El mayor ruido, por lo que quedó en silencio
Jaime Avilés Ť ¿Y Chiapas? ¿Y el Fobaproa? ¿Y la nueva Ley Federal del Trabajo? ¿Y la devaluación? ¿Y..? ¿Y..? ¿Y..? A las 21:30, cuando todo ha terminado, en el vestíbulo de San Lázaro no se habla sino de los grandes temas que no tocó el mensaje presidencial.
``Es el peor Informe desde los tiempos de Guadalupe Victoria'', dice el diputado Porfirio Muñoz Ledo. ``Está convocando a crear un Estado policiaco, es lo único que anunció con claridad'', resume la senadora Rosalbina Garavito. ``No fue un Informe'', estima el diputado Bernardo Bátiz. ``Para conocer el estado que guarda el Estado, tendremos que esperar a leer los anexos'', agrega.
``El desprecio que el tema de Chiapas le merece al Presidente --dice el senador priísta Pablo Salazar Mendiguchía-- es el mismo desprecio que Chiapas le merece al país desde 1824''.
Y entonces voltea a ver al senador Carlos Payán Velver y lo previene: ``Como miembros de la Cocopa, tú y yo no existimos''.
Hay caras largas por todas partes. Y en medio del rotundo vacío que impera en todos los ámbitos, una lluvia de reflectores ilumina los duros ojos de Manuel Bartlett, gobernador de Puebla, que habla a la intemperie, rodeado por cinco círculos de periodistas y obtiene de la prensa la más notoria atención.
A veinte metros de él, solo, cabizbajo detrás del pálido tubérculo de su ostensible nariz, el diputado Arturo Núñez Jiménez acaba de pasar a la historia por el mérito de su breve respuesta al cuarto Informe del sexenio.
El sindicato de los gobernadores del sureste, a través de él, ha contestado con silencio a los inquietantes silencios del jefe del Ejecutivo.
Ceniza de la ceniza
Ultima oradora de la ronda de cinco legisladores, por boca de los cuales los partidos políticos del Congreso de la Unión han fijado ya su postura ante el momento dramático que vive el país, la diputada priísta Laura Alicia Garza Galindo sube a la tribuna vestida rigurosamente de negro.
Con los tamaulipecos acentos de su agria voz regañona y con la cabeza obsesivamente ladeada hacia la fracción parlamentaria del Partido de la Revolución Democrática, emplea sus cuartillas para hacer un deslumbrante ejercicio esquizofrénico. Durante diez minutos, siempre a la defensiva pero siempre a la brava, nos recuerda que el PRI tiene 239 curules de un total de 500 y, por ello, dice, sigue siendo la primera fuerza política del país.
Habiendo aniquilado de esta imaginativa manera los 3 millones de votos que el PRD obtuvo el domingo en la consulta sobre el Fobaproa, la rijosa norteña habla a continuación acerca del año 1994 --sin mencionar Chiapas, tampoco ella-- y borda y teje acerca de los grandes aciertos que su partido se anotó en aquel entonces, y no pasa de ahí, como si el tiempo se hubiese detenido ahí para siempre.
Luego elogia las medidas ``que nos permitieron sortear la crisis'', como si ésta fuese ya un lejano recuerdo, y a partir de ese momento la fracción del PRD se limita a chotearla. ``Algunos quisieran que no sigamos por el mismo camino'', reta provocadora, y los perredistas, lógicamente, corean un largo ``Noooo''. Después avisa: ``Pero el Presidente no gobierna solo''. Y los perredistas a coro: ``No gobierna''. Y luego remata: ``Quienes quieren llevarnos por el rumbo equivocado, deben saber que de las cenizas sólo se recogen cenizas''. Y los perredistas: ``¡Aaaahhh!''.
Pocos aplausos premian su oratoria, que anuncia lo que habrá de sobrevenir: para el partido del régimen las oposiciones y los problemas, sencillamente, no existen.
El viraje del PAN
Experto tribuno, el senador Gabriel Jiménez Remus, de Acción Nacional, da la nota más sorprendente de la tarde. El tono de su discurso y las educadas puntuaciones de su voz, confirman lo que Felipe Calderón destapó la víspera, al sugerir en Radio Red la renuncia del titular del Ejecutivo: el PAN ha roto definitivamente su alianza con la administración del PRI.
``Nuestra postura es muy clara. Nosotros decimos ¡no al Fobaproa y sí a las sanciones contra los que abusaron!'', precisa Jiménez Remus. Y entonces marca un hito en la historia de Acción Nacional, cuando párrafos más adelante subraya con énfasis bolchevique:
``Antes que globalización, antes que neoliberalismo, antes que nuevas tecnologías, antes que todo, ¡nosotros exigimos justicia social para la clase trabajadora!'', y de este modo clausura la enunciación de un tema que habrá de sacudir el palacio de San Lázaro de aquí al 31 de diciembre: la reforma a la Ley Federal del Trabajo.
Del apoyo al EZLN
Rosalbina Garavito, la senadora perredista que jugó un papel clave en la elaboración de la propuesta del PRD para el Fobaproa, es la única voz que pone el dedo en la llaga de la guerra. Una y otra vez, habla de la militarización en Chiapas, externa el apoyo de su partido a la consulta convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), recuerda que el Ejecutivo desconoció los acuerdos de San Andrés y debe honrar su palabra.
Pero no sólo condena la violencia que sufren los pueblos indios. Habla también de ``la violencia económica que sufre la sociedad'' y es la causante principal del terror que se vive en las ciudades. Hace hincapié en las reformas pendientes: para la Ley Federal del Trabajo, para el Banco de México y todo el universo de las instituciones de crédito. Y finaliza dando una voz de alerta acerca del peligroso momento que atraviesa el país y de la necesidad de llevar a cabo cambios tan urgentes como profundos.
Minicrónica de la nada
En el receso, previo al arribo del autobús presidencial, en el primer piso de San Lázaro arrecian las especulaciones. ¿El mensaje del Ejecutivo será triunfalista como el de Laura Alicia Garza Galindo?, se preguntan dos consejeros del IFE y uno agrega: ``El Presidente necesita llegar con algo fuerte, porque si no...''.
Los hombres de gris, que se multiplican desde la avenida del Congreso hasta el vestíbulo y las escalinatas de San Lázaro, mantienen la calma pese a que son ya las 19:00 en punto y hace diez minutos tendría que haber llegado el principal actor de la sesión. Cuando éste penetra en el recinto, con un semblante descolorido que contrasta con los vivos tonos de su banda tricolor, los hombres de gris cierran celosamente todas las puertas. Como en un palenque.
Para la crónica de ayer, lo demás no importa.