Una reflexión quedó asentada en el programa del 18 Foro de la Cineteca y hace referencia de manera breve y concisa a Por el lado oscuro del camino de David Lynch en los siguientes términos: ``manejo expresionista de la cinemática''. Ahora, reitero aquella conclusión, tanto en el manejo del color y del encuadre a cargo de Peter Deming, como en el de la caracterización del asesino esquizofrénico que da desquiciante sentido a la trama. Hasta aquí la inicial consideración. Otra, también quedó inscrita en el programa con tres palabras definitivas: ``cine documento histórico''. Para mí, la cinematografía, quiero decir, la escritura de la luz, redactará el documento histórico por excelencia de nuestro tiempo, pues, sin lugar a duda, sus imágenes en movimiento ilustrarán a generaciones venideras, no sólo de las preocupaciones éticas y políticas del siglo XX sino, de idéntica manera, de las actitudes corporales y gestuales de la humanidad.
Precisamente Asaltar los cielos, que recoge el perfil biográfico de Ramón Mercader, agente de la KGB encargado de asesinar a León Trosky en México, es ejemplo de esta aseveración. Otra reflexión más, la redacté y hoy la formuló así: La vida de Jesús, galardonada opera prima del francés Bruno Dumont, ¿no es acaso muestra inesperada del realismo poético en el contexto de la posmodernidad? Recordemos que aquella escuela cinematográfica abocada al naturalismo literario y al impresionismo pictórico que floreció en Francia durante la tercera década, mostraba en las pantallas los desgarramientos espirituales de los marginados de los bajos fondos de París y de otras ciudades antes de la Segunda Guerra Mundial. ¿Acaso, Freddy, el protagonista de la película de Dumont, no es un desempleado agresivo y brutal como aquellos memorables personajes que recogieron Renoir y otros famosos directores? Entonces, es justo ubicar esta cinta en aquel estilo.
La cuarta reflexión, a propósito de El río, de Tsai Ming-Liang puede traducirse de la siguiente manera: ``A mi entender, el cineasta taiwanés, usó su discurso cinemático para transmitirnos una húmeda metáfora sobre las posibilidades purificadoras pero también altamente destructivas de las aguas que circulan infatigable en nuestro planeta azul. Ellas, están presentes en el filme de Ming-Liang para estimular sexualmente o memorísticamente a padre, madre e hijo, y para ubicarlos más allá de la China tradicional en la aldea global a cargo del neoliberalismo''.
Ahora, otra consideración inspirada en un viejo estilo cinemático y literario de cinedirectores suecos de la época muda. La posibilidad de utilizar al paisaje como elemento fundamental del drama cinematográfico. Recurso que con magistral destreza maneja el ruso Alexander Sokurov para ``encuadrar'' la agonía de los dos personajes que transitan en Madre e hijo (1997). La sexta idea surge del comentario de un teórico francés en memorable libro hace ya algunos años, y que dice: ``los fotogramas de personas fallecidas, vienen a acrecentar el mundo de fantasmas que agita a la civilización occidental desde remotos tiempos''. A partir de esta propuesta fantasmal enfrenté las encarnaciones de Marcello Mastroiani (1922-1996) como Mateo Stramo/George Vickers/mayordomo/Luc Allamand, que dan sentido existencial a la parábola de Pascal Bonitzer (guión) y Raúl Ruiz (dirección) titulada Tres vidas y una muerte.
Para concluir, la séptima reflexión, de carácter histórico, que nació durante la proyección de Eisenstein: fantasía mexicana (1998) de Oleg Kovalov (director del montaje), acerca de la manipulación emprendida por varios cineastas de los 35 mil metros de negativo que concretaron S.M. Eisenstein (dirección) y E. Tissé (fotógrafo) en México, en los años 1931-32. Negativos que nunca llegaron a manos del cineasta soviético por oscuras razones a cargo de Upton Sinclair, productor y novelista estadunidense. Y vuelvo a preguntarme, ¿quiénes fueron los improvisados manipuladores del material que de haber sido articulado por Eisenstein hubiera dado vida a ¡Que viva México!. Los primeros fueron Don Hayes y Howard Aices, mismos que armaron en 1933 un filme titulado Thunder over Mexico (72 minutos). Aquel año, Sol Lesser, el productor de Tormenta..., edita un horroroso corto con el nombre Kermesse funébre. En 1935, Marie Seton, sonorizó parte de aquellos materiales para rendir homenaje a su creador original: Times in the sun (55 minutos). Hacía 1954, Jay Leyda, compaginó una decena de secuencias, como si se tratara rushes, para mostrar las excelencias del trabajo realizado por su maestro en nuestro país: Eisenstein's mexican projet (320 minutos). En 1979, G. Alexandrov recupera el material rodado en México y articula en la URSS una versión considerada como la más cercana a la que hubiese creado su director: hoy, Oleg Kovalov nos ofrece otra reconstrucción de 86 minutos. Hasta aquí las siete iniciales reflexiones sobre el 18 Foro.