Hemos estado leyendo elocuentes reportajes en La Jornada sobre la situación de pobreza en diferentes barrios de la ciudad de México, barrios en los que las fuerzas de la naturaleza y las políticas públicas enmarcadas en el neoliberalismo han acentuado la marginación y la desesperanza de miles y miles de mexicanos. Esta desesperanza está llevando a jóvenes a prácticas antisociales como el consumo de drogas o la prostitución desde temprana edad. La marginación y la desesperanza, a falta de movimientos sociales y políticos que les dieran cauce, llevan a la gestación de conductas delictivas que empeorarán todavía más la situación de inseguridad que se vive en el Distrito Federal y en municipios aledaños del estado de México.
Donde existen partidos y sindicatos fuertes e independientes y una sociedad con tradición participativa, las cosas no son mejores, pues las políticas neoliberales son casi mundiales (aunque en algunos países en profunda revisión). Pero la grave situación de sus pobres y marginados se conduce por la vía de movimientos organizados y huelgas de tipo popular como la huelga de maestros de primaria y secundaria en Seine St-Denis (departamento de la región de París, al norte de la ciudad), acompañada no sólo por los estudiantes sino también por sus padres.
Esta zona al norte de la ciudad de París se ha caracterizado desde hace muchos años por sus altos índices de exclusión social, desempleo, inmigrantes ilegales y muy pocos jóvenes en escuelas calificadas, pues la mayoría no puede ingresar a ellas precisamente por su condición social y los requisitos elitistas que se exigen --tal y como se quiere hacer ahora en México. Sin embargo, los pobres de París, como los del resto de Europa occidental o de Estados Unidos, no tienen nada que ver con los pobres de la gran zona metropolitana de la ciudad de México (y me adelanto a decir que tengo muy claro que los pobres del DF no son tan pobres como los de vastas regiones de Chiapas, Oaxaca o Guerrero, y que éstos, a su vez, no son tan pobres como los de algunos países africanos).
Las diferencias de pobreza son relativas a la condición general de cada país o de regiones en cada país. Es la pobreza, entonces, un concepto relativo. Sin embargo, los problemas que genera la pobreza y la marginación sí son semejantes independientemente de los niveles que alcance la renta nacional. Quien tenga la oportunidad de conocer el Harlem negro o, peor aún, el Harlem latino en Nueva York o el departamento de St-Denis en la región parisina, podrá constatar que la degradación social a que ha conducido la concentración mundial de capital y por países no es broma, aunque no sea tan patética como la mortandad por hambre en algunos países africanos. Pero, y este pero es importante, mientras que en Nueva York o en México los sindicatos son sumisos al poder y a la corrupción de sus líderes y los partidos están involucrados sólo en la dinámica electoral, en Francia, en Italia y en otros países de Europa occidental los sindicatos y los partidos de oposición son fuertes y conducen la inconformidad social por la vía de movimientos organizados, logrando con esto no el alejamiento total de drogas o prostitución, pero sí una chispa de esperanza para quienes no debieran tenerla: la esperanza que da la lucha y los pequeños o grandes logros que se consiguen con ésta. Baste decir que en París, todavía, se puede caminar en sus calles, incluso en donde pulula la prostitución y el tráfico de drogas, mientras que en Nueva York o en el Distrito Federal, para seguir con nuestros ejemplos, cada vez es más difícil llegar a nuestros destinos sin riesgos de asalto.
En resumen, la lección que obtengo de la situación de los pobres de la ciudad de México, comparada con la de otras grandes concentraciones urbanas en el mundo, es triple: la concentración de capital genera pobreza, la pobreza induce a formas de vida no siempre legales, y la ausencia de movimientos sociales, sindicatos y partidos fuertes, independientes y comprometidos con los pobres, conduce al caos y a conductas ilícitas, antisociales y desesperadas. Saquemos conclusiones.