimensiones de la crisis de fin de régimen que el país vive'', para luego meterse al tema que más irrita al priísmo: el de los dineros hechos llegar a la campaña zedillista. ``Ese grave perjuicio debe ser reparado. Basta que el Presidente solicite a su partido regresar esos recursos, así disminuirá el quebranto bancario, la deuda moral del PRI y la ofensa para la sociedad''. Desde la bancada tricolor surgieron abucheos y silbidos, pero carentes de fuerza, más tardaron en brotar que en diluirse.

Otra mujer, Laura Alicia Garza Galindo, fue la que llevó la postura tricolor al pleno. Hizo una férrea defensa de la política presidencial. Para su infortunio coronó sus argumentos con frases que se prestaron al ``chacoteo'' y a la descalificación. Por ejemplo, cuando mencionó logros quiso apoyarse en un ``los resultados están a la vista''.

Entonces estallaron las carcajadas y los epítetos desde las curules ocupadas por panistas y perredistas. Fue la única ocasión en la que Arturo Núñez, en su calidad de presidente de la mesa directiva, tuvo que llamar al orden. Lo mismo Luis H. Alvarez que Ricardo García Saínz, reían sin disimulo.

Un minuto antes de las 19 horas, el presidente Zedillo hizo su aparición. Todos entonaron el himno nacional. En los palcos del primer piso, los líderes de los partidos, Mariano Palacios Alcocer, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón, en ese orden, eran vecinos de asiento. Quienes estuvieron cerca contaron que fuera de los saludos de rigor y de alguna frase sin importancia, no hubo intercambio entre ellos.

En el mismo nivel, pero del otro lado, Maximiliano Silerio Esparza y César Camacho Quiroz separaban al jefe de gobierno de la ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas y a Vicente Fox. Una buena imagen para los que pronostican contiendas presidenciales.

De acuerdo con las nuevas formas, la familia del mandatario no estuvo en el palco de honor, que ya desapareció, y presenció la ceremonia desde la parte posterior del salón, sitio reservado para invitados especiales. Ahí estuvo su esposa Nilda Patricia Velasco de Zedillo, sus hijos Carlos, Emiliano y Ernesto, así como un buen número de intelectuales, el staff del Presidente y, entre otras, destacaba la figura de Marie José Paz.

A diferencia de otros informes y no obstante lo precaria de la situación, este martes en San Lázaro no hubo mantas, gritos ni recriminaciones. La lectura transcurrió sin novedades. Literalmente sin novedades -apuntó Pablo Gómez más tarde.

Cuando todo terminó, gabinete y priístas se pusieron de pie para aplaudir largamente, de cara a la decepción de los opositores, quienes permanecieron sentados. Precedido por su secretario particular, Liévano Sainz, Ernesto Zedillo bajó de la tribuna. Se alzaron los coros. Pero no eran para él sino para Fox, quien desde el balcón y con el signo de la victoria, se dejaba querer por sus seguidores: ¡Vi-cen-te! ¡Vi-cen-te! le regalaron los panistas. Era la despedida.

De salida, el Presidente se acercó a Jiménez Remus y a Carlos Medina Plascencia, un saludo y un hasta luego. En seguida cruzó el pasillo central para dirigirse a Muñoz Ledo. ``Porfirio, mucho gusto en saludarte'', le dijo de ``carrerita'', pero el perredista no dejó escapar la ocasión para el lucimiento y aconsejó: ``a buscar soluciones señor Presidente''.

El senador priísta Pablo Salazar Mendiguchía comparó la omisión a Chiapas con el desprecio con el que se trata a los indios en México, y el senador Carlos Payán lamentó que en las dos últimas horas se hablara de un país que no existe.

En este comienzo de final de sexenio, fue así como los personajes de la escena nacional no hallaron respuestas ni escucharon siquiera llamar por su nombre a las cuestiones más espinosas.