Octavio Rodríguez Araujo
El último Informe
El gobierno de Zedillo, pese a los datos positivos que quiso presentar en su Informe, no ha podido promover una política de verdadero crecimiento económico, y no sólo por razones internacionales asociadas a la caída de los precios del petróleo y a las crisis financieras en Asia y Rusia o por la inserción subordinada de la economía mexicana a la mundial, dominada por 200 empresas trasnacionales. Menos todavía Zedillo ha podido (o querido) promover una política de desarrollo económico, es decir, de crecimiento con distribución de la riqueza. Es más, ni siquiera ha cuidado una de las necesidades del capital: el crecimiento del mercado interno, esto es, el aumento de la capacidad de consumo de los mexicanos, entre otras razones porque se siguen castigando los salarios de quienes no han perdido el empleo y porque los desempleados son ahora más que durante la crisis de 1995, para no hablar de comparativos de los años ochenta o setenta.
El crecimiento económico del que ha hablado Zedillo se desdibuja cuando es calculado en términos de la producción real por habitante. El desempleo, calculado en más de 30 por ciento de la población económicamente activa, se ha visto agravado por el aumento de quienes en los últimos años llegaron, por edad, a solicitar empleo y no lo obtuvieron o se vieron precisados a engrosar la economía informal que --ésta sí-- sigue creciendo hasta representar cerca de 50 por ciento del producto interno bruto y de la que no hablara el Presidente.
El insuficiente crecimiento de la economía se ve reflejado con claridad en el número de empleos que se han podido crear en los últimos años y en el aumento de la pobreza y de la miseria entre millones de mexicanos. El desempleo es una cara de la desesperanza social del país, ya que significa que cada vez menos personas sostengan sobre sus espaldas el peso de la economía. Esto es muy grave y doloroso. Pero lo es todavía más si se piensa que dos tercios de quienes trabajan tienen ingresos inferiores a los dos salarios mínimos, para no hablar de quienes no llegan a diez pesos diarios de ingreso, que no son pocos.
La política del actual Presidente de la República es una política exclusivamente para salvar a los grandes capitales (nótese el largo espacio que le dedicó a las finanzas y a los bancos).
Esta parece frase hecha, a fuerza de ser repetida en todos los ámbitos y desde hace muchos años, pero significa algo muy sencillo: los únicos que se han beneficiado, a costa de la mayor pobreza de los mexicanos, son quienes tienen más capital. Y de entre éstos, se han beneficiado todavía más quienes han sido privilegiados directamente por medios no precisamente lícitos ni transparentes.
Fobaproa es un hilo de la madeja de complicidades y corruptelas en la que están envueltos tanto intereses públicos como privados. Otro hilo sería el narcotráfico, pero éste está todavía más enredado que el anterior y, por cierto, no mereció análisis presidencial.
El hoyo negro del Informe Presidencial es Chiapas. El gobierno ha hecho todo lo posible por estancar el problema, por congelarlo. Sin embargo, el problema no sólo no está congelado sino que cada vez es más espinoso y delicado, entre otras razones porque diariamente se agrava la situación de cientos de miles de chiapanecos pese a las ofertas de recursos que se hacen, sin materialización, desde la esfera gubernamental. Pero además de congelado, el tema no mereció siquiera una alusión. Nada. Chiapas no existe.
En conclusión, el gobierno habla y gesticula, pero ha perdido credibilidad, incluso entre quienes se supone que serían sus partidarios. La impresión que se tiene después de escuchar el Informe es que todo mundo está esperando que esto se acabe y que pronto se defina una alternativa. Al mismo Zedillo debe haberle dado esa impresión al reflexionar, al final de su discurso y sin que fuera el momento adecuado, sobre el país que aspira dejar a su sucesor y al próximo milenio.
A Zedillo le llegó la hora, se le adelantó el reloj. Tanto es así, que en realidad este fue su último informe. A partir de ahora, la sucesión presidencial se prepara y sólo se espera que el país no se quiebre en pedazos durante el interregno.