Microcosmos de niños armados y drogadictos
La colonia Maza podría ser al territorio de la ciudad de México lo que una partícula suspendida a la contaminación atmosférica del Distrito Federal. Un micro universo en el que aproximadamente hay 554 viviendas, habitadas por alrededor de mil 800 personas con todos los servicios públicos consolidados y que resienten el lado menos visible pero más tangible de la marginalidad social y económica en la capital del país: la delincuencia.
Los niños van a la escuela, pero algunos sirven de burros para transportar droga en forma de grapas. No pocos jóvenes forman parte de bandas que desvalijan vehículos a plena luz del día o saquean carros repartidores que llegan a los comercios del rumbo; otros portan armas, que parecen conseguirse aquí con una habitual facilidad.
El robo a transeúntes es como una especie de deporte local y prácticamente no hay un solo establecimiento que no cuente con rudimentarios sistemas de seguridad en forma de rejas y barrotes, capaces de proteger las mercancías y el dinero, pero no de contener las balas.
Localizadas en el costado derecho donde inicia la Calzada de Guadalupe rumbo a la Basílica, las 14 cuadras que integran la Maza están totalmente pavimentadas, cuentan con agua y drenaje, el alumbrado público funciona aceptablemente y los informes oficiales sobre el nivel de ingresos de sus habitantes señalan que éstos perciben en promedio hasta dos salarios mínimos.
Pero la presencia de unos 10 talleres mecánicos, por lo menos 20 abarroterías y, sobre todo, alrededor de 55 establecimientos de importación y exportación de flores y artículos de ornato, concentrados en las calles de Cobre y Estaño, permiten apostar que los niveles de consumo aquí, superan ampliamente el nivel oficial de ingresos; tal vez, porque una incuantificable parte de ellos proviene de la economía subterránea.
La marginalidad en la zona, pues, no está presente en términos de la carencia de servicios. La Maza es una colonia, incluso, de aires pastoriles que ha sido penetrada por la delincuencia organizada y disfraza sus pudores vecinales tras portones que parecieran de una sola vivienda donde en realidad hay 15 o 20, y unidades habitacionales que multiplicaron al menos por dos el número de familias que vivían sobre un mismo terreno. Aquí, la marginalidad no se ve, pero se deja sentir con toda su fuerza.
El agente 777
La Maza es casi un remanso al mediodía, salvo por la visible presencia de policías preventivos apostados en las esquinas; algunos bancarios tras las rejas de establecimientos más o menos grandes; otros de agencias privadas de seguridad que atisban la entrada de grandes portones de almacenes y talleres con forma de hangares, y células de la Secretaría de Seguridad Pública que en su rondín portan colgadas al hombro metralletas Heckler Kosh HKM P5 de poca precisión, pero de gran concentración de fuego.
``No sirven de mucho'', comenta un policía preventivo bajo la sombra de un árbol: ``Aquí hay de todo, robos, asaltos y droga, pero nosotros poco podemos hacer. De día parece tranquilo, pero por la tarde y sobre todo en la noche se multiplican los asaltos. Si uno persigue a un ratero expone el físico porque ellos están mejor armados, pero de todas maneras si lo corretea y se mete en una vecindad... ahí, pues es más difícil, porque entran por una puerta y salen por otra, y si uno se mete... a lo mejor ya no sale vivo, digo. Las vecindades son sus fortalezas, porque se meten ahí y no es posible entrar sin una orden de cateo. Los chavos se drogan, sobre todo con mariguana, pero también le atoran al activo, al alcohol y al tíner. Ultimamente también a la coca''.
Un poco más animado, el policía amplía su charla a la política: ``Con Salgado se hicieron operativos, pero violando la ley. Creo que estaba mal, pero les metíamos miedo al menos y hoy, nada más vemos...''.
La aduana
Tal vez la Maza no figure entre las colonias más antiguas del Distrito Federal, pero lo que sí es seguro es que tiene por lo menos 104 años de existencia, desde que el propietario del rancho La Vaquita, José Maza, decidió fraccionar los terrenos ubicados atrás de la estación del ferrocarril que conectaba la ciudad de México con Pachuca, Tulancingo, Puebla y Ometusco.
