Luis Javier Garrido
El bluff

Los tecnócratas salinistas que han gobernado por la violencia se quieren ahora hacer pasar por víctimas de ésta.

1. El gobierno de Ernesto Zedillo se ha decretado a sí mismo como irresponsable: si se hunden el peso y la Bolsa la culpa es de Boris Yeltsin, si los programas neoliberales son un fracaso los responsables son los gobiernos anteriores, si los cárteles siguen impunes es por los consumidores y si prolifera la criminalidad todo se debe a la descomposición social: los culpables, siempre, son los otros.

2. Nada más que en cuanto a la criminalidad organizada algo muy evidente está apareciendo, y es el hecho de que las actividades de las bandas de narcos, de secuestradores y de asaltantes, y las de los tecnócratas de cuello blanco, que siguen cometiendo innumerables delitos contra la nación, son las dos caras de una misma moneda.

3. Las actividades de una banda de secuestradores como la de Daniel Arizmendi y las otras que se han desarrollado en México en los sexenios de Carlos Salinas y de Ernesto Zedillo, no serían posibles si no tuvieran una protección política (de Los Pinos y los gobernadores), una complicidad operativa (de las policías judiciales y de los militares) y un apoyo logístico e informativo (de funcionarios hacendarios y de los bancos), y es evidente que el producto de lo que obtienen fluye hasta lo más alto del poder. El narcotráfico, que podría ser en apariencia una actividad criminal privada, en México ha sido también, en estos últimos años, una actividad pública, protegida desde el gobierno, e inherente a los intereses de la familia Salinas y del grupo gobernante: a su afán (privado) de enriquecimiento ilimitado y a su ambición (pública) de controlar los bancos, el aparato financiero del estado y el poder político en México.

4. ¿No acaso, también, muchos de los secuestros de los últimos tiempos, aquellos de los que la prensa no osa hablar, como el de Fernando Gutiérrez Barrios (ex secretario de Gobernación), han sido única y exclusivamente, actos políticos o, en otras palabras, crímenes de estado?

5. La actividad de las organizaciones del narcotráfico o de las bandas criminales de asaltantes y secuestradores no es sólo consecuencia de ``la descomposición de los mandos policiales'', como escribió Carlos Monsiváis en Proceso (Núm. 1138), sino que parece obedecer a otro esquema. En México, mucho más que en otros países de América Latina, todas estas actividades criminales de estado entrañan también una serie de objetivos políticos: constituyen una forma de control social, al atemorizar a la población civil. En uno de sus últimos cursos en el Collge de France, Michel Foucault hablaba en 1976 del ``poder disciplinario'' del estado y de la necesidad de defender a la sociedad, anticipándose en 20 años a lo que acontecería en nuestro país.

6. El grupo gobernante ha mantenido una lógica implacable para mantenerse en el poder y existen muchos paralelos entre su estrategia urbana y la que sigue en el México rural. Las bandas paramilitares organizadas por el gobierno de Ernesto Zedillo en Chiapas no tienen sólo como objetivos los de dividir a la población, constituirle al gobierno una base campesina armada para enfrentar al EZLN o hacerle el ``trabajo sucio'' a los militares, sino sobre todo el de controlar socialmente a las comunidades y forjarle un aparato de dominación política al régimen. No debe olvidarse que los integrantes de esas bandas actúan lo mismo como militares, policías estatales de seguridad pública o dirigentes del PRI que como paramilitares y salteadores de caminos: corresponden a ese mismo esquema en el que lo público y lo privado se confunde (por intereses de estado).

7. La iniciativa de Ernesto Zedillo para una Cruzada Nacional Contra el Crimen y la Delincuencia (26 de agosto) no podía por lo mismo ser más desafortunada, pues una vez más, ahora en vísperas del Cuarto Informe, pretende que los culpables de lo que acontece son los otros y él se hace el agraviado por la violencia, cuando todo mundo sabe que en buena medida ésta se halla organizada y tutelada desde el gobierno. El moño blanco que se busca imponer como símbolo de esta campaña no puede tener otra lectura: es desde ahora el emblema del régimen, del narcopoder, de la complicidad con los secuestradores y asaltantes, con el Fobaproa, la impunidad del PRI y la criminalidad de estado. Es el distintivo de los cómplices de los secuestradores, de los paramilitares y de los narcos: de la tecnocracia que condena la violencia con una mano y la organiza con la otra.

8. La balandronada no puede erigirse en un estilo de gobernar. El golpe propagandístico está fracasando por el cinismo que entraña: porque un gobierno que actúa por encima de la ley, protegiendo con fines políticos todas las variantes de la criminalidad estatal y propiciando su propia impunidad y la de su antecesor, no tiene autoridad moral.

9. El otro mensaje, el de la violencia, sí ha llegado a los mexicanos. La nación está atemorizada porque lo ha entendido y sabe de lo que son capaces quienes gobiernan a México.

10. El escenario de terror diseñado por el gobierno para amedrentar a la sociedad no tiene, por ello, ante este escenario, más que una respuesta posible, como nos lo han enseñado los campesinos zapatistas: la de resistir al poder y, con imaginación y tenacidad, buscar una forma de gobierno que sí sea de los mexicanos.