Julio Estrada
La obra política de Silvestre Revueltas /II y última

La búsqueda de la proporción entre modernidad y accesibilidad no es nueva en la obra de Silvestre Revueltas, si se recuerda cómo su música puede estar hecha de contrastes permanentes que oscilan entre la explosión rítmica y el lirismo melódico. La idea de mantener el equilibrio entre un contenido musical avanzado y su posible asimilación social es parte esencial de su obra y no es difícil de observar en la de concierto. Dicha estabilidad entre uno y otro factores es una virtud mayor de su música en general y, en particular, la que escribe para el cine, la danza o la pantomima, donde quienes participan, de ser artistas --cineastas, actores, coreógrafos, bailarines, etcétera-- pueden tener casi la misma formación musical que otros individuos del público. Es singular cómo, dentro de un movimiento renovador en las artes del país, Revueltas excluye a la ópera de su producción, cuando ésta forma parte de un pasado decadente, asociado a la dependencia musical de México durante el siglo XIX y sólo de interés, entonces, para una sociedad burguesa reacia a todo cambio. En lugar de ello, opta por escribir música para el cine --Redes, Janitzio, etcétera-- como un arte novedoso y de masas, menos estancado institucionalmente, que deja espacios abiertos a la creatividad y a la crítica, o se decide al igual por la creación musical para la danza --La coronela--, en la que encuentra grupos de artistas comprometidos y combativos.

El estilo característico de Revueltas no cede un palmo en su obra política, manteniendo, como en su demás producción, una música basada en la yuxtaposición de elementos en contradicción frecuente. Esta idea en particular sirve al compositor en sus composiciones políticas para dar a cada grupo musical una tarea de distinto peso, a saber:

Las voces no están concebidas para profesionales sino para cualquier persona; tendrán la parte menos pesada, como melodías accesibles por su entonación y memorización --pentáfonas, diatónicas, raramente cromáticas-- o incluso sólo habladas, todo ello dentro de ritmos en extremo sencillos.

El grupo instrumental a su vez tendrá la parte más exigente del modernismo musical propio del autor, como la complejidad melódica, la disonancia armónica, la estridencia tímbrica, el contraste rítmico o la libertad de cambio en la forma, partes por lo general de introducciones, momentos transitorios o conclusiones en la obra, mientras que las partes cantadas, abandonan el contraste para asimilarse al ambiente general.

En contra de lo que pudiera pensarse, la música política de Revueltas deja ver con mayor claridad el estilo propio del compositor, el ser cercano a la sociedad, que comparte con ella experiencias perceptivas y mnemónicas similares mediante una visión íntima profunda. Su búsqueda constante de la accesibilidad y de la modernidad puede denotarse a través de una óptica que señale con mayor evidencia esa dualidad creativa que adquieren sus comportamientos social e íntimo:

Por una parte, lo accesible en él proviene del carácter eminentemente popular de su formación familiar, de la sencillez de su carácter y de su arraigo por las causas sociales, algo que ya se ha dicho aquí o allá. Por otra, lo moderno parece estar compartido entre tres elementos principales:

a) El impulso espontáneo que no excluye al universo infantil como parte de un carácter indomable --``me gustaba dar tamborazos en la tina del baño''-- o generador de ideas o acciones inéditas, algo que él mismo aprecia en el diálogo con Eugenia, su hija: ``¿Y cuando seas grande con quién te casarás...? (...) `Con nadie o más bien con mi zapato...' (¿) (En Los Revueltas, Rosaura Revueltas, 1980, pp. 74-75).

b) Su imaginación, un don que le hace decir antes de los 20 años: ``Me puedo observar de 1917 a 1920. Voy a hacer una confesión: hasta esa época sueño con una música para cuya transcripción no existen caracteres gráficos, pues los conocidos no alcanzan a decirla, a escribirla. Sueño con una música que es color escultura y movimiento''.

c) La complejidad psíquica del personaje, una idea que es obligado indagar para llegar a comprenderlo mejor. Para aproximarnos a su mundo interior léase un par de fragmentos más del Diario de Silvestre escrito en el sanatorio del doctor Falcón, en los que una calidad literaria superior hace presentir, por las alusiones sonoras, algunos momentos de Pedro Páramo, de Rulfo:

``Un sollozo como un vómito de sangre y lágrimas, doloroso y desgarrado se escucha en alguna parte, y este sonido penetrante tiene ecos en las plantas, las cosas, los seres... solloza todo dentro de uno. Cada nervio es un sollozo tendido, abierto como un caudal de llanto. Como esos llantos que se oyen de noche, sin remedio. Llanto de niño, llanto de hombre, todo es llanto que nada puede enjugar. Pero este sollozo en la noche convulsa, este pavor, este decirse ¿quién llora? Este sentir su propio dolor y pensar ¿habré sido yo en el silencio de esta noche sin espera? Cuerpo, alma, respóndame. ¡Estoy solo!'' (Ibid, p.84).