La Jornada lunes 24 de agosto de 1998

RUSIA Y YELTSIN EN DESCONCIERTO

De los últimos 11 mil millones de dólares que le había dado el Fondo Monetario Internacional, Rusia perdió 4 mil en pocos días en su intento por sostener la cotización del rublo. Después tuvo que devaluar y congelar pagos, lo cual creó graves problemas en Alemania, país de donde proviene la mayoría de los créditos y de las inversiones con los que Yeltsin intentó reforzar la caótica economía de su país.

Es en este contexto que se presenta el relevo del primer ministro Serguei Kiriyenko, a quien hasta hace unos días Yeltsin consideraba el genio capaz de resolver todos los problemas acumulados en la economía rusa durante los siete años transcurridos desde el colapso de la Unión Soviética. Lo sustituye Victor Chernomirdin, quien ya había pasado por el puesto y es un clásico representante de los barones reciclados de los grandes trusts de tiempos soviéticos.

Estos movimientos convulsos en la cúspide del poder ruso dejan la impresión de que Yeltsin ha perdido el control de la situación y de que tanto él como la economía rusa están sin defensa organizada ante una crisis que, según varios observadores europeos, se encuentra ``en una fase terminal''.

El hecho es por demás preocupante. En el curso de esta década, las actividades económicas del antiguo imperio oriental se han imbricado de muchas maneras con diversas economías occidentales y forman parte plena de la globalidad: la exportación de capitales rusos enriqueció la industria inmobiliaria británica y el malbaratamiento del petróleo siberiano, ante la acuciosa necesidad de divisas fuertes por parte de Moscú, podría deprimir ulteriormente el mercado mundial de ese carburante, con graves consecuencias para todos los países productores. Por otra parte, es previsible que los ataques de la especulación mundial sobre las divisas se concentrarán ahora en las monedas chinas (el dólar de Hong Kong y el yuan).

En suma, resulta por demás probable que prosiga el efecto dominó de los quebrantos económicos mundiales y que la crisis rusa sea una ficha más de ese fenómeno que pone en grave riesgo el precario equilibrio que ha tratado de perpetuarse en las diversas reuniones del Grupo de los Siete y de la Organización Mundial del Comercio, así como en las discusiones en el Club de Davos.

La retirada de los capitales hacia los bastiones en los países industrializados impulsa, por otra parte, tendencias defensivas, conservadoras y recesivas. Rusia había sido vista -al igual que China- como una gran reserva para las inversiones del gran capital mundial, y Yeltsin aparecía como una figura indispensable, como una garantía tanto para la Casa Blanca como para los círculos de la especulación financiera internacional. Si ambos se derrumbasen podría frenarse el impulso económico europeo y verse afectada, incluso, la economía de Estados Unidos.

Ante estos escenarios, es necesario que se avance en el diseño y la adopción de medidas orientadas a reducir los costos -los sociales, sobre todo- de lo que puede convertirse en una crisis financiera internacional aun más grave de la que ya está en curso.