El vendaval de los mercados sigue azotando la economía. Bajo el nuevo embate financiero internacional producido por la bolsa rusa, el Indice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de valores tuvo ayer el mayor retroceso en lo que va del presente año. Este hecho profundiza una tendencia descendente que ya es muy acentuada. En los últimos 30 días este índice acumuló una baja de 32 por ciento, que equivale a un total de mil 417 puntos menos. Al cierre de julio, el rendimiento nominal del IPC ya había acumulado una pérdida de casi 19 por ciento y de un poco más de 26 por ciento calculada en dólares. El debilitamiento del mercado bursátil es paralelo a las presiones que se manifiestan en el mercado cambiario, donde el peso sigue depreciándose. En relación con su cotización de un mes atrás, la moneda nacional ha perdido 12.4 por ciento de su valor frente al dólar. Las tasas internas de interés, por su parte, continúan su tendencia al alza y esta semana observaron un incremento sustancial que las sitúa en niveles no vistos desde 1996. La inflación, por último, está siendo mayor a la esperada para 1998. La tasa observada en la primera quincena de agosto (0.52 por ciento) hace prever que el registro calculado para todo el mes (0.77 por ciento) será rebasado. Y esto ocurre en la víspera del periodo estacional de mayor inflación en el calendario económico mexicano, por lo que es posible que la inercia de las alzas de los meses venideros sea también mayor a la esperada.
La combinación de este conjunto de factores configura un ambiente que de continuar podría conducir al aborto del ciclo de recuperación de la economía. Por otra parte, también parece mostrar que las medidas adoptadas por las autoridades para absorber los choques externos están perdiendo eficacia. Así lo sugiere, en efecto, el ascenso simultáneo del tipo de cambio y de las tasas de interés, combinación no esperada y no deseable que, de subsistir en las próximas semanas, probablemente obligará a utilizar herramientas de política económica menos pasivas que las empleadas hasta ahora. La experiencia de las últimas semanas enseña que el endurecimiento de la postura restrictiva de la autoridad monetaria no es suficiente para controlar la demanda de divisas y que los incrementos del costo interno del dinero que se requieren para sosegar a las fuerzas del mercado son demasiado altos en la presente coyuntura como para seguir absorbiéndolos sin incurrir en costos que, a la postre, resultarían mayores para el conjunto del país.
¿Por cuánto tiempo puede una economía financieramente tan frágil como la mexicana resistir tasas de interés como las actuales? Todos sabemos que muy poco. Y no sólo porque la tendencia alcista del costo del dinero significa la posibilidad de diferir por tiempo indefinido nuevos proyectos de inversión productiva y la desaceleración de las ventas, sino sobre todo porque se corre el riesgo de propiciar una nueva ronda de estrangulamientos financieros que agudizarían los problemas, ya suficientemente grandes, del sistema bancario y crediticio. A todo esto se añadirían, desde luego, las consecuencias sociales y políticas que inevitablemente tendría una nueva recaída generalizada de la economía.
Es cierto que la tormenta de los mercados internacionales afecta a todas las naciones. Pero la tormenta tomó a México con el buque en plena reparación. Si el temporal no amaina pronto --y nada en el horizonte indica que así ocurrirá-- los conductores de la nave tendrán que tomar las decisiones necesarias para evitar que pasemos de una situación de ``emergencia'' a otra de ``crisis''. Nos preguntamos si estarán preparados para ello.