Aquí funcionó la aduana del pulque mientras la estación del ferrocarril, que traía la prehispánica bebida de los llanos de Apan, funcionó donde hoy se encuentra la tienda de electrodomésticos Viana. La venta de los terrenos fraccionados no fue fácil, como tampoco los de la tierra en que hoy se asienta una parte de la colonia Valle Gómez, que fue propiedad hasta 1894 de los señores Modesto del Valle y Rafael B. Gómez. De ahí que ambas colonias compartan propiamente la misma región geográfica y cultural.
La Valle Gómez y parte de la Maza no fueron reconocidas como colonias porque una parte de sus terrenos se ubican dentro de la municipalidad de México y otra en el perímetro de la jurisdicción de Guadalupe Hidalgo (la Villa), lo que dio origen a un largo litigio que concluyó cuando la ciudad se convirtió en Distrito Federal.
La Maza quedó así rodeada por zonas que hoy se consideran ``de muy alta criminalidad'', entre ellas la colonia Morelos --por el lado de Canal del Norte--, en la que entre enero y marzo de este año oficialmente se registraron 85 robos a transeúnte, 50 lesiones dolosas, 41 robos a repartidor, 25 robos sin violencia a negocios, 16 robos de vehículo con violencia, nueve robos a negocio con violencia y ocho robos de vehículo sin violencia.
Por otro lado tiene, precisamente, a la colonia Valle Gómez y la zona de los deportivos que es ``peligrosísima'', como afirman los vecinos, y en el lado poniente se localizan los dos Peralvillo, donde también ``ruge el león''.
Vivir en frontera
Al pasar por las calles de Peñoles, Mapimí o Mellado, que constituyen propiamente la parte central de la Maza, no deja de advertirse la sensación de ser observado. La gente es amable, pero cuando se trata de indagar sobre la situación social de la colonia, se impone invariablemente el silencio y el ``buenas tardes y adiós'' a plena luz. Pero, como siempre sucede en la ciudad, nunca faltan quienes estén dispuestos a hablar, pero bajo techo y a puerta cerrada. Hay miedo.
Hasta 1987 esta fue una colonia muy tranquila, asegura Roberto López, quien tiene más de 40 años de vivir en ella. ``Pero con los sismos del 85 y el Programa de Renovación Habitacional llegó mucha gente de otras partes --de Tepito, de la Guerrero y del Centro Histórico, principalmente-- con otras costumbres muy maleadas y todo se echó a perder. Los asaltos a personas son frecuentes y hasta los niños andan armados, es muy difícil verlos, llegan como avispas a desvalijar autos. Si usted ve, la mayor parte de las casas tienen algún tipo de protección y los comercios, ni se diga''.
En la entrevista tercia Margarita Suárez del Real. ``Sí, es cierto, a la panadería de Calzada de Guadalupe, por ejemplo, la tienen asolada, pero el principal problema es la drogadicción de los jóvenes y los niños. En las secundarias del rumbo se les distribuye droga, empiezan desde chiquitos, yo he visto a niños de ocho años que dan tristeza''.
La violencia, opina Joaquín Valadés, ``no es cosa de todos los días, pero sí muy frecuente. Hay como especies de bandas que salen de las unidades y las vecindades y hasta las mamás se agarran. Pero han proliferado los mecánicos de todo tipo, que curiosamente trabajan por las noches y hacen mucho ruido. Los adolescentes y jóvenes roban, pero los grandes son más peligrosos y los judiciales siempre se hacen de la vista gorda. ¡Imagínese, todos nos preguntamos qué hace por la tarde-noche una camioneta de la Librería Británica por acá, ni que fuéramos tan cultos!''.
Aquí, afirma Juan --quien se abstuvo de dar sus apellidos--, ``hay drogadicción, asaltos y violencia. Sobre todo hay uno al que apodan El Babache, que parece ser el líder y todos le tienen miedo. Realmente estamos mal''.
El diagnóstico oficial
Armando Ramírez Palomar, subdelegado territorial de la delegación Cuauhtémoc en el perímetro en que se asienta la Maza, responde sin titubeos: ``En cuanto a seguridad hay tres giros muy recurrentes. Uno es el robo de autopartes a vecinos y a clientes que llegan a la zona. Seguramente pudiste ver que tiene comercios de decoración de flores de exportación y de importación, pero toda sintética; entonces llega mucha gente a partir del jueves y si vas el sábado aquello está lleno, porque se conecta con la zona de artículos para baño, calentadores, loseta, mosaico. Entonces, entre jueves y sábados hay ahí muchísima circulación de gente y a esa gente es a la que le vuelan sus cosas''.
