La Jornada Semanal, 30 de agosto de 1998
Por sentir el temblor de cada hoja
En su atento corazón nada se mueve:
Esta tarde, en este jardín,
A su lado sin embargo todo se inquieta
¡Qué sed de animalidad! ¡De mundo
Por dejarse tocar al pie del álamo,
el viento se remansa alrededor
del álamo
y pone un nimbo en la tibieza de su fronda,
una cúpula
imantada, el ámbito de un roce
-pero nunca un roce...
en el aire quieto todo está
quieto.
¡qué sed de animalidad le ha entrado al
viento!
Se echa al pie del álamo y quizá consentiría
que alguien
le rozara el impasible lomo.
como una manada de lobos que
vigila a la distancia,
a media estepa, cómo beben sus lobeznos en
el río...
de machos y hembras y
generaciones!
De abrazar al fin esa muda intimidad como a una
cría
que nadie acaba nunca de tener
cabalmente entre sus
brazos.
el viento se hace aire entre
los dedos.
Del libro Rellano, de próxima aparición en Ediciones El Ermitaño, en su colección Minimalia.