La Jornada 24 de agosto de 1998

López Mayrén: el CT, club de amigos donde los líderes hemos fallado

Elizabeth Velasco C. Ť El Congreso del Trabajo (CT) admite en un documento de evaluación interna que requiere en forma urgente una ``restructuración a fondo'' en cuanto a métodos, conductas, conducción y liderazgo, si desea permanecer y responder a las exigencias de la clase trabajadora, que hoy vive la ``mayor crisis histórica'' en materia de desempleo, poder adquisitivo del salario, condiciones de vida, salud, trabajo, seguridad e higiene y en otros aspectos.

A 32 años de su creación, se reconoce que el CT ha perdido credibilidad; su esencia, objetivos, y sobre todo su rol de ser ``un factor de unidad y lucha a favor de los intereses de los trabajadores del campo y la ciudad, incluyendo desde luego a indígenas y a sectores marginados''. Los principios del organismo cúpula han sido ``trastocados'' y, por ende, ha dejado de representar los intereses de los trabajadores.

En el documento Reflexiones sobre la necesaria y urgente renovación-restructuración del Congreso del Trabajo, advierte que ante ``el crecimiento de la pobreza extrema, la inestabilidad política y económica y las crisis cíclicas que ponen en riesgo al país'', se requiere hoy más que nunca de un movimiento obrero ``dinámico, serio y eficaz'' que proponga un proyecto histórico-político, previo a la elección del 2000, tanto a partidos políticos como a la sociedad civil organizada y al pueblo en general, con miras a ``definir el tipo de estado y de gobierno que quieren los trabajadores''.

En tanto, en entrevista, el presidente de ese organismo cúpula del movimiento obrero, Joel López Mayrén, aceptó que el CT se ha convertido en un ``club de amigos'' en el que sus dirigentes ``hemos fallado mucho''. Admitió también que el gran reto de ese organismo es rescatar sus valores y principios que le dieron origen: ``defender a ultranza a los trabajadores y no claudicar en aras de posiciones o intereses políticos''.

En un texto de más de ocho cuartillas, elaborado por la directiva de ese organismo creado en 1966 con el propósito de unificar y fortalecer al sindicalismo para incidir en las políticas gubernamentales y favorecer a la clase trabajadora, se admite que en caso de que el CT no esté dispuesto ``a una restructuración de fondo, a una renovación profunda y, finalmente, a asumir nuestra condición de coordinar las organizaciones sindicales'', continuará como una ``estructura más en la que ya no creen los trabajadores y el pueblo y que ciertamente poco o nada aportará al país en estos tiempos complejos donde los factores de la especulación (...) y el poder se imponen''.

A unas semanas de que concluya el interinato de López Mayrén en la presidencia del CT -quien se declara por convocar a elecciones-, se advierte en la ``evaluación crítica'' que ante los nuevos retos que impone la globalización, el CT debe definir ``un programa de reivindicaciones, acción y plan de lucha que asuma las necesidades más sentidas de los trabajadores'', así como replan-tear su alianza y relaciones con el estado y los partidos políticos, de manera que se concrete la ``autonomía e independencia'' que reclama el nuevo movimiento sindical del país.

Se admite que la transformación no sólo debe incluir al CT, sino también a todas aquellas instituciones y programas creados después de la Revolución Mexicana y que ``hoy, en su mayoría, han ido perdiendo sentido, importancia y estima, no por su contenido, naturaleza y objetivos, sino porque muchas veces se han manejado con favoritismos, ineficacia, burocratismo y, en muchos casos -por qué no decirlo- la corrupción de quienes tenían la responsabilidad de llevar a cabo beneficios a la mayoría de la población''.

Entre esos programas e instituciones menciona el Banco Obrero, el Sistema Nacional para el Abasto, Infonavit, Conasupo, Fovisste, Fonhapo, Fonacot, Profeco; los programas nacionales de capacitación y productividad, y de productos básicos, así como el Sistema Nacional del Empleo.

Además, hace un diagnóstico nada halagüeño para la clase trabajadora. Esta, asevera, sufre la peor crisis histórica en sus condiciones de vida y trabajo; la ya de por sí baja representatividad sindical en lugar de aumentar, disminuye por constantes y crecientes ajustes de personal en empresas; la división continúa en el seno del movimiento sindical, favoreciendo la dispersión de las organizaciones y el incremento de sindicatos promovidos por los propios empresarios; las movilizaciones, protestas, huelgas, demandas judiciales y otros medios de lucha ``se han ido perdiendo, acallando, desapareciendo por trabas jurídico-legales, ya sea por presión, represión patronal, pero también por ineficacia, temor, miedo, incapacidad, falta de conducción y liderazgos fuertes''.

Por si fuera poco, la ``pobreza crítica se incrementa de manera acelerada y peligrosa, lo que nos pone ante la presencia de un eventual estallido de esa bomba social'' que se conjunga con los problemas del desempleo -dos terceras partes de la PEA son subempleados y desempleados-, la seguridad social y la salud pública. Esta última, en grave confrontación por los procesos de privatización, lo que deja a la mayoría de la población trabajadora y sus familias sin ese derecho constitucional. Lo mismo se puede decir de la vivenda, programas educativos, avance del analfabetismo funcional y otros lastres.

Ante ello, el CT y su presidente proponen una política y estrategia que retome la unidad sindical y reivindique la historia, esencia y principios de ese organismo -que según sus estatutos busca el cambio social para eliminar las desigualdidades sociales-, así como un plan de alianzas con organizaciones democráticas de la sociedad civil que permita el establecimiento de ``nuevas políticas y proyectos económicos que pongan por encima al trabajador y su dimensión humana'' y permita responder a la solución de graves problemas que hoy lastiman a la mayoría de los mexicanos.