La Jornada jueves 27 de agosto de 1998

Rodolfo F. Peña
El PRI en el Fobaproa

Anteayer por la noche, el presidente del PRD demostró, con documentos de auditorías bancarias internas, que el PRI se gastó en las campañas de l994 alrededor de 26 millones de dólares, poco menos de un tercio de los gastos totales de ese partido, a juzgar por el dictamen de la comisión especial de consejeros del IFE emitido sólo después de siete meses de la elección, a causa de la imposibilidad jurídica de hacer auditorías propias en su oportunidad.

Y lo peor: esa enormidad de recursos no fue pagada por persona física o moral alguna, es decir, no fue producto de ninguna donación, sino que mediante los mecanismos más turbios se sumergió en los pasivos del Fobaproa y ahora se pretende que sea pagada por los contribuyentes. Además, esa suma, que en sí misma es reveladora y completa, equivale nada más que a una parte de los fideicomisos descubiertos hasta ahora con el mismo propósito; aún hay que indagar sobre el monto total que se manejó en la cuenta concentradora denominada Aministración Fiduciaria por Cuenta de Terceros. De otra manera, no se sabe todavía cuánta ropa sucia queda en los meandros financieros.

Verdaderamente, y para decirlo con la mayor suavidad, es indignante que Zedillo, su grupo de tecnócratas y de senadores y diputados, hayan aceptado darse a sí mismos un precio tan alto, considerando que los manejos irregulares, hasta ese punto, tienen el sello del salinismo, y que luego, a cuatro años de derrumbadero nacional, se lo quieran cobrar, como si tal cosa, a varias generaciones de mexicanos, lo que ya implica un sello propio.

En todas las operaciones fiduciarias hay un nombre que aparece una y otra vez como operador clave del sistema de complicidades, seguramente con elevados beneficios personales, y es el de Carlos Cabal Peniche, a quien se diría que se ha añadido un apellido convencional: banquero prófugo. Con influencias tan encumbradas, lo más probable es que este personaje sea un próspero fugitivo durante muchos años más, mientras cae el olvido sobre otras cabezas que debieran hacerle compañía en la prisión.

Ese personaje libró créditos quirografarios (sin ninguna garantía, casi como si fueran créditos a la palabra) de su propia entidad bancaria para cubrir los fondos que la cuenta concentradora entregaba al fideicomiso del PRI. Contaban con una entidad que no requería ni firma ni palabra, dispuesta siempre a proteger el ahorro público a fin de darnos unos gobernantes tan destacados como los que mayoritariamente tenemos. Esa entidad era el Fobaproa, una especie de cloaca muy útil para conducir todas las inmundicias de un régimen que agoniza.

Dice López Obrador que próximamente enviará un escrito al actual presidente del PRI para pedirle información detallada sobre el tema y para solicitarle que regrese los dineros mal habidos. No obstante, ya ayer el CEN de ese partido había sacado sus conclusiones, tan fantasmales como algunas de las empresas del banquero prófugo, y naturalmente sostiene que la información es falsa, que está sesgada y que sólo se emite a falta de propuestas serias, tan serias como el descuento del 30 por ciento de la gran barata priísta. Pero el envío se hará también a otras autoridades, y tal vez alguna de ellas pueda obligar al PRI a hacer por fuerza lo que negó de buen modo.

En caso similar habrá de encontrarse también el gobernador Carlos Madrazo Pintado, acusado por el PRD de utilizar bienes federales del ramo 26 para apoyar su candidatura. El pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en su dictamen sobre la controversia interpuesta por el Congreso tabasqueño contra la Cámara de Diputados, estableció la legalidad de que el segundo órgano legislativo investigue, sin invadir la competencia local, sobre el empleo indebido de recursos federales, tal como lo previene claramente el artículo 74 de la Constitución. Así, muy pronto podremos ver al gobernador convertido en sujeto del juicio político, con sus esperanzas presidenciales vueltas cisco.