Alejandro Ordorica Saavedra
Agua de dos filos

Aunque tardías, las lluvias llegaron a la capital impetuosamente, pero también evidenciando fallas, omisiones e insuficiencias que se vienen arrastrando por décadas.

De hecho son lecciones que año con año se repiten, sin aprenderse bien ni aprovecharse adecuadamente, a fin de prevenir las repercusiones de este fenómeno de la naturaleza, que siendo benigno puede provocar daños y hasta tragedias.

Si sabemos que cíclicamente se presentan, aceptando incluso ciertas irregularidades en la duración de estas temporadas de aguas debido en mucho a las alteraciones ecológicas, debemos ya contar con un sistema de protección civil de mayor eficacia, pero a la vez aplicar una concepción integral de aprovechamiento de estos caudales de agua pluvial.

También sale a relucir el descuido que por años se ha tenido en la renovación y mantenimiento de los sistemas de drenaje y desalojo del agua, así como la corrupción que ha tolerado asentamientos urbanos en los márgenes de los ríos y en zonas de barrancas, con grandes escurrimientos.

No podemos permitirnos la recurrencia de casos tan lamentables como los que se han registrado este año en diversas comunidades de Milpa Alta, Cuajimalpa y Alvaro Obregón, con considerables perjuicios materiales y peor aún con pérdida de vidas.

Un nuevo sistema de protección civil exigiría la definición de acciones preventivas permanentes que van desde el desazolve y obras de contención o canalización de las corrientes acuíferas, hasta programas específicos adaptados a cada demarcación según su conformación topográfica, riesgos latentes, densidad de población, situación de la infraestructura y de acuerdo a su naturaleza rural, semiurbana o urbana.

Pero también implica una visión diferente que apunta a la captación de la lluvia para usos industriales, domésticos y agrícolas, mediante nuevas tecnologías o criterios de uso, pues no deja de ser paradójico el hecho de que en la misma ciudad de México, falte y sobre agua según la región de que se trate.

Será imprescindible, en una nueva y esperada política de gobierno, un reordenamiento del uso de suelo en estas zonas de alto riesgo y la aplicación estricta de los ordenamientos normativos vigentes en la materia, si no es que su modificación misma, para responder mejor a las necesidades y retos prevalecientes.

Un plan que contenga el capítulo indispensable, pero que suele olvidarse frecuentemente, de la participación ciudadana, orientada en ese caso a establecer estrategias y acciones comunes con las autoridades: antes, durante y después de la temporada de lluvias; y donde la comunicación social sea prioridad y factor indispensable para informar y educar, además de generar una nueva cultura de protección civil comunitaria.

Acuerdos y acciones que al conjuntarse nos lleven a celebrar el inicio de las lluvias y no estar en la angustia de que llueva mucho y fuerte. Romper, en fin, el círculo histórico de la improvisación, la indolencia y la desinformación.