El segundo rubro --continúa--``es el robo a transeúntes, así tal cual, a la luz pública, hay jovencitos que andan haciendo de las suyas y el tercer asunto es el robo a camiones distribuidores de mercancías, que eso tiene que ver con toda la parte de decoración, lo que es loseta, mosaico, artículos para baño y todos los otros camiones que son los de servicio doméstico y abarrotes. Aunque la colonia es chica tampoco el surtimiento es muy fuerte, salvo para la cuestión del gas doméstico. A los señores del gas los tienen asolados, no sólo ahí, en todos lados, pero los roban a cada rato, así como a los refresqueros''.
Ramírez Palomar conoce casi palmo a palmo toda la zona de su jurisdicción y de la Maza no oculta lo que ahí sucede. Precisa: ``Esto tiene que ver con la parte del fuero común, lo cotidiano y, con respecto a lo federal, hay narcotráfico por medio de la circulación de automóviles. Algo que reporta la gente de ahí es que circulan autos y taxis para vender droga, en la noche principalmente''.
--¿Cree que eso explica la continua presencia de la camioneta de la Librería Británica?
--Usualmente usan logos que se roban, la camioneta puede ser muy derecha, pero ellos importan el logo, se lo toman y lo pegan y, obviamente, no es de la Librería Británica, pero con esa facha pues... ideas tienen en todos lados.
El otro rubro de delito federal, prosigue el subdelegado, ``es la distribución de bolsitas, de las famosas grapas, que la hacen mediante niños o jóvenes, en secundarias y a la luz pública. Esa parte es muy delicada, no es fácilmente observable para cualquiera porque sólo el que está ahí puede observar el fenómeno.
``Hay además talleres de distinto tipo, de reparación automotriz y de ese estilo. Generalmente asociados a los hojalateros hay algún tipo de problemas en otras colonias, como la distribución de cocaína, aunque yo no lo tengo reportado ahí directamente''.
Ideas, efectivamente hay muchas, pero la delincuencia que pareciera penetrar como la humedad gradualmente ámbitos territoriales de la ciudad tiene, por lo menos, una división del trabajo en edades, otro tipo de escuela. Armando Ramírez señala: ``Tú vez a los preventivos por lo menos con la 38 que es su (pistola) reglamentaria, y ves a jovencitos que con la mano en la cintura te sacan una de esas metralletas chiquitas. Eso es terrible, es asombroso, (los policías) no pueden hacer mucho''.
Puntualiza: ``Hay hampones más pequeños, esas pandillas de jovencitos que acuden así en parvada y te presionan, y hampones grandes, bueno... los muy grandes no andan robando comercios, sino andan en el tráfico, en la extorsión y en otras cosas''.
La otra marginalidad
Los vecinos de la colonia la Maza están totalmente relacionados con la inseguridad, concluye el subdelegado territorial en esta área de la demarcación Cuauhtémoc. Pero ¿de dónde proviene esa inseguridad? Armando Ramírez responde: ``Yo no hablaría estrictamente de marginalidad en estas zonas consolidadas, porque el concepto de marginalidad nos relaciona con estas ideas de acceso a servicios, acceso a educación, acceso al empleo.
``En la medida en que tú no tienes acceso estás marginado del proceso económico. Sin embargo, ya es un hecho reconocido que tendríamos que hablar más bien de pobreza, en el sentido de que la pobreza sí se puede encontrar de manera irregular a lo largo de la mancha urbana y no necesariamente en su periferia. En los siete pueblos de Iztacalco encuentras gente pobre, lo mismo en la colonia Guerrero y en Azcapotzalco alrededor del deportivo. Ciertamente no encuentras gente en la extrema pobreza necesariamente, pero pobre sí y ahora ser pobre no es nada bueno, ser extremadamente pobre es una tragedia''.
--Pero desde hace casi dos décadas, los jóvenes en este país y en esta ciudad no han tenido acceso al empleo, están fuera del estadio ¿No es eso marginalidad?
--Lo que sí es cierto es que en términos de asimilación de la parte productiva y educativa y, por lo tanto societal, nuestro resultado es negativo. Yo creo que esa gente no puede ingresar efectivamente a este estadio de oportunidades y por lo tanto esas oportunidades las busca de otra manera.
Esta generación sí está fuera del estadio y es producto de una generación en crisis que viene de la crisis. La capilaridad social se ha dado en sentido descendente, en vez de ascender.