Carlos Marichal
¿Soluciones a la crisis?

Uno de los mayores interrogantes que se plantea en el México contemporáneo consiste en saber cómo salir de la crisis económica que se viene arrastrando desde principios de 1995. Hasta ahora el gobierno no ha ofrecido soluciones que inspiren verdadera confianza, sino que simplemente propone una serie de nuevos y costosos parches al vapuleado e ineficiente sector bancario.

Sin duda es necesario lograr algún tipo de acuerdo concertado entre banca, gobierno y deudores para apuntalar al sistema financiero y crediticio del país, pero ello no basta. En efecto, para una estrategia que tenga posibilidades de éxito en alcanzar la recuperación económica se requiere ir más allá de la banca y de las reformas financieras actualmente en debate. Es igualmente necesario proponer medidas que impulsen a los sectores industriales, que son las verdaderas locomotoras de la economía mexicana. Ello implica que sea urgente comenzar a discutir qué tipo de política industrial debe adoptar el gobierno para enfrentar los retos del presente y del siglo XXI.

Durante al menos un decenio, la élite tecnocrática, a cargo de las oficinas económicas del gobierno, ha propiciado un grave error al ofrecer apoyos incondicionales e indiscriminados a la banca, el sector más ineficiente de la economía nacional, mientras ha fallado en el diseño de un programa integral de industrialización. El resultado está a la vista; solamente unos 40 grupos altamente concentrados han logrado sortear las repetidas crisis y han podido comenzar a competir en los mercados internacionales. El resto de la industria --sobre todo la mediana y pequeña-- no alcanza a entrar en la senda de un crecimiento vigoroso.

Entre las razones de esa falta de dinamismo de los sectores industriales medios se encuentran la insuficiencia de programas de apoyo para la capacitación de técnicos y trabajadores, para tener acceso a tecnología de punta y para obtener crédito barato. Ello depende en buena medida de un esfuerzo innovador e integral del gobierno en materia industrial. En otras palabras, no es suficiente una política destinada esencialmente a salvar a los bancos y a un cierto número de deudores. Es cada vez más claro que resulta indispensable relanzar a las industrias mexicanas, pues si éstas funcionan mejor, toda la economía marchará hacia delante.

En pocas palabras, las reformas financieras bajo discusión son insuficientes. Restructurar deudas debe ser solamente el primer paso en un proyecto que se oriente hacia la restructuración de la política económica en su conjunto. Y ello implica que la tecnocracia deje de pensar solamente en términos de medidas financieras de corto alcance y sin tener una idea de la forma en que puedan impulsar los sectores productivos, en particular los industriales. Pero para ello se requiere comenzar a pensar de manera más creativa y flexible sobre el futuro de la economía y la sociedad mexicana.