¿Por qué los presidentes de México informan sobre lo que ellos mismos deciden y no sobre lo que más interesa saber a la sociedad? Una parte de la respuesta tiene que ver con el autoritarismo que aún padecemos y que poco sabe de la rendición de cuentas. Pero la otra parte, tiene que ver con el atraso político de nosotros como sociedad, todavía temerosos de exigir cuentas claras a los gobernantes.
Un buen presidente, antes de rendir sus informes de gobierno, aprovecharía múltiples recursos para enterarse de aquello que más urge saber a la ciudadanía: desde un contacto permanente y receptivo con la sociedad (de nada sirven las giras que de simple parafernalia), hasta una buena lectura de periódicos (creíbles) y de encuestas sobre lo que más preocupa al pueblo. Encuestas cuyos resultados sirvan para corregir lo que haya de corregirse y no para gol-pear aquí o allá, como suele suceder.
De cualquier manera, la sociedad bien podría tomar la iniciativa. En vez de esperar la llegada de un presidente democrático, debería comenzar a exigir informes de gobierno centrados en lo más importante para la buena salud de la nación y rendidos de manera convincente (no con un enjambre de anexos y estadísticas que abruman hasta al mas ducho de los tecnócratas). De cara al cuarto Informe del actual Presidente, aquí buscamos poner nuestro correspondiente grano de arena con unas cuantas preguntas que probablemente otros quisieran hacerle también.
Imposible no empezar con la más elemental, pero de la mayor trascendencia para casi todos los mexicanos (y sus hijos, nietos y tataranietos): ¿qué ha sido del ``bienestar para tu familia'', que si no recordamos mal, fue la gran promesa durante la campaña electoral? De anteriores informes podríamos deducir lo que tal vez se dirá en el próximo: la promesa sigue en pie, sólo que tardará en hacerse realidad otros 20 o acaso ya 40 años; y no por falta de ganas ni de congruencia, sino porque ahora se atravesaron, ya no ``errores'' como el de diciembre de 1994, pero sí factores verdaderamente-imprevisibles como la caída en el precio del petróleo, las crisis financieras en el sudeste asiático y en Rusia, y por si fuera poco, factores-irresponsablemente-internos como el irresponsable escándalo que del Fobaproa ha hecho la oposición, lo mismo que la irresponsable-intransigencia-zapatista en Chiapas donde el EZLN y los pueblos indios del país, grosera y antipatrióticamente, se resisten a negociar su suicidio.
Suponiendo sin conceder (como dicen los abogados), de todos modos se imponen varias preguntas. Respecto a los factores externos, ¿acaso no sería menor su impacto si nuestra economía, junto con la rectoría estatal mandatada por la Constitución, se hubiesen fortalecido en lugar de languidecer más y más bajo las políticas del neoliberalismo? ¿Por qué si el neoliberalismo ya va en retirada en sus mismísimas catedrales (Estados Unidos y Europa), aquí se insiste en que es la única-y-mejor-ruta? Y por cierto, ¿qué pasó con el debate sobre una política económica de Estado, enérgicamente anunciado en el último Informe?
Respecto a la guerra -perdón, el problema- en Chiapas, ¿qué tanto obedece precisamente a un neoliberalismo infestado de discriminaciones, ya no digamos étnicas o culturales, sino económicas y sociales? ¿Cuántos Chiapas más tendremos que sufrir antes de modificar un ápice el dictum neoliberal? En fin, ¿por qué no afectar los intereses de unos cuantos (caciques, terratenientes y comparsas) a efecto de respetar los derechos de los más? Esto nos lleva directo al Fobaproa, pero ya sólo hay espacio para una pregunta: ¿quién nos garantiza que no habrá nuevos Fobaproas aun cuando pervive la cultura del fraude y la impunidad, del encubrimiento y la arbitrariedad, al grado de pisotear la propia Constitución, del perjuicio de muchos por la prebenda a pocos y, desde luego, la cultura de no informar salvo para hacerlo con verdades a medias y mentiras al doble?
Como sea, lo importante es que la sociedad haga escuchar sus propias preguntas y que los gobernantes respondan satisfactoriamente... si quieren seguir gobernando. Y si no es así, que hable el Presidente -pero bien, con verdad- en su próximo Informe.
lugsouza servidor.unam.